Los aleteos del hegemón
El hegemón aletea fuerte, injerencista y con las pretensiones de siempre. Herido en su unipolaridad, que creía eterna a partir de 1989 con la caída del muro de Berlín, fue afrontado en su pretendido “patio trasero” por el comandante Hugo Chávez en los años 90 del siglo pasado. Entendió entonces que nuestra América cambió, por lo que decidió arremeter con todas sus fuerzas en contra de las decisiones de sus pueblos utilizando todas las formas de lucha.
La revolución bolivariana latía en las calles desde 1989, cuando la población se alzó en contra de las medidas impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) a la economía venezolana, como el alza de la gasolina y a la tarifa de transporte público, la gente de los barrios se volcó a las calles y fue reprimida de forma brutal por un ejército que en ese entonces respondía a órdenes foráneas.
Lo mismo pasó en Bolivia en febrero de 2000 con la guerra del agua que dijo NO a las privatizaciones y en febrero y octubre de 2003, cuando Sánchez de Lozada quiso aplicar medidas del FMI como el alza de impuestos, dando pie a un gran estallido para terminar con el expresidente huyendo a refugiarse a Miami después de la denominada guerra del gas, donde también se masacró al pueblo boliviano.
Al hegemón no le interesa la historia de lucha de los pueblos aguerridos y libres del sur, sabemos que no. No respeta ni reconoce a sus organizaciones populares que por más de medio siglo están dando una pelea frontal a la injerencia.
Digo todo esto porque el viernes recién pasado, el presidente Biden tuvo el atrevimiento de “llamar la atención” como siempre, inaceptablemente irrespetuoso, amenazante e injerencista, a dos naciones soberanas, por “no cumplir”, según dijo, con los “deberes” de la lucha contra el narcotráfico. Mentiras, amenaza absurda que sabemos tiene su trasfondo ideológico, pues países donde proliferan sus bases militares fijas o móviles son principales fabricantes y proveedores del porcentaje mayor de los estupefacientes que consumen los estadounidenses. Sin embargo, ese país no lucha contra el consumo interno ni contra el narcotráfico en su propio territorio, no sanciona ni persigue las inmensas ganancias que genera. Es decir, que esa nación es -a su vez- el primer consumidor de drogas duras y juzga al resto del mundo cual fiscal autorizado para aquello. Es juez y parte. ¿De qué nos acusa en realidad?
En la semana pasada, también el FMI había amenazado a Bolivia con quitarle “beneficios” si no subía el dólar y ajustaba su política de distribución de la riqueza. Es una insolencia indignante que sabemos responde a su desesperación de encontrarse de repente -y muy a su pesar- en que el mundo se ha convertido en multipolar, donde no son ellos los que impondrán las normas ni las reglas del mercado mundial del futuro próximo.
Que los pueblos están develando la falsa moral vertida a través de la mass media y “mass guerra”, utilizada para sus fines, que ha servido para destruir países, dejarlos en la miseria, el caos y la violencia mientras Estados Unidos saca las ganancias. Bastan unos pocos ejemplos, Irak invadido por supuestas armas de destrucción masiva, mentira comprobada, Libia sigue en una guerra permanente después de 11 años de matar a su presidente. Afganistán, dejaron a los talibanes que el mismo imperio armó y alentó; Argentina atraviesa una crisis inflacionaria porque ha tenido que pagar los préstamos realizados a Mauricio Macri por el FMI. Y así un triste y largo etcétera.
Hay que analizar y de alguna manera enfrentar como pueblos hermanos, las amenazas veladas inescrupulosamente contra Bolivia y Venezuela recientemente, por parte del hegemón y particularmente del FMI.
Felicito al ministro de economía boliviano, que alzó su voz en nombre del gobierno para decirles que Bolivia es digna y soberana. Ejemplo también el del presidente Nicolás Maduro y el heroico pueblo venezolano, que ha tenido que lidiar con todo tipo de guerra, desde el bloqueo criminal, magnicidio contra el primer mandatario, la negación de medicamentos y préstamos en tiempo de pandemia y un largo etcétera.
Pueblos y gobiernos que batallan cada día para que en medio de las duras medidas y el aleteo injerencista siguen luchando con la esperanza de otro mundo mejor. Los aleteos del hegemón nos ponen en alerta y reafirman la serena, pero firme convicción de los pueblos de luchar y luchar hasta vencer.
*Cris González Directora Correo del Alba
Fuente: www.correodelalba.org