Decir la verdad es revolucionario
Estamos en campaña electoral y son tiempos difíciles para los bolivianos, la derecha y el gobierno hacen política en base a una guerra jurídica con procedimientos ilegales e ilegítimos, usando y abusando del poder judicial, persiguen por opinar, reprimen y castigan en base a “convicciones” o “interpretaciones”. Difícil porque es una época de sistemático engaño, distinguir posverdad y noticia falsa de la verdad es casi imposible. Los golpistas del siglo XXI no solo necesitan sacrificios humanos como en Sacaba y Senkata, necesitan sacrificar también la verdad.
Los Tiempos de Cochabamba en su edición del Domingo (06-09-2020) acaba de dar un ejemplo de cómo asesinar la verdad, en el sonado caso de la consultora estadounidense CLS Strategies, informa que dos de las cuentas falsas creadas para apoyar al Gobierno transitorio y que una de las páginas falsas de Facebook, Prohibido olvidar, publicó contenido principalmente sobre denuncias de fraude electoral, tenía 524 me gusta y 595 seguidores. Otra página falsa de Facebook boliviana, Bolificado, se describió a sí misma como una operación de verificación de hechos y en al menos una ocasión contradijo los hallazgos de verificadores de hechos bolivianos auténticos. Para esta labor de desinformación y de mentiras el gobierno se comprometió a pagar noventa mil dólares del dinero de los bolivianos.
Pero el altar cotidiano dónde se sacrifica la verdad son los monopolios mediáticos y sus sacerdotes, una clase de periodistas y opinadores de la talla de Rafael Archondo , Raúl Peñaranda, Andrés Gomez, Amalia Pando y otros distorsionan afirmando contra toda evidencia que lo de Sacaba y Senkata no fue una masacre, sino un choque entre manifestantes y el ejército, sobran ejemplos de este tipo de ética periodística.
Agustín Echalar, advierte sobre el peligro de decir una cosa por otra deformando la realidad, su artículo de opinión titula: “Sobre el uso y el abuso de palabras y acusaciones”. Alude en ese artículo a un trabajo de investigación periodística de Peñaranda y Archondo basada en supuestas comunicaciones entre NM y Evo extraídas del celular de la primera y, que a pesar de la “exhaustiva” averiguación concluye en que no incriminan en ningún delito al expresidente y, agrega que “para acusarlo de estuprador tenemos que tener pruebas concretas, y aún eso no lo convierte ni en pederasta, ni en pedófilo, y las personas de bien tienen que tener muy claras estas diferencias”. Pero, de todo modos, para este opinador “Evo Morales es un ser despreciable por muchos de los actos que ha cometido y algunos de éstos son eventualmente crímenes de lesa humanidad y merece también juicios por una enorme cantidad de malversaciones que están a la vista”. ¿En qué quedamos señor Echalar, acaso no hay que tener pruebas concretas para acusar o descalificar?
Parece que muchas cosas han cambiado en el periodismo actual. Este periodismo ya no parte de los hechos, prefiere quedarse en los bordes de la interpretación.
Ya sabemos que los monopolios de comunicación concentran poder (El Deber, Pagina Siete, Unitel, Panamericana, etcétera) y ciertamente no son democráticos, ese poder se traduce en la capacidad que tiene un determinado grupo de imponer su verdad como verdad para todos y sofocar las demás verdades que no disponen del poder suficiente para imponerse. No significa que no existan verdades alternativas a la del poder mediático, pero son débiles frente a este poder.
¿Cómo enfrentar el poder mediático?
El Comandante Fidel Castro anticipó este dilema, cuando señalaba que el problema no está en las mentiras que los medios de comunicación dominantes, sino debemos pensar cómo decimos la verdad y cómo la difundimos.
El desafío está planteado y para resolver esta mala relación entre política y verdad hay quienes prefieren a Nietzsche, nosotros optamos por Gramcsi.
Para Nietzsche la verdad absoluta no existe, lo que existen son interpretaciones de los hechos y, Foucault –un filósofo de la posmodernidad- también se apoya en la tesis de Nietzsche para decir que el poder crea la verdad. Entonces, los seguidores de Nietzsche dicen batallemos en el campo de las interpretaciones.
Nietzsche, filósofo del siglo XIX fue un enemigo declarado de la razón y afirmaba que el verdadero objetivo de la razón no era el conocimiento de la verdad sino la dominación de la vida, sus análisis filosóficos fueron visionarios porque anticiparon la lógica filosófica dominante del siglo XXI, la de un ser profundamente individualista, definido por el desencanto, nihilista, en el que prima el consumo omnívoro, la elección permanente y la precariedad moral, de ahí que estudiosos de su pensamiento como Bernat Castany sostenga la tesis de una conexión de Nietzsche con el capitalismo tardío de anticipación y de reciclaje (https://www.um.es/tonosdigital/znum18/secciones/estudio-6-nietzsche.htm).
De anticipación porque Nietzsche intuyó filosóficamente las formas que el pensamiento adoptaría en el futuro al radicalizar el proyecto de emancipación humanista-ilustrado, que estaría en estrecha conexión con el poder in crescendo igualador y destructor de límites del capital. Lo curioso de este desmantelamiento de la razón, la verdad y el lenguaje coincidirá con el desmantelamiento del estado, de la política nacional y de la clase obrera llevado a cabo por la revolución neoliberal de Thatcher y Reagan. Ahí, la posmodernidad de raíces nietzscheanas se revela como la mejor imagen posible del mundo para el capitalismo tardío.
De reciclaje porque capitalismo tardío habría reaprovechado o recuperado mediante sus intelectuales orgánicos (posmodernos, pragmatistas y, a su pesar, situacionistas y neosituacionistas) los elementos nietzscheanos más adecuados para fundamentar filosóficamente el “sentido común” neoliberal.
Gramcsi, quien además de intelectual y revolucionario, es un ejemplo de ética periodística, fue siempre de una sola opinión que no ocultaba sus convicciones para agradar a sus patrones, acerca de la noción de verdad que le interesaba y la relación entre verdad y política distinguía claramente la verdad desde el punto de vista lógico y la verdad histórica concreta, a pesar que vivió los malos tiempos del fascismo en la cárcel, sostuvo que en la política de masas decir la verdad es, absolutamente, una necesidad política.
La enseñanza y el legado que deja a los revolucionarios y al pueblo en estos tiempos difíciles de brotes neofascistas que amenazan florecer, en esta época universal de engaño, decir la verdad constituye un acto revolucionario.
Para reforzar desde el plano filosófico la convicción de que la verdad es revolucionaria en estos tiempos que corren elaboró la metáfora del estiércol el revolucionario de su época y sirve para la nuestra decía, hay que hacerse a la idea de que estar aquí de abono, no de labrador o, la imagen de Prometeo, de un Prometeo que en lugar de ser agredido por el águila es devorado por los parásitos; es decir frente al héroe individual, el superhombre nietzscheano, el heroísmo anónimo y cotidiano de los militantes en su organización (https://kmarx.wordpress.com/2018/09/03/una-reflexion-sobre-el-dicho-gramsciano-decir-la-verdad-es-revolucionario/).
Hacer política en base a mentiras y manipulación moralista de la opinión pública cómo la presidenta de facto y portavoces de grupos de derecha de ese fenómeno sociológico autodenominados Pititas, es propia de una cultura que aún no distingue con claridad entre los planos ético y político.
Estamos en la ruta correcta porque a pesar de 10 meses de dictadura, de avasallamiento de derechos, de represión, de persecución y de pisotear la verdad, los sectores sociales que han forjado su propio instrumento siguen manteniendo en alto el proyecto social y cultural del pueblo boliviano y su preferencia electoral para la defender la soberanía del pueblo boliviano. Hay que avanzar por esa senda y profundizarla, hasta la victoria del 18 de Octubre.