El fenómeno «camachismo»
Hay un fenómeno político contemporáneo que considero hay que estudiarlo con cuidado, porque desconocer los factores que lo provoca, es un verdadero peligro para la democracia y los Derechos Humanos.
Este fenómeno no tiene un nombre unívoco; algunos lo llaman «neopopulismo» de derecha, otros «neofascismo» y algunos prefieren llamarlo «ultra conservadurismo».
Sin embargo es fácil ver algunas de sus expresiones a nivel mundial: Donald Trump, en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, Marie Le Pen en Francia y a nivel local el «camachismo».
También es fácil reconocer sus características: Asumen un estilo confrontaciónal, son notoriamente primarios en formación intelectual, propagan discursos de odio, apelan permanentemente a la mentira, deshumanizan a los adversarios y los transforman en supuestos enemigos. Usan de una forma descarada a la religión cristiana y hablan como si obraran a nombre de Dios, haciendo retroceder a la política a épocas previas a la Ilustración, a la Edad Media, cuando política y religión estaban unidas. Creen hablar por el pueblo y principalmente no reconocen el valor de la democracia porque nunca aceptan una derrota electoral. El ex presidente Trump llegó al extremo de movilizar gente que vestidos de forma extravagante intervinieron el Capitolio y hasta el último día de su mandato insistió en que perdió por un fraude. Bolsonaro tampoco reconoce la victoria de Lula y considera que hubo fraude. Camacho también inventó un supuesto fraude y si bien no lo inventó solo, fue el que mejor lo utilizó, generando desconfianza del patrón electoral, que fue el mismo con el que salió electo cómo gobernador.
Sus discursos biliares, asentados en bravuconadas, apelan a la religión, al nacionalismo y a otras identidades básicas que son permeables en sectores de la sociedad con poca instrucción, porque al apelar a las emociones y no a la razón, son más asimilables en mentes sin mucha lectura, aunque para sorpresa de algunos, cuente entre sus seguidores a personas con educación universitaria. Eso no es novedad, no olvidemos que un discurso primitivo, casi bestial cómo el de Hitler cautivó a un pueblo tan culto como Alemania, tierra de Goethe, de Kant y cuna de la reforma luterana. Lo asombroso es que pese a sus pésimas gestiones a la cabeza de sus respectivos gobiernos, caracterizadas por la ineficiencia y corrupción, mantienen la lealtad de sus seguidores, aunque ninguno haya sido reelegido.
La pregunta que habría que responder es qué causa este fenómeno que afecta a países desarrollados cómo Estados Unidos o Francia, tanto como a países no tan desarrollados como Bolivia. Tengo tres tesis provisionales: Primera, el bajo nivel de formación acrecentado por las nuevas tecnologías de la información, hecho qué causa que la gente no lea y forme su criterio no por artículos, documentos o libros, sino por memes, que apelan al mesocéfalo o al paleocéfalo y no al neocortex cerebral, lo que lleva a qué la gente se guíe por instintos, impulsos o emociones y no por ideas o razonamiento lógico. Segunda causa es el vacío dejado por la gran crisis de las ideologías en la sociedad postindustrial que ya anunciara Francis Fukuyama y antes que él, Carl Popper, sólo que a diferencia de lo que supuso Fukuyama, lo étnico, lo religioso y lo local no fueron sustituidos por una adhesión a la democracia como método de legitimación universal, sino que pervivieron y reencarnaron en las tradiciones antiliberales y antisocialistas de los nacionalismos europeos de entreguerras. El tercer factor es el extremo individualismo y consumismo que es estimulado en una sociedad frívola, hedonista y despreocupada no solo de la sostenibilidad ambiental, sino de la equidad social.
Aclaro que este esquema es provisional y no dudo que se pueden encontrar otras causas que expliquen este tipo de prácticas políticas.
Finalmente habría que señalar algunos factores que facilitan que estas ideologías elementales y discursos tan rudimentarios puedan incidir en sectores de la sociedad: uno de ellos lo constituyen las redes sociales que permiten mentir y publicar prácticamente sin límites. Otro es la existencia de cierta prensa facturada dispuesta a difundir mentiras, manipular, crear noticias y generar corrientes de opinión basadas en la desinformación y distorsión de los hechos, tarea que se ve facilitada por públicos poco críticos . Los grupos y sectas religiosas, que han visto en estás expresiones políticas vías para penetrar en la sociedad también juegan su rol en la aparición de este fenómeno.
Cuando escucho hablar y repetir incongruencias o frases de odio visceral a gente que consideraba inteligente, y veo a personas comportarse como zombies, repitiendo dislates aunque tengan evidencia de lo contrario, siempre me pregunto quien mete tanta mierda en la cabeza a la gente. Es obvio que hay un grupo de medios de comunicación que están en ello, pero creo que hay alguien que trabaja desde las redes sociales con el objetivo de desdibujar la realidad y construir una realidad paralela que sin embargo, cómo ocurre con los terraplanistas, es la verdadera realidad para algunos. Por el bien de la democracia y de la Humanidad tenemos que investigar quién mueve los hilos tras las bambalinas. O puede que la tierra sea plana y nosotros seguimos creyendo románticamente que es redonda.
Reymi Ferreira.