Abril ayer y hoy
Abril es un mes del pueblo, en el año 1952 se levantó en armas para derrocar a la famosa “rosca minero-feudal”, que un partido se haya adueñado y convertido esa gesta heroica en una revolución inconclusa, es harina de otro costal, días después el 17, se funda la COB con Juan Lechín Oquendo a la cabeza.
Abril también es el mes de la Guerra del Agua, que fue el inicio del llamado proceso de cambio, que aún no ha concluido, por eso nuestro homenaje a la Coordinadora del Agua y a todos y todas que en esos días gloriosos tuvieron en sus manos el liderazgo de las acciones.
En ese abril histórico entre el recuerdo a esas gestas revolucionarias, podemos anotar algo que desde hace meses se viene tejiendo al fragor de disputas en el partido de gobierno, aunque el presidente Luis Arce no le dio tanta importancia pero, algo quiso decir cuando insinuaba, en términos deportivos, que “hay que saber cuándo uno cuelga los cachos, como en el fútbol”.
Arce ya había manifestado algo similar en el aniversario XXVI del Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (Conamaq), dijo que el mandato de las autoridades tiene un fin, como herencia y tradición de los pueblos indígenas. “De ustedes hemos aprendido que el mandato de las autoridades tiene un fin, que hay una temporalidad del mandato”, había dicho.
Las declaraciones de Arce sobre la temporalidad de los cargos coinciden con la disputa interna en el MAS por la candidatura partidaria para las elecciones generales de 2025.
Según la Constitución Política del Estado (CPE), Arce tiene opción a un segundo mandato. Consultado sobre esta posibilidad, dijo que “es prematuro” hablar de candidaturas. Dijo que un acuerdo interno en el MAS impide hablar del asunto sino en 2024.
En ésta mezquina disputa por el liderazgo electoral en el MAS está confirmando que para muchos entusiastas y muy militantes defensores y activistas del “proceso de cambio”, el sujeto histórico queda circunscrito a la figura de un jefe y de nadie más, cuando el manual del buen revolucionario dice que el sujeto histórico de todo proceso transformador es un conjunto de intencionalidades políticas con características sociales y económicas.
En este panorama político, no tiene que alarmarnos las cada vez más destempladas metidas de pata del ex ministro Carlos Romero denigrando al que fuera su compañero de gabinete ministerial, ahora presidente del país. Lanza cualquier ironía en palabras agresivas llamándole políglota porque “está callado en siete idiomas”, en alusión a presuntos actos de corrupción de su gestión gubernamental.
Cuando vemos con intencionalidad sobrada del repunte de la economía frente a la agresión opositora, sus analistas económicos y otros opinadores, la división del MAS se ahonda cada día, y la última estocada de quien pudo ser el factor de reencauce, y no de desmarque, es la sentencia de “el MAS no está en el Gobierno”.
Nadie del ala “evista” calificó de positivas las declaraciones de Luis Arce a un medio televisivo cuando alejaba del imaginario social el fantasma de la devaluación afirmando que la economía está más sólida que nunca.
Como diría el vocero, Jorge Richter, esta división está causando “heridas difíciles de sanar” en el oficialismo, y la evidencia son las alas “arcista” y “evista”, que no solo se quedan ahí sino que profundizan los afanes de desestabilización que vienen provocados por parte de sectores de la derecha que alimentan este escenario.
Los opinadores al interior del MAS, pierden su tiempo, se ocupan más en denigrar y ridiculizar la figura del vicepresidente David Choquehuanca como si él fuera el artífice de la división llamándolo traidor, entrometido, porque dizque se fue a Chimoré y no pidió “permiso”, a la dirigencia evista.
Hoy día, el MAS-IPSP se perfila como una organización con dos cabezas y hasta tres, en la que el horizonte de una estrategia transformadora en la correlación de fuerzas de la sociedad boliviana está comenzando a perderse.
Y en ese sentido, la nacional popular puede terminar convirtiéndose en el artefacto que acabe con su existencia como sucedió con el movimientismo empoderado en los años 50 que parió una revolución tutelada e inconclusa.
Y lo último pudo ser el factor clave para el quiebre partidario: Morales no decide ni incide. Basta ver cuántas veces pidió el cambio de gabinete, el viraje de la gestión económica o la profundización de la lucha contra el narcotráfico.
Impotente, éste ahora juega a la oposición, al punto de hacer trizas esa construcción política que supo consolidar las luchas sociales para la llegada al poder, la instalación de la Asamblea Constituyente, la inclusión de las mayorías en las políticas de Estado, la nueva Constitución, las obras en lugares recónditos, la recuperación de los recursos naturales, la nacionalización, la victoria sucesiva sobre las fuerzas conservadoras.
Tanto llevó la pugna y mayores expresiones apresuradas, al punto de deshacerse de sus viejos hombres leales, como Álvaro García, a quien acaba de considerarlo “un enemigo más”. Quizás fue el uno de los últimos eslabones del quiebre. Los intentos del exvicepresidente y del varias veces acompañante de fórmula de Morales quedaron en esa calificación.
Pero abril del contexto actual, también es el mes donde empieza a rearticularse la oposición junto a sectores que siempre anduvieron en procesos de desestabilización como son los cívicos, el magisterio, el sector salud de Larrea, gremialistas, el ala dura de la prensa con Raúl Peñaranda con el pretexto que el gobierno desde la Asamblea Legislativa, pretende aprobar las “leyes malditas” en una clara muestra de generar una estado de desestabilización y de desgaste al gobierno.
Mientras, una gran mayoría resalta el baluarte de una trayectoria luchadora de Morales, que no está en duda, ahora está empeñado hasta romper con todo a título de lealtades o traiciones. Es hora de dejar atrás ambiciones de poder como lo fueron los ‘abriles’ del movimientismo.
Por eso, tal como lo habíamos sugerido en más de una oportunidad, el paso de Morales hacia Arce en la presidencia debiera ser la síntesis argumental suficiente para saber de qué se trata la reproducción en el poder, tanto mejor si fuera sin pugnas por cada uno, sino dentro de procesos transparentes con convicción verdaderamente militante y revolucionaria.
*Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe