Cambiar el mundo ¿para una mujer?
Qué difícil es querer cambiar el mundo hacia una sociedad más justa e igualitaria.
Recordamos frecuentemente las luchas de Ernesto el Che Guevara, Camilo Cienfuegos, N. Mandela, V. Lenin, Malcom X, Martin Luther King, Thomas Sankara, Marcelo Quiroga Sta.Cruz, Inti Peredo, P. Zárate Willka, J.G.Tupac Amaru, Luis Espinal y muchos otros que dejaron la vida por su ideología.
Resulta, en la práctica del cotidiano vivir, difícil para un hombre escoger ese camino, pero ¿para una mujer?
La característica del revolucionario debe ser la lucha contra la conformidad. En esta sociedad resulta más fácil ser conformista, vivir la vida que nos toca sin mirar al otro, estudiar, trabajar para ganar dinero y sobrevivir. Entonces, levantar la voz ante las injusticias y hacer que tiemble el suelo del sistema opresor en el que nos vemos forzados a existir es una tarea imprescindible.
Muchas son las mujeres que lucharon por un mundo mejor en distintos momentos y circunstancias. Muchas como Rosa Luxemburgo, Alexandra Kollontai, Adela Velarde, Juana Azurduy, Adela Zamudio o Domitila Chungara. Sin embargo son pocas las mujeres que alcanzaron reconocimiento tras una vida de lucha y la mayoría de ellas se vieron apagadas en gran medida por la sumisión ante los mandatos incluso desde el nacimiento mismo y de la sociedad patriarcal conservadora.
Analicemos entonces el abrazo de Evita Perón a su esposo después de renunciar a la candidatura a la vicepresidencia de Argentina. Claramente es una imagen cargada de dolor, donde decide ella poner la lucha de su pareja por encima de sus luchas para ocupar el lugar de compañera en la lucha, dejando a un lado la posibilidad de ser la gestora de cambios en la sociedad.
Leí en algún espacio de intercambio de pensamientos un dicho que dicen es común: “El hombre es revolucionario hasta que tiene poder, y la mujer es revolucionaria hasta que se enamora”, asumiendo entonces que un hombre deja de luchar cuando se corrompe por su ambición, egoísmo y su necesidad de beneficiarse por encima del dolor del pueblo, y que una mujer abandona sus luchas queda sometida a un rol de sumisión ante el egoísmo de un hombre. Existe un factor común en ambos casos.
Será fundamental, entonces, valorar y practicar la importancia de la dualidad y complementariedad del Chacha Warmi (Hombre-Mujer), pensar y repensar, luchar y seguir luchando en unidad por un mundo mejor.
«Ser feminista y no ser de izquierda es falta de estrategia, Ser de izquierda y no ser feminista es carencia de profundidad» Rosa Luxemburgo
Escrito por: Christhian Daniel Alexsay Pérez Pardo