A río revuelto…
Los sucesivos escándalos mayúsculos que adornan la gestión dictatorial presidida por Jeaninne Añez no se limitan a descarados negociados de sobreprecios y otros actos delincuenciales. Hay también acciones canallescas que lentamente terminan con la vida de pueblos y regiones, para favorecer el bolsillo de unos cuantos.
El monocultivo -es decir, el cultivo de un único producto agrícola con fines estrictamente empresariales- es una de las formas elegantes y silenciosas del capitalismo para condenar a lenta muerte las actividades de miles de pobladores rurales. Un claro y lamentable ejemplo en el continente es el sur de Chile, con sus grandes extensiones de bosques artificiales de pino, materia prima de su industria de papel. Orgullo de la clase empresarial indiferente a las necesidades de los habitantes del campo, este cultivo ha arrasado con todos los demás, en nombre del progreso y la rentabilidad.
En Bolivia, entre tanto, inescrupulosos agro empresarios han logrado hacer aprobar -con el mayor sigilo- una resolución del Senasag (la 084 / 2020) para importar plantines de un eucalipto que no es propio de nuestro medio, dizque con fines de implementación de plantaciones comerciales. Seguridad y soberanía alimentaria al diablo, mientras estos empresarios plantarán -así lo aseguran- grandes extensiones con esta especie. Detrás de los inocentes arbolitos vendrán los agroquímicos para exterminar toda complementariedad vegetal y ellos también extinguirán muchas especies de nuestra rica flora y fauna.
Seguramente, si el hecho trasciende y pasa a ser cuestionado por sectores conscientes de la sociedad, nuevamente se armará el escenario circense en el que no faltarán algunos «dirigentes» indígenas corrompidos asegurando buena convivencia con transgénicos y tóxicos correspondientes.
«Ahora o nunca!», parece ser la consigna de los eternos saqueadores de nuestras riquezas que pretenden aprovechar un estado excepcionalmente dictatorial en la triste historia de Bolivia.