Hijos del centralismo republicano
La construcción del Estado republicano colonial liberal liderado por el caudillismo militar culminó su ciclo con la invasión chilena y de capitales ingleses a nuestras costas del Pacífico, la pérdida de territorio y la derrota militar iniciaron la fase oligárquica con el ascenso al gobierno al frente de los “barones de la plata”, con Narciso Campero, Gregorio Pacheco y Aniceto Arce, la revolución federal de fines del siglo XIX, el asesinato a Zárate Willca, el ascenso de los liberales al poder político y con ellos, los “barones del estaño”, hasta la insurrección y la revolución de abril de 1952, cerró el ciclo oligárquico minero y feudal en occidente y en el valle en el país.
Los constructores del Estado, en función de la colonialidad, partieron de la estratificación racial y patriarcal de la sociedad, cuyo efecto es la composición de clase del Estado, de la propiedad de los recursos naturales y sobre los indígenas, fueron expulsados de la titularidad política del poder, el MNR y el nacionalismo revolucionario lideraron la fase del capitalismo de Estado del republicanismo liberal que no se desprendió del colonialismo.
El voto universal fue la nacionalización de la ciudadanía y con ello del Estado, la reforma agraria fue la nacionalización de la tierra en occidente, parcialmente en el valle y la nacionalización de la minería significó que los obreros, con la revolución, transfirieron la plusvalía al Estado, la nueva élite nacionalista en el poder dispuso del excedente.
La concepción ideológica de los titulares políticos del nacionalismo-capitalismo de Estado, en su vertiente democrática y militar dictatorial, al detentar el poder y disponer de excedente tuvieron como horizonte dual mantener en occidente la estructura productiva minera heredada de la oligarquía y en el oriente, constituir, impulsar y financiar la nueva burguesía con la dotación de millones de hectáreas, bajo los parámetros de la colonialidad, es decir el nacionalismo prescindió de los indígenas y campesinos, fueron los grupos de poder y los migrantes europeos los beneficiarios que acapararon el monopolio de la tierra.
La base de la estructura cruceña hasta la primera mitad del siglo XX era la hacienda tradicional, que derivó de la encomienda colonial, que representaba el 11% a nivel nacional y en menor escala, la ganadería.
A inicios de la década de los años 40, EEUU envió una delegación al frente de Mervin Bohan, que elaboró el Plan Bohan, que se sintetiza en: i) promover las relaciones de largo plazo entre ambos países; ii) fomentar las comunicaciones en Bolivia, teniendo como proyecto primordial la carretera Cochabamba-Santa Cruz; iii) alentar la expansión y diversificación de la producción agrícola para las exportaciones; y iv) potenciar y perfeccionar la explotación minera. La mirada de imperio en ese tiempo se concentró en el oriente y potenciar la oligarquía minera; nacionalizada la propiedad de los “barones del estaño”, el nacionalismo civil y militar miraba al oriente.
La fase civil-democrática entre 1952-1964, liderada por el MNR, dotó 5.113.152 hectáreas, en la fase militar-dictatorial (1964-1980) se dotó 26.597.313. Desde el poder se impulsó el nuevo latifundio y con ello, la construcción y constitución de la nueva clase. Hasta mediados de los años 90, el 68% de las tierras tituladas (38 millones de ha) estaba concentrada en empresas privadas. La fuerza no estaba solo concentrada en la tenencia de la propiedad sino en la generación de excedente, para ello el gobierno, a través de financiamiento del Banco Agrícola, entre en 1955 y 1975, dispuso cerca del 80% de créditos para el empresariado oriental, además de la dotación de equipos, maquinarias, financiamiento externo de la CAF, donación y créditos de EEUU, condonación de deudas, construcción de infraestructura caminera, eléctrica, etc.
En este tiempo largo, el enemigo para la nueva oligarquía oriental no era el centralismo colla, es más, convivían, disfrutaban y se beneficiaban del poder, mientras el Estado representaba sus intereses.
El ascenso de los plebeyos, la izquierda y la construcción del Estado Plurinacional quebró el sentido de poder de la oligarquía oriental y así empezó a combatir la fuente que le dio patrimonio y poder para reconfigurar su espacio —regional— y dominio hegemónico. Ante su derrota autonómica, la nueva ofensiva está en función de la consigna federalista.
La disputa para el establishment cruceño contra el Estado Plurinacional es detentar el poder de decisión sobre los recursos naturales en su departamento, dominio y control territorial oligárquico; implicaría para Bolivia que Santa Cruz se constituya en factor geopolítico. La reconfiguración del poder en su lógica no parte por ahora en ascender al Gobierno, sino en determinar la organización del poder en función del vector de clase del oriente, el federalismo deja de ser una consigna para constituirse en el motivador regional y en estrategia de poder territorial.
César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.