El vacío de poder
Libia, Irak, Chile en el 73 y otros países, han sido víctimas del “vacío político” creado por los EEUU, en su estrategia imperial de dominio. Los cientos de Golpes de Estado en el mundo son parte fundamental de esta estrategia imperialista.
Este segundo milenio en Cochabamba (Bolivia), fue inaugurado con “La guerra del agua”, un acontecimiento cuyo protagonista fue el pueblo “sencillo y trabajador” como en ese entonces declaró Oscar Olivera uno de los “portavoces” del movimiento.
Este acontecimiento logró quebrar el sistema político boliviano caracterizado por un marcado elitismo y una centenaria exclusión de los pueblos originarios en la vida política del Estado boliviano.
La crisis política que originó la Guerra del Agua, debilitó a los partidos tradicionales hasta que en el año 2005, quedaron sepultados. Estamos hablando del MNR, MIR (en sus diferentes expresiones) ADN, incluidos los partidos de izquierda que adhirieron al MAS.
Desde entonces Bolivia no tiene partidos políticos de derecha, ni del denominado centro democrático, existe entonces un “vació” generado por el pueblo, no por EEUU, vacío que ha sido reemplazado por los medios de comunicación, la jerarquía de la Iglesia Católica y los colectivos/plataformas ciudadanas, lugares donde se refugiaron los políticos desplazados en el año 2006.
El principal eje articulador de la derecha política está en los medios de comunicación que son los amplificadores de estos colectivos ciudadanos como el autodenominado “Grupo de Juristas Independientes” representados por Juan del Granado y José Antonio Rivera, ambos militantes del MIR y eternos entrevistados en temas políticos en los medios afines a la derecha colonial.
La intención de aparentar “nuevos actores” en el ámbito político, no puede enfrentar a la memoria popular, que pese al denodado esfuerzo de los medios de comunicación por “borrar el pasado” no ha logrado inhibir los veinte años de ajuste estructural neoliberal, de sus actores y de los partidos que lo apuntalaron, los miles de “exiliados económicos” que se encuentran en diferentes países del mundo son esos testigos históricos de ese proceso; seguramente por eso se consideran férreos defensores del proceso de cambio y del Instrumento Político.
El grupo político que definió el golpe de Estado –compuesto por la Iglesia católica, militantes solitarios del MIR, MNR, ADN- trató de instalar la narrativa del “vació de poder” para justificar el golpe, narrativa que mantienen para rehuir su responsabilidad por los delitos cometidos como las masacres de Senkata y Huayllani.
Ahora bien, uno de los factores que coadyuvó a debilitar el sistema de partidos políticos fue la Ley 2771 del 2004, abriendo la puerta a las “Agrupaciones Ciudadanas y de Pueblos indígenas” (posiblemente con el objetivo de restar votantes al MAS) que con el pretexto de dar mayor participación a ciudadanos y ciudadanas, permitió que las “Agrupaciones Ciudadanas” conviertan la política en un mercado.
En cuanto a los pueblos indígenas, les permitió romper con los condicionamientos de los partidos políticos. Seguramente para “corregir” este error, en el 2018 se aprueba la Ley de Organizaciones Políticas, poniendo vigente las elecciones primarias en los partidos políticos y anulando las Agrupaciones Ciudadanas.
Considerado un avance en la democratización de los partidos políticos, las primarias y la misma Ley de Organizaciones Políticas quedó en el olvido en las elecciones del año 2020; permitiendo nuevamente las Agrupaciones Ciudadanas, mecanismo con el que se logró la participación de golpistas que hoy son autoridades “democráticas” luego de conspirar contra ella.
Todo lo apuntado refleja la compleja maraña de acuerdos, intereses y desubicaciones, en el marco de un proceso de transición que aún no recupera su cauce extraviado, en los días aciagos de noviembre del año 2019, del financiamiento para crear estos escenarios y la limitada respuesta de los movimientos que se reclaman “revolucionarios”.
*Camilo Katari, es escritor e historiador potosino