Las aventuras del rey chiquito
Debemos advertir al amable lector y/o lectora que no estamos plagiando la obra de don Porfirio Díaz Machicado, que narra la historia del adolescente Pedro Obaya y cuyo escenario es la lucha anticolonial de Tupak Katari.
Estas notas son producto de la emergencia de un fenómeno macondiano, con todo su mundo mágico, descrito por el genial “Gabo”; fenómeno desarrollado en “tierra caliente” de Bolivia.
“Erase una vez, que un niño de inocente nacimiento fue creciendo a la sombra de su padre que en su tiempo juvenil, formó parte de un grupo civil violento, que encumbró a uno de tantos dictadores que, a su turno, “salvaba Bolivia”.
El dictador, como su nombre lo indica se dedicó a fortalecer un discurso de carácter racista y para demostrar en los hechos de lo que se trataba decretó que se de muerte a cualquier comunista detectado, ‘yo me hago responsable’ sentenció en el momento de dar la orden, pero fue más allá y ordeno la famosa ‘Masacre del Valle’ en el año 1976, que hasta la fecha no se conoce el número exacto de los muertos. Todos ellos y ellas quéchuas de comunidades cochabambinas.
Pero siguiendo con la historia de nuestro personaje, diremos que el padre acumuló cierto capital económico, como premio a sus servicios, eso permitió que nuestro personaje, el niño, recibiera una educación referida a su estatus social, es decir de una familia ligada a los gobiernos dictatoriales, y un círculo social excluyente y formado con un gran complejo de superioridad.
La naturaleza no fue tan generosa como se esperaba, no fue un niño de tez blanca y de rubio pelo, los genes ancestrales se impusieron y configuraron un jovenzuelo con todas las características de lo que en Bolivia se denomina ‘colla’. La prosperidad económica familiar, basada en los negocios concedidos por los gobiernos militares y de orden neoliberal (en épocas democráticas) se pusieron a tono con una nueva capa social emergente compuesta por migrantes europeos que con los mismos mecanismo lograron incrustarse en la sociedad y que además se adueñáron de sus instituciones. El conjunto de estos ‘hijitos de papá’ formaron una especie de “caballeros de la mesa servida” que tuvieron la idea de formar su propio reino, su propio castillo.
Las ideas de tener su propio castillo feudal, alejado de las molestas leyes, costumbres y sabores collas, fue madurando y probaron, estos caballeros de la mesa servida, desafiar al poder constituido, con amenazas y hechos violentos; para esto convinieron alianza con los representantes del Dios cristiano en la tierra, que también se encontraban en disputa con la Pachamama, a quién consideran una bruja que promueve el aborto y la vida, frente a ellos que son cultores de la muerte.
Con el tiempo, estos caballeros, también lograron incluir en su lista de la ‘servidumbre necesaria’ a ciertos oficiales de los gendarmes del reino, para juntarlos con sus tropas privadas que ya habían construido a lo largo de su adolescencia.
Los caballeros de la mesa servida, no se olvidaron de buscar y lograr el manto protector del imperio del norte, con cuyo apoyo comenzaron a difundir e influir en las conciencias de la población, mensajes cuyos efectos deberían ser a largo plazo, estos mensajes elaborados con agua bendita, obligaban a tener como único ‘gobierno moral’ a los citados caballeros y todo aquel que no era obediente sería sometido con la falange pretoriana que, primero apaleaba y luego incendiaba casas, oficinas públicas, en nombre de Dios y las buenas costumbres, y realizaba incursiones en lugares que presentaban resistencia.
Los caballeros de la mesa servida, decidieron que era tiempo de guerra para tener su propio castillo, sus propias tierras y sus propios siervos y nombraron a un rey, un rey chiquito, que desde entonces, asusta a los temerosos y gracias a sus juglares modernos, llamados ‘periodistas’ tiene la intención de quebrar la vida de millones de seres humanos, que creían que los tiempos feudales habían pasado.
El rey chiquito, ha decretado la guerra y sus sueños infantiles, alimentados por su padre, se han convertido en la razón de su vida: tener su propio castillo.” FIN del primer episodio.
Camilo Katari