Santos, no es un santito
El 3 de septiembre de 2020 quedará escrita en la memoria del pueblo como otro de los acontecimientos que sacudirá las conciencias de quienes se apuntaron para desafiar, no a la derecha que se armó para el golpe, sino contra quienes compartió por muchos años, en la construcción de un proyecto político.
Esa fecha, el que fuera pieza fundamental en la anterior estructura política del MAS-IPSP, Santos Ramírez, crea su proyecto político no para ser una alternativa frente a los partidos tradicionales sino en un momento frágil de la vida democrática que confronta a su “entrañado proyecto” al que le dio su alma y su vida.
Aunque nos diga que quiere retomar la agenda de la Asamblea Constituyente, la cual dice que fue traicionada por Evo Morales y volver a levantar las banderas de El Alto, de La Paz, en la “lucha por recobrar los recursos naturales en favor del Estado boliviano”, no es evidente, porque el discurso en plaza Murillo solo fue de uno más que se enfrentará al MAS.
No es gratificante ver que, personas declaradas de izquierda o progresistas, entren en el escenario político aprovechando un contexto aparentemente adverso al movimiento popular y al proyecto histórico, solo para reflotar los traumas del pasado y buscar venganzas.
Santos Ramírez, que de buena fe pensó que con un pasado apegado a sus principios leales le valió ser el segundo hombre más importante en la estructura del partido de Evo Morales hasta el 2009, con una visión clara del manejo del poder, eche a la borda su trayectoria histórica, siendo ahora uno más de los que habla el mismo lenguaje de la derecha y es la misma derecha de Santa Cruz de quien se dice que le financiaría su partido.
En la historia de nuestros pueblos tenemos la figura de Mateo Pumacahua, que traicionó a su pueblo para servir a los verdugos, pero tuvo el coraje de retornar a sus raíces y combatir junto a ellos. El caso de Santos no es así.
Santos Ramírez, seguramente como muchos que salieron por temas de corrupción en el gobierno de Morales, le queda un fuerte resentimiento porque dice que se lo acusó tras que Evo Morales creyera que Ramírez iba a presentarse como candidato del MAS para las elecciones generales del 2009. Según el relato de Santos, habrían montado una imagen de él con guirnaldas y proclamándose candidato, y la fotografía se habría mostrado a Morales.
También expresó que fue obligado por Evo a tomar el cargo en la presidencia de YPFB, en 2008, haciendo que deje su puesto de presidente de Senado, por mandato del mismo Evo bajo la influencia de un grupo palaciego conformado por Álvaro García Linera, Juan Ramón Quintana, entre otros ministros.
Todo este historial se desarma por afanes y ambiciones personales que no van con quien, desde su lucidez y su visión de estratega en el MAS, viene contaminado de ese tufo colonial y desde sus desvaríos ideológicos rompe la lógica de quien creíamos ser un portador de nuevas energías para el sujeto histórico al que siempre se refería para enfrentar a la casta de los nuevos oligarcas que desmantelaron el Estado y tenemos que derrotarlos.
Santos, por eso no es un “santito”, le lavaron el cerebro sus nuevos “mensajeros de la palabra”, por eso mete la religión en su propuesta que ya no es para este tiempo, que no es de la Teología de la Liberación, sino el típico discurso adormecedor de los que conocemos en esos “pastores del evangelio”, que van a las cárceles y adoctrinan lo que no es “buena noticia”.
Finalmente, Santos Ramírez aseguró que su intención no es ser candidato, sino un “obrero político”, dejando el liderazgo a otras personas. El “pastor evangélico” conducirá a su rebaño solo para confrontar a sus “otros hermanos”, pero no al enemigo principal que lo visibilizamos todos y él que lo tiene en sus narices, se une a su discurso.
*Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe