Los fantasmas de un ministro paranoico

El retrato de los golpes de Estado en la historia boliviana tuvo como componentes principales de su autoría no siempre a sus presidentes, sino a los ministros del interior o de gobierno como el caso del actual, con el apoyo de especialistas sádicos que es importante recordarlos.

A mediados de los años 60, después de la caída del MNR, salieron a la luz distintas denuncias de violación a los Derechos Humanos. Los testimonios escritos revelan lo que fue esa época, por ejemplo: Mario Peñaranda Rivera publicó ‘Entre los hombres lobos de Bolivia’, Hernán Barriga Antelo escribió ‘Laureles de un tirano’, Hernán Landívar Flores relató su vivencia personal en ‘Infierno en Bolivia’ (1965) y Fernando Loayza Beltrán esclareció episodios nefastos en su libro ‘Campos de concentración en Bolivia’ (1966).

Además de estos testimonios, numerosos periodistas de la antigua Razón y muchos miembros del Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR), del Partido de Unión Republicana Socialista (PURS) y de la Falange Socialista Boliviana (FSB), así como el héroe nacional del Chaco, Bernardino Bilbao Rioja, describen con gran similitud las persecuciones y sobre todo el atropello al Estado de Derecho desde el propio Estado.

En esa época el MNR concibió una lógica de confrontación. La neutralización a todo opositor o crítico estuvo prevista en la promulgación de un Decreto Supremo (autorizó el funcionamiento administrativo de los campos de concentración en Bolivia). Este decreto estableció la habilitación de diferentes penitenciarias como los cuarteles de Corocoro, Curahuara de Carangas, Uncía y Catavi.

Las víctimas del movimientismo sufrieron reclusión, hostigamiento, tortura y confinamiento. Los años de permanencia en los distintos campos de concentración están plagados de relatos trágicos donde se identifican a los principales verdugos: el contador, excoronel de la Policía boliviana, Luis Gayán (de origen chileno); el ex falangista Adhemar Menacho, Jorge Orozco y Claudio San Román. Este último personaje considerado por sus víctimas como la encarnación del nazi Joseph Goebbels.

San Román es descrito como un hombre astuto en su forma de ser, altamente peligroso y cruel en sus métodos de tortura en busca de la «verdad”. Amenazaba psicológicamente a sus victimas con enterrarlos en vida, les privaba de toda ración de alimento y agua, aplicaba pinchaduras en las yemas de los dedos y hostigaba a los presos con fusilamientos simulados.

Los bolivianos hemos sido testigos, en ese último episodio de la historia del Siglo XX, de lo que representó el golpe sangriento de Luis García Meza y su principal operador su Ministro del Interior Luis Arce Gómez, quizás uno de los más sanguinarios que tuvimos para este postrimero tiempo.

Uno que entró en la historia con un perfil similar para este tiempo, quién lo diría, es el actual Ministro de Gobierno, Arturo Murillo, que acarrea desde su pasado una serie de vicios maléficos, de una personalidad que algunos la califican como el nuevo San Román del Siglo XXI.

Recientemente en medio de sus fantasmas que se crea, denunció que ciertos grupos, (otra vez apuntando al MAS), intentan atacar la represa de Misicuni y advirtió que quienes toquen a policías y militares, “se atendrán a las consecuencias”.

Y no se queda ahí, Murillo considera que esta acción es parte de “un intento de golpe de Estado” propiciado por Evo Morales. Durante los últimos días, el Gobierno hizo el montaje de otros hechos “golpistas” de la mano de su ministro, como eso de “volar” antenas de telefonía, “secuestros de periodistas” o “bloquear créditos” en la Asamblea Legislativa.

Que lejos quedó aquel discurso de la “pacificación”, urdida como una gran mentira, pues los grupos paramilitares continúan su trabajo de generar temor e inestabilidad; esta actitud es clásica en todo golpe de Estado, pues la inestabilidad generada es el motivo principal para justificar la represión.

El “cerco mediático” impulsado por este ministro y sus “colaboradores” de medios de comunicación privada (El Deber, Panamericana, Fides, Pagina Siete, El Diario) están al servicio del golpismo, si en algún momento algunos medios se mostraron medianamente neutrales, hoy son los voceros oficiosos de esta gestión de la mentira.

La resistencia activa emprendida (ojalá esta vez con firmeza) por la COB, la Federación de Mineros, alcaldes y concejales, autoconvocados, grupos de jóvenes, artistas, etc., tiene que definir una dirección política que logre unificar esfuerzos para que se vuelva real la afirmación de que “un puño es más fuerte que cinco dedos”.

El débil compromiso electoral tiene activistas dirigidos desde el gobierno para impedir las elecciones, un ministro que solo ve fantasmas y con mente enfermiza ha hecho evidente esta intensión, a su vez se se ha convertido en el estratega del golpe que, como estamos observando, tiene todo su pensamiento ideológico facista y se encamina al prorroguismo.

*Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe

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