La idiosincrasia “pitita”
Después de hace más de diez meses de recuperada la democracia en nuestro país, y más de 15 años de inaugurado el proceso de cambio, se puede identificar con mayor precisión la peculiar idiosincrasia “pitita”. Esta se ha desarrollado primero, a partir de enero de 2006, azuzando en la clase media el temor de perder casas y vehículos que serían expropiados por el gobierno de los indios, en algunos casos incluso llegaron a vender alguno que otro inmueble para emigrar a los states. Otros más confiados en su poder económico e influencia política, que todavía mantenían, auguraban un inminente fracaso de un gobierno de ignorantes e inexpertos.
Al prolongarse más de lo que quisieron, comenzó la campaña del rumor y de la desinformación. La era de los fake news y de la posverdad imponía su omnímoda presencia. Lideres políticos de los partidos neoliberales empequeñecidos y desprestigiados, eternos perdedores de elecciones, anunciaban gasolinazos, devaluaciones y corralitos bancarios. Las políticas de recuperación de nuestros recursos naturales y empresas públicas ocasionarían la retirada de la inversión extranjera y el país perdería sumas fabulosas en los juicios internacionales.
En dos años, ninguna de sus predicciones se cumplió, por el contrario, se inició el crecimiento económico, la inversión pública, la redistribución de los ingresos y el apoyo al gobierno se hizo más evidente.
La desesperación de la oligarquía principalmente extranjera asentada en Santa Cruz, retomó su vieja tradición separatista. Contrató a extranjeros para organizar un ejército mercenario para estructurar la “media luna” y dividir Bolivia. Se planificó el golpe cívico prefectural, que terminó en un rotundo fracaso. El gobierno y el presidente Evo Morales alcanzó su mayor triunfo electoral en el referéndum revocatorio obteniendo un impresionante 67%.
El separatismo se camufló en la reivindicación autonomista que fue derrotada por el voto de la mayoría ciudadana. Ocho años de constantes derrotas, se transformaron súbitamente en el referéndum de febrero de 2016. Graves errores del gobierno lograron lo que no pudo la derecha en más de diez años.
La idiosincrasia “pitita” pudo entonces barnizar su vocación separatista con una confusa mezcla de autonomismo y federalismo, más aún, incluso con un nacionalismo postizo, que con la bandera nacional en las espaldas, atrajo a amplios sectores de la clase media urbana. Adicional y paradójicamente, la mentalidad golpista de “pititas” en formación, se adueñó del discurso de la democracia, del respeto a la voluntad popular y de los derechos humanos.
Derrotados una vez más en octubre de 2019, redondearon su perfil “pitita”, la posverdad en acción transformó el golpe civico-militar-policial en una “rebelión libertaria, popular y democrática”.
La idiosincrasia “pitita” está plenamente conformada:
Un “pitita” se considera un demócrata, aunque apoyó en el pasado los golpes militares, hace 13 años el golpe cívico-prefectural y ahora el golpe cívico-militar-policial.
Un “pitita” se considera patriota, aunque apoyó a la “media luna” y la división de Bolivia.
Un “pitita” esta convencido de que cuando la derecha pierde hubo fraude, cuando gana, todo fue muy limpio y transparente.
Un “pitita” esta convencido de que luchó por la libertad y la democracia anudando un lazo a los postes, o poniendo un mueble usado en media calle. Siente que ha aportado al derrocamiento de un tirano. Hoy esta confundido, aplaudió la autoproclamación de Añez, ahora toma distancia de su gobierno.
Los “pititas” tienen como referentes de la supuesta lucha libertaria a los grupos paramilitares de la unión juvenil cruceñista o la resistencia cochala.
Un “pitita” se considera respetuoso de los derechos humanos, aunque participa o alienta las agresiones y pateaduras a campesinos e indígenas, a pobladores de El Alto el Chapare o el Plan Tresmil. Reclama y denuncia la “masacre de Chaparina”, donde no falleció persona alguna, pero desconoce y en casos aplaude las masacres de indios en Senkata, Sacaba, Pedregal y Betanzos.
Pititas enfurecidos denuncian la violación de los derechos humanos de Jeanine Añez en una cárcel-hotel con comida a la carta, atención médica y visitas de familiares todos los días, pero ignoran o hacen que ignorar la tortura de cientos de compatriotas, la vejación infame de la alcaldesa de Vinto, de la madre de Wilma Alanoca, la detención de Patricia Hermosa y la pérdida de su gestante o las torturas a Ayben Huaranca, a Feliciano Vegamonte, a Miriam Gamboa, a Lorgia Fuentes encadenada por más de 4 meses, y a tantos otros y otras más, el incendio y destrucción de los domicilios de Cesar Navarro, de su hermano y de su madre, de Esther Morales, de Víctor Hugo Vásquez, de Víctor Borda, de David Sánchez.
Los “pititas” se consideran muy honestos, no saben que hacer con sus “héroes” de ayer, Arturo Murillo, Fernando López, Elio Montes y varios otros y otras.
Los pititas desprecian a los indios, los consideran ignorantes y a si mismos como cultos e informados, pero no se han preguntado si en el último año leyeron siquiera un libro. No, prefieren las redes sociales donde dan rienda suelta a sus más primitivos instintos.
Los “pititas” aunque morenitos, algunos y algunas, más oscuros que morenitos, se consideran blancos, muy blancos, por ello no son muy amigos de los espejos.
El mayor contingente “pitita” se encuentra en la clase media urbana, presumen de su formación profesional, aunque muchos no la tengan o la hayan obtenido por medios poco honorables. Hacen gala de posgrados y supuestos merecimientos académicos en universidades del extranjero, que pocas veces, casi ninguna, tienen correlato en su desempeño como presidentes, ministros o parlamentarios, que a lo largo de décadas en función de gobierno, solo dejaron miseria y subdesarrollo.
Los “pititas” no conocen Bolivia, ni sus idiomas originarios, pero hablan inglés o presumen hablarlo. Su mayor anhelo es conocer disneylandia o las playas de Miami, Cancún, Punta Cana o al menos la de Arica, algunos ya las visitaron, no tienen el más mínimo interés en conocer o ignoran la existencia de Tiahuanacu, Iscanwaya, el Salar de Uyuni o el Madidi, la Laguna Verde o la Colorada, la Isla del Sol, o el Yacuma y sus hermosos bufeos.
Los “pítitas” aborrecen la revolución cubana, por ello protagonizaron el asalto de la Clínica Internacional, su gobierno expulsó a cientos de sus médicos por considerarlos técnicos medios y a la medicina cubana como atrasada, ignoran que Cuba, o hacen que ignorarlo, con esos médicos e investigadores despreciados ya han logrado 3 tipos de vacunas contra el Covid 19, como ningún otro país latinoamericano, ni siquiera algunas potencias capitalistas como Japón o Francia.
Asi es la idiosincracia “pitita”, ¿cambiarán algún día?
Difícil, muy difícil, por el contrario, hay muchos que se enorgullecen de serlo, allá con ellos, no tienen otra razón de orgullo, sus frustraciones, sus fracasos, sus incompetencias y sus odios raciales tienen que encontrar alguna compensación aunque sea “ser pitita”. Para ser más justos creo que también hay muchos que se arrepienten de hacerlo sido