La Ley del embudo
La Constitución Política del Estado, ha sido reemplazada con la famosa “ley del embudo”. Un funcionario del gobierno quiebra la cuarentena, un candidato se moviliza por todo el país con el pretexto de “entregar barbijos a la policía”, un presentadora de televisión, pariente de una candidata oficialista, tiene protección para concentrar personas en la cantidad que no está permitida.
Por otra parte, una enfermera que se moviliza en bicicleta para llegar a su trabajo es detenida, una Alcaldesa, que tenía una reunión de trabajo en su domicilio es acusada falsamente y detenida, su hijo es tratado como delincuente y enviado a un centro correccional. Esa es la Bolivia de hoy. El Decreto Supremo 4200, es en realidad, la “ley del embudo”.
Es conocida la frase “el Estado soy yo”, frase atribuida a Luis XIV, y que resume el carácter unipersonal del poder. La aristocracia de todos los tiempos mantiene la creencia de ser enviada por Dios para gobernar, un Dios malvado por supuesto, pues cada rey o príncipe ha tenido que ganar con sangre su corona.
De la misma forma en Bolivia se ha instalado un gobierno que se ha olvidado, o mejor ha dejado de lado el ordenamiento jurídico, y gobierna según su particular interés.
El Ministro de Gobierno de Bolivia, es el Luis XIV de nuestro tiempo, aunque sin la valentía de aquel. El remedo de Luis XIV, se presenta como víctima de un supuesto “complot” para eliminarlo. En tiempos de Luis XIV, esa era una tarea diaria, entre las monarquías; no se conocen de poderosos que clamen por la piedad del pueblo, pues sería más humillante que la misma muerte.
A la usanza de los nobles europeos el Luis XIV boliviano, anunció con gran alborozo, que se dedicaría a la caza mayor, cosa que viene cumpliendo con la regularidad de un atareado rey. La plebe debe guardar silencio y obedecer lo que su monarca anuncia a cada momento, sin importarle que existen leyes; y parafraseando el consejo de Maquiavelo diríamos que no hay que ser demócrata, sino hay que aparentarlo.
La democracia en Bolivia ha muerto, sin duda, el arbitrario asalto a las competencias de los gobiernos autónomos, es el filo de la espada que ha terminado de cortar la cabeza sangrante del Estado plurinacional, agonizante desde los sangrientos días de noviembre.
No existe poder legal que termine con las arbitrariedades de la nobleza encumbrada en el gobierno, un pálido parlamento es solamente la justificación, débil de cierta legalidad que le queda a este gobierno de facto.
Una vez más los ciudadanos estamos siendo golpeados por el Estado, bendecidos, por iglesias y sectas religiosas por este sufrimiento, y encarcelados por nuestro derecho al pan. Estamos en plena edad media, solamente faltan las hogueras para brujos y brujas. Las mazmorras están listas.
En 1793, rodó la última cabeza noble en Francia, lamentablemente en Bolivia no hemos podido superar el golpe de Estado como estrategia de poder.
*Camilo Katari, es escritor e historiador potosino