Continuidades y transformaciones en las elecciones subnacionales
Ante las preguntas que parecen subyacer a la reflexión de distintos analistas políticos y de la población ávida de conclusiones sobre si el “MAS ha perdido o no fuerza”, “que los resultados son iguales o no al 2015”, o “que hay o no renovación”, ciertas respuestas pueden encontrarse en el juego de la coexistencia entre continuidades y transformaciones que inauguran estas elecciones subnacionales y que cierran el largo periodo electoral iniciado el 2019.
Con los resultados preliminares que tenemos y teniendo en cuenta que todavía los resultados oficiales pueden darnos sorpresas, las elecciones subnacionales del 2021 parecen reiterar cómodamente la tendencia histórica desde el 2005: Un mejor desempeño para el Movimiento Al Socialismo en las elecciones nacionales con respecto a las subnacionales; tanto en las elecciones 2009/2010 y 2014/2015 en la elección de alcaldes y gobernadores el MAS sacó en promedio un 20% menos de votos con respecto a la elección de Evo Morales (gráfico). Esto a su vez parece reiterar la vieja hipótesis de que la preferencia electoral responde a diferentes criterios dependiendo lo que está en juego: en la elección de alcaldes y gobernadores es fundamental para el votante, más allá del partido, lo que cree que hará el candidato en gestión pública. Dicho esto, “nada nuevo bajo el sol”, continuidad de la tendencia, cuando 2015 el MAS ganó seis gobernaciones y ahora cuenta con cinco y con la posibilidad de aumentar a siete; continuidad del MAS como única fuerza política a nivel nacional pero que aún no logra establecerse en las capitales departamentales del eje central; y continuidad en la oposición que queda fragmentada en diversos frentes políticos con conflictos entre sí, y que son incapaces de generar un liderazgo y programa nacional.
Por otro lado, aún que mantenga la tendencia histórica, se inauguran transformaciones marcadas por el relevo de actores. En primer lugar, el relevo en la oposición ahora que Demócratas, Sol.Bo y UN, “ceden” su lugar a personajes que surgieron o volvieron a posicionarse después y gracias al golpe de Estado, como Camacho en Santa Cruz, Manfred Reyes Villa en Cochabamba e Ivan Arias en La Paz. Segundo, el relevo supone un tirón a la derecha en los partidos que representan a las históricas élites económicas y políticas y que el voto en las capitales departamentales se distancian del “centrismo” retórico de por ejemplo Comunidad Ciudadana, para apostar por una oposición más concervadora, empresarial y neoliberal. Y tercero, el mayor exponente de la oposición en las elecciones generales, Comunidad Ciudadana, queda relegado, a no ser por la victoria de la alcaldía de Santa Cruz -aún por confirmarse-. De este modo el gran perdedor de la contienda electoral, en comparación con las anteriores, es la fuerza política de Carlos Mesa que demuestra no tener la capacidad de liderar a la oposición, y que esta nuevamente tiene su polo de gravedad en las fuerzas conservadoras y empresariales de Santa Cruz.
Por el lado del MAS, continuidad de su liderazgo en el área rural y como instrumento político de las principales organizaciones sindicales, principalmente campesinas, como el Pacto de Unidad. Sin embargo, la demanda de renovación que surgió después del golpe de Estado marca transformaciones al arrastrar parte del voto hacia nuevas fuerzas y personalidades, no de la oposición tradicional de las élites, sino de los mismos estratos populares. Allí la sorpresa que dio el Movimiento Tercer Sistema de Felix Patzi y la cantada victoria de Eva Copa con Jallalla: ambos formados en el MAS y miembros de fuerzas políticas capaces de disputar lo popular nacional, el voto identitario, de clase, periurbano y rural. Quiere decir, la lógica de basar el voto en el candidato, más que en el partido, favoreció la consigna de renovación y, dependiendo de su gestión en estos próximos años, posibilitará que encuentren mayor espacio entre las fuerzas populares, o si terminarán en el olvido como Soledad Chapetón. La mera existencia de esta posibilidad debería llamar al debate al interior del MAS sobre las formas de selección de candidatos, que en estas elecciones mostraron no ser adecuadas para expresar todos los “sentires” del voto popular. En ese sentido soluciones como las sugeridas por Andrónico Rodríguez de llevar a cabo primarias y/o mecanismo más formales y transparentes de selección de candidatos, de abajo a arriba, podrían servir a que se llegue a mejores resultados en las elecciones subnacionales.
Por último, el desempeño del MAS ha sido bueno superando sus resultados a nivel departamental; se reitera su peso indiscutible como fuerza política y no está descartada la posibilidad de que en segunda vuelta logre siete gobernaciones. Sin embargo, existe un sentimiento difícil de pesar y cuantificar pero que debe ser analizado a consciencia. Me refiero al descontento producido por la candidatura de personajes que abiertamente reconocieron su rol en el golpe de Estado como Fernando Camacho; que participaron de las masacres de Sacaba y Senkata como Jeanine Añez; que desfalcaron al Estado durante la pandemia como Iván Arias; o que arrastran procesos judiciales ejecutoriados y no cumplen con los requisitos para sus candidaturas como Manfred Reyes Villa, entre otros. Aflora, pues, en la superficie un descontento que andaba callado en torno a la falta de justicia, anhelo este que lamentablemente se distancia más ahora que muchos de los actores del golpe de Estado serán autoridades electas. Y es que no señalar a los actores del golpe es en cierta medida negar el golpe de Estado: porque no puede haber golpe de Estado si no hay responsables de perpetrarlo. Hasta qué punto este “sentir” ha provocado la fuga de votos, el voto castigo o el voto cruzado entre los sectores populares es algo que posiblemente se conozca después. Mientras, la dirección del MAS tendrá que reflexionar qué daños político y malestares sociales supone la falta de justicia. Porque no con victorias electorales se cerrarán las llagas sociales producidas por el golpe de Estado. La falta de justicia a la larga dañará la participación activa, consecuente e ideológica que tiene MAS, sobretodo entre las nuevas generaciones. De sostener esta participación consecuente -como vivimos y vimos el 2019 y 2020- dependerán en mucho las próximas elecciones y a la larga la continuidad del MAS como principal fuerza política de Bolivia, al mismo tiempo que dirige las transformaciones hacia la profundización del Proceso de Cambio.