Jerarcas de la iglesia: ¡Hipócritas, sepulcros blanqueados!!
“Algunos padres de doctrina se comportan como verdugos porque, personalmente, con sus propias manos castigan afrentosamente y sin miramientos azotan desnudos y en cueros a los indios, sin fijarse si las víctimas son indios principales y comunes. De este modo el padre verdugo azotó al cacique D. Francisco Auquiquia.
Otras veces les encargaban a los fiscales o alcaldes que atormenten a los indios o indias mostrándose “rabiosos, coléricos y soberbios”. De esta manera Guamán Poma de Ayala retrata el nefasto rol de los curas en el proceso de la ‘conquista’ del Abya Yala.
La Iglesia Católica boliviana como heredera del pensamiento colonial, está tratando, otra vez, a la población boliviana como menores de edad, como “gente sin alma”, que no puede pensar, que no tiene idea que ellos (los jerarcas de la iglesia católica juntados en la CEB) son los llamados por Dios para decidir y elegir formas de gobierno al margen de la Constitución Política del Estado.
Debemos recordar cómo la Iglesia Católica movilizó a la población los días de la Asamblea Constituyente en la ciudad de Sucre, presionando y mostrando su poder, aprobada la Constitución se libraron otras batallas, especialmente en el campo de la educación y su influencia para conservar sus porciones feudales de reproducción del pensamiento colonial, como son los establecimientos privados de educación dirigidos por estos mismos curas que no pueden ver la masacre que ellos mismo originaron y rociaron con el agua bendita derramada en la crisma de Yanine Añez.
El relato farisaico de los jerarcas de la Iglesia, nos plantea hasta dónde somos “soberanos y dignos”, hasta donde se cumple el principio constitucional de un Estado laico; la compleja conjura que implican a ex ministros que acuden a llamados de sus “amigos” cuando se estaba jugando el futuro de un Estado forjado con la sangre de miles de aymaras, quechuas y guaraníes, masacrados en los últimos 20 años de gestión neoliberal.
El reciente informe de la Iglesia Católica sobre los hechos que acontecieron antes, durante y después de la autoproclamación de Áñez, primero como presidenta del Senado y, posteriormente, como presidenta del Estado, el martes 12 de noviembre de 2019, dos jornadas después de la dimisión de Morales a la presidencia, nos demuestran una clara inclinación a los opositores.
Los obispos católicos reaccionan así porque sienten culpa y miedo. Saben que si juzgan y encarcelan a los ejecutores del golpe y de las masacres, también se tendrá que investigar y castigar a los “autores intelectuales y espirituales”.
La jerarquía católica boliviana fue uno de los artífices y legitimadoras del Golpe de Estado porque los obispos en reunión con políticos opositores al gobierno de Morales, y con embajadores de otros países, decidieron incluso quién sería la sucesora de facto del sillón presidencial. Las evidencias periodísticas y confesiones de parte sobre ello son abundantes.
No podemos ser benevolentes con quienes demostraron su genuflexión ante este poder fáctico que es la Iglesia católica, desconfiando de la capacidad del pueblo. Nos preguntamos ¿Por qué estos burócratas no se dedicaron a preparar al pueblo para la resistencia ante cualquier presunto golpe de Estado? La información privilegiada de estos burócratas sirvió para tomar sus propias precauciones y dejar abandonado al pueblo y al propio Presidente y Vicepresidente.
La Iglesia Católica siempre ha estado del lado de los poderosos, han sido pocos los obispos o sacerdotes que tomaron la decisión de estar junto al pueblo sufrido y terminaron como mártires, esa también es la historia de la otra Iglesia, de una Iglesia Pueblo de Dios.
Carlos Mesa termina siendo una anécdota, un actor más en esta trama que se incubó fuera del país, y su participación confirma su pobreza intelectual y conocimiento de nuestra historia, la historia de los pueblos que no pierden la memoria, que saben quiénes son sus verdugos, ese pueblo que tiene paciencia que esperó más de 500 años para ajustar cuentas con los señores feudales coloniales, que siguen siendo dueños de la tierra y de las almas de muchos bolivianos y bolivianas.
Es momento de analizar las hojas del árbol, las ramas, el tronco, pero sobre todo la raíz, de esta persistencia de poder de las élites coloniales, ayer fue Olañeta, después Pando, Paz Estenssoro, Sánchez de Lozada y Paz Zamora, ahora es Camacho, es Mesa, es Reyes Villa; este es el poder colonial que incluso ha logrado introducirse en un instrumento propiedad de los pueblos originarios, repitiendo la práctica del Olañetismo.
La Iglesia Católica, sobre todo sus jerarcas, no perdonan a los pueblos originarios, autores de la Constitución, el haber anulado su poder político dentro del Estado. Esa es la herida que le obliga a mentir, ignorar y amparar a masacradores y violadores de los derechos humanos.
*Camilo Katari, es escritor e historiador potosino