La desinformación política
Llevamos viviendo años en los que la disputa política se evidencia muy intensa, en los que las emociones son el centro de atracción principal antes que los llamados debates racionales; esa disputa tiene un signo identitario que se refuerza a diario. Pero para ser más exactos respecto a lo que se dice, hay algunos datos que pueden ayudar a explicar este fenómeno sociopolítico.
Hace poco se publicó un informe sobre desinformación de la Fundación UNIR-Bolivia (titulado Freno a la desinformación en Bolivia), en dicho trabajo se da cuenta que en 2019, 2020 y 2021 (hasta septiembre de este último año) hubo 3.528 mensajes generadores de mentiras en las redes sociales. De éstos, casi el 61% son noticias falsas en temas políticos, luego con el 23%, mensajes falsos del tema salud. El resto de temas no pasan del 6%.
Lo primero que llama la atención es que irónicamente, algo que debiera haber servido para generar el mayor incentivo para el debate democrático a partir de las redes sociales, en realidad se evidencia que durante esos años en los que tuvimos dos elecciones generales y una subnacional, las noticias falsas estuvieron a la orden del día. Esto debiera llevarnos a preguntarnos cuánto efectivamente tenemos de una sociedad con una opinión pública fuerte, o por el contrario, existen demasiados incentivos en redes sociales para sumarse al linchamiento mediático y a compartir aquello que esté dentro de la identidad política a la que pertenezco.
A esto se suma el dato de que el segundo tema con más contenido de noticias falsas fuera el de la salud, esto sin duda porque como estábamos atravesando un momento delicado con la pandemia, entonces la predisposición a generar contenido falso era mayor, esto alimenta la idea de que los temas más comentados que hacen a las principales preocupaciones coyunturales que vivimos no son necesariamente aquellos que se posicionan utilizando el debate democrático, sino haciendo uso de una guerra sucia de desinformación.
La construcción de estas noticias falsas tiene algunas características muy interesantes que el informe se encarga de desmenuzar, como por ejemplo: el recurso discursivo empleado es de acusación y descalificación; se comparte más en texto e imagen que en video; se edita más que se monta; su propósito es incitar al odio y a la difamación.
Esta práctica de generar contenido de noticias falsas tiene un objetivo, el de alimentar escenarios de polarización social, es decir, ahondar aún más fracturas históricas que nos dividen como sociedad, y reforzar una de las dos grandes identidades políticas anti o a favor que son con las que hoy vivimos. Por eso andamos más preocupados por las consecuencias que por las causas, y frente a este panorama solamente se puede decir: sálvese quien pueda.
Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario.