Golpe o fraude, una tarea pedagógica
Los Golpes de Estado, como forma consentida de la reproducción del colonialismo en Bolivia, no ha tenido el mejor tratamiento en las reformas de la Constitución Boliviana del año 2009.
El Golpe de noviembre del 2019, ha demostrado la debilidad de la estructura legal constitucional para frenar los intentos de interrupción democrática y constitucional. Por estos aspectos, el debate nacional de -golpe o fraude- asume una importancia radical de pedagogía política ciudadana.
El largo proceso neoliberal, no solamente tuvo su perverso efecto económico, sino que anuló el debate ideológico y la práctica política, el discurso de la “modernización del Estado” se impuso en las aulas universitarias, en los sindicatos, en los contenidos curriculares de los centros de educación y en las relaciones sociales, cuyo eje fundamental fue que bolivianos y bolivianas debíamos “modernizarnos” dejando las decisiones políticas a las instituciones mundiales como el Banco Mundial o el FMI, reforzando en el inconsciente colectivo la dependencia intelectual, política y económica de los centros de poder occidental.
El pensamiento y actitud implementada por el neoliberalismo reforzó la estructura colonial del Estado boliviano caracterizado por su tradición racista y patriarcal, ya evidente el año 2008. Esa llamada de atención del brote racista, no fue tomada en cuenta en el catálogo de reformas efectivas traducidas en acciones concretas, luego de aprobar la nueva Constitución del Estado Plurinacional.
El debate –fraude o golpe- es el punto de partida para desentrañar el funcionamiento de los dispositivos que reproducen y consolidan el pensamiento colonial, la masa crítica donde tiene cabida y como enfrentarlo.
Las recientes declaraciones de una de las participantes en las reuniones de la Universidad Católica, nos señalan pistas para este tratamiento, por ejemplo la decisiva injerencia de la diplomacia europea, que incluye al Vaticano y sus representantes. La particularidad de mantener a los factores de represión facticos (policía y FFAA) en un segundo plano y solamente como parte del plan mediante tratativas personales de parte del padre del presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, institución cuestionada por su activa participación en el quiebre democrático; entonces este debate pedagógico debe llevarnos a cuestionar estos dispositivos, nacionales y extranjeros como los potenciales centros de articulación y ruptura de la democracia como sistema de gobierno.
El debate que es un proceso de “desenredar el ovillo” nos debe llevar a las modificaciones de nuestro sistema legal, para poner candados a los nuevos intentos de quiebre constitucional, con el objetivo de usufructuar el poder político para provecho económico.
El actual escenario de emergencia de la salud pública no debe opacar la necesidad histórica de conocer todos los entretelones del golpe de noviembre para que se convierta en una lección de la historia contemporánea de Bolivia, en la que fue el pueblo organizado, especialmente el protagonismo de los pueblos originarios que reconquisto la democracia como práctica de derechos.
“Ahora sabemos la diferencia entre democracia y dictadura” me decía un joven tarijeño, con estudios universitarios que sentía la necesidad de comprender la realidad boliviana, que no había sido parte de su proceso de formación universitaria en ciencias sociales. Esta deficiencia de sentido crítico de la realidad en los centros universitarios, quedan evidenciados por el clientelismo electoral de autoridades que define hoy el rol estudiantil en la mayoría de nuestras universidades.
Tenemos 20 años de neoliberalismo, enajenador del pensamiento crítico y unos 14 años de mantener las universidades, sindicatos y las organizaciones sociales alejadas del análisis político, por eso este, debate –golpe o fraude- tiene una tarea pedagógica para “leer la realidad” como señalaba Paulo Freire.