Echando mierda con ventilador

Literalmente, el escándalo por la compra de los respiradores o ventiladores hecha por la dictadura de Jeaninne Añez, Carlos Mesa y Fernando Camacho, tira excrementos por todo lado e intenta –por la vía de los grandes medios– involucrar hasta al defenestrado MAS, como culpable del delincuencial y doloso negociado que se hace con la salud del pueblo.

El tema, políticamente manejado, encuentra a dos seudo contrincantes en posición de apronte, aunque repartiéndose sonrisas por si acaso esto termine por favorecer al candidato de los salvajes e indios. Carlos Mesa se frota las manos, cada vez que salen a luz los nombres de los ministros, viceministros, directores, cónsules y demás comedidos que, de seguro, algo mordieron con el sobreprecio desvergonzado. Finalmente, piensa, son hombres y mujeres de la otra candidata.

El tema es serio. No han sido unos cuantos centavos, ni el famoso “10% de comisión” de las compras estatales: se trata de un sobreprecio que va más allá de la prudencia; entre tres y cuatro veces el valor real de mercado, por cada aparato, además de caro, inservible. ¿Dónde está ese dinero? ¿Se evaporó? Tal vez una respuesta audaz del muy inteligente ministro Murillo es que esa platita está en los bolsillos del Evo en Buenos Aires, ya que su aparato de inteligencia ha detectado que “Fernando Valenzuela, responsable de la Dirección Jurídica del Ministerio de Salud, fue relacionado con el MAS ya que llegó a esa cartera de Estado junto a Gabriela Montaño”; como reseña una comedida nota de prensa. En suma, todos salpicados, menos el ilustre e ilustrado candidato Carlos Mesa, pieza de recambio de la embajada norteamericana, seguramente preocupada porque su mujer de confianza le salió corneta.

El acto delincuencial denunciado no tiene por dónde perderse. Le ley establece que es la Máxima Autoridad Ejecutiva (MAE) la responsable final por todos los actos administrativos de su repartición; en ese sentido, el ministro Navajas, de los elegantes salones del Club de la Unión paceña, deberá pasar a una celda en Chonchocoro, inmediatamente. Por menos, la “justicia” tiene entre rejas a un humilde muchacho, peligrosísimo “guerrero digital del MAS”, y otros de mayor cuidado para la salud pública, de acuerdo a las apreciaciones de la cúpula dictatorial que nos gobierna.

Con este hecho, el deterioro de la dictadura avanza a pasos progresivos; con apenas seis meses de gobierno, los delitos cometidos por Añez, familia y compañía suman varios siglos de cárcel. Los aliados de ayer miran para otro lado; los pititas cochalas quieren desquitarse la frustración pateando indios; los flamantes ministros ex candidatos perdedores, palidecen y languidecen porque no son las lumbreras que creían ser. Y, en paralelo, las movilizaciones populares arrecian y se multiplican, sin dirección alguna, con la espontaneidad que nace del hambre y la miseria.

¿Qué le queda a la embajada yanqui y su autoproclamada? ¿Renunciar para salvar el barco? ¿Ganar tiempo aparentando dureza en la lucha contra la corrupción, para inhabilitar al MAS de cara hacia las elecciones anunciadas? ¿Suspenderlas –autogolpe de por medio– aduciendo que la salud está primero y que la ciudadanía no quiere contagios en las urnas?

Varias de estas interrogantes tendrían ya respuesta definida. No nos sorprendería que mañana, un complot armado, financiado y digitado por el mismísimo diablo que vive en Buenos Aires, ha sido detectado por el siempre diligente Murillo; que nos dirá que Bolivia corre peligro serio y que mejor nomás nos quedamos en casa, obedeciendo calladitos, no vaya a ser que la policía venga a pedirnos que hagamos compañía a los responsables de los negociados, del narcotráfico todavía no aclarado, de los escándalos de YPFB y ENTEL, de la muerte lenta de miles y miles de compatriotas…

A estar atentos y persistir: ¡Elecciones ya!

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