Homenaje al Cuate

Antonio del Conde, conocido como El Cuate, y quien fuera un estrecho colaborador  Fidel Castro, falleció a los 97 años de edad este 28 de marzo, en el municipio de Tecate, en el estado de Baja California, México.

Del Cuate se han publicado entrevistas,  noticias, comentarios, variadas historias y libros, especialmente el titulado  “Memorias del dueño del Yate Granma”, editado en México en 2012.

Lo conocimos en 1976 y en algunas de nuestras crónicas escribimos  sobre el legendario solidario, entre ellas cuando el  Timonel del Granma  Norberto Collado Abreu,  protector del  Granma en exposición permanente como parte del Complejo Escultórico del Museo de la Revolución. 

En una ocasión, el “El Cuate” llegó sin avisar y debido a la emoción, fue directo a subir al Yate sin solicitar autorización.  Los jóvenes veladores lo impidieron.

Las reclamaciones fueron inmediatas y tuvo que intervenir Collado, quien explicó a los custodios que el visitante fue la persona que facilitó a Fidel la compra del Granma y seguramente se sentía el propietario.

Les solicitó a los celosos guardianes que amablemente lo invitaran a subir para que se volviera a sentirse dueño de la histórica nave.  Por otro lado, convenció al “Cuate” a pedir disculpas a esos jóvenes que cumplían su deber y todo se resolvió armoniosamente.

Antonio del Conde Pontones nació en 1926 en Nueva York, empresario y comerciante mexicano, dedicado al negocio de ventas de armas deportivas que su progenitor tenía en el centro de la ciudad.

En 1949 falleció su padre en un accidente automovilístico y Antonio con veinticuatro años, se ocupó de los negocios familiares que incluían un taller de venta y reparación de armas deportivas, la representación de  tractores y una imprenta entre otros.

En junio de 1953, conoció a Fidel y lo apoyó en su búsqueda de armas y se convirtió en uno de sus colaboradores, encontró a orillas del Río Tuxpan el barco que pertenecía a una pareja de norteamericanos.

Cuando se conoció la llegada del Granma a las costas cubana, la Secretaría de la Defensa Nacional de México le quitó el permiso de armería. El Cuate se puso en contacto con las hermanas de Fidel y Raúl, Lidia, Juanita, Enma, y Agustina y comenzó su ayuda a la lucha en la Sierra Maestra.

Al triunfar la Revolución se trasladó a Cuba con su familia, donde nació una de sus hijas, trabajó en el Ministerio de Industrias, a cargo del Comandante Ernesto Che Guevara y le encomendaron construir una fábrica de medidores de agua, y viajó a Praga para supervisar una posible compra de una fábrica de rifles de calibre 22. 

En 1964 regresaron a México donde fue detenido y enviado a la cárcel de Lecumberri y liberado tres meses después con la obligación de presentarse en un juzgado de paz cada mes.

En noviembre del 2006 Adys Escribió un artículo sobre el Granma y la solidaridad mexicana, reproducido en Italia por Carlo Nobile en su sección “CUBA. Una Identidad  en Movimiento.”, titulado “Proa al sol. “¿Y ese barco de quien es?.

Cuando Fidel vio el Granma por primera vez, el yate estaba varado, a una orilla del río Tuxpan. Fue entonces, cuando preguntó al mexicano Antonio del Conde, «El Cuate», ¿ y ese barco de quién es? Fue el propio Antonio quien relató este encuentro en el libro subtitulado Fidel en México de Otto Hernández Garcini, Antonio Núñez Jiménez y Liliana Núñez Veliz:  

«Le digo que es mío que lo compré con bonos, que está varado y lo estoy arreglando. Entonces me dice Fidel textualmente»: «Si usted me arregla ese barco, en ese me voy a Cuba».  Yo le objeto: «Señor, este barco no sirve, ni quilla tiene, los motores no funcionan».

Y nada más me repite: «Si usted me arregla ese barco, en ese barco me voy a Cuba».

Y el barco llegó a Cuba, tenía que ser en ese. Antonio del Conde, arregló la quilla, el motor, todo el yate, y lo echó a andar por el río, iba junto a Jesús Reyes, Chuchú, que lo acompañó en la hermosa misión, cuando probaron la velocidad de la nave desde el río hacia el mar, y lo dejaron listo para zarpar aquel glorioso 25 de noviembre de 1956, en que Chuchú fue el maquinista de la expedición…

Hace 50 años, en ese yate «de lujo» sólo para ocho personas, llegaron los 82 expedicionarios a Cuba, entre ellos vinieron: un argentino, Ernesto Guevara de la Serna; un mexicano, Alfonso Guillén Zelaya; un dominicano, Ramón Mejías del Castillo; y un italiano, Gino Donè.

El yate sigue navegando con todos los que abrazan los sueños convertidos en realidad que llegaron en él. Proa al desarrollo, a la vida, repartiendo solidaridad, amor y justicia a los necesitados.

En el libro subtitulado: Fidel en México, los autores siguen las huellas del exilio de los cubanos que hicieron vivir a José Martí en el Año de su Centenario. Se amplía con los testimonios, documentos, mapas, fotografías. Entre las entrevistadas aparece la mexicana cubana Julieta Maristany, y Arsacio Venegas, Obdulia Soto viuda de Fidalgo y Alfonsina González, entre otras personalidades relacionadas con los preparativos de la expedición.

Del testimonio de «El Cuate» son los siguientes datos sobre el Granma, que paradójicamente fue construido en los Estados Unidos, en Baton Rouge, Estado de Louisiana, en el año 1939, tiene una eslora de 63 pies y una manga de 15, con un desplazamiento de 54,88 toneladas brutas.

Estaba equipado con dos motores Gray G.M. de seis cilindros y 250 HP cada uno y en aquellos momentos de reparación, poseía una cantidad de combustible Diesel de 800 litros en cuatro tanques, que posteriormente fueron ampliados para afrontar la travesía hacia Cuba.

Del relato sobre la salida del Granma hacia Cuba que escribió el Comandante de la Revolución, Juan Almeida Bosque, es el siguiente fragmento:

«… Más allá en el horizonte, la oscuridad completa no permite distinguir la unión del mar con el cielo. El río se encuentra con el mar y éste le hace resistencia con su fuerte oleaje.

“El viento bate con fuerza y cae una lluvia fina. En ese momento todo el mundo abajo, en tensión. Chuchú, que conoce el río y lleva el barco, se lo entrega a Roque, que continuará auxiliado por Pichirilo. Fidel y el capitán de la nave escrutan el horizonte. El yate se siente pesado por la sobrecarga, se monta en una ola inmensa, traquea. Las máquinas siguen en baja».

«¡Ya estamos mar afuera! Aceleran los motores, sigue la llovizna, arrecia el viento, nos bañan las olas. El yate mete la proa y sale, el agua le pasa por la cubierta y el techo, se balancea de un lado para otro. Todo cuanto está suelto se cae, hay ruido de cosas y chirriar de maderas (…)».

«Ya a las puertas del golfo, con las luces del yate encendidas, los rostros iluminados por la emoción y el corazón a tambor batiente, se dejan escuchar nuestras voces cantando el Himno Nacional y la Marcha del 26 de Julio: ¡Viva Cuba! ¡Abajo el tirano!».

Hoy, situado en el MEMORIAL GRANMA, que fue inaugurado el 1 de diciembre de 1976, está el yate para contar los hechos, para que la Historia pueda mirarse, tocarse, e imaginar a los héroes en la acción libertadora.

En la calle Refugio número uno, entre Zulueta y Avenida de las Misiones, se encuentra el Museo de la Revolución. En el exterior del edificio, descubierto, se encuentra el yate, a la vista del pueblo cubano o del viajero que transita por las calles. Una urna de cristal, climatizada, lo protege, rodeada de áreas verdes. Muy cerca, se halla la Llama Eterna, con otras piezas de relevante valor que representan diferentes hechos históricos.

Antonio del Conde explica en la obra citada, que el momento más importante de su vida, fue cuando echó a andar el yate, para probarlo, dice que sintió una emoción indescriptible. Lo imaginamos. No será igual, pero emoción semejante se siente hoy, cuando uno se acerca a éste, y escucha la narración de su Timonel, el Capitán de Navío Norberto Collado.

El mismo timonel que hizo la travesía difícil, heroica, junto a Fidel, Raúl, Almeida, Camilo, Che y los demás expedicionarios. Es alto, delgado, elegante, con su uniforme de la Marina Cubana, de color blanco, impecable. Habla con sencillez, seguridad, devoción, como los héroes hablan. A los ojos del visitante, Collado no es un combatiente más, es el Timonel del Granma, su Custodio de Honor, por petición de Fidel. Mientras habla, se visualiza majestuoso y cubano como la palma real.

«Con Fidel en el Granma, y siempre hasta la eternidad, porque las ideas son eternas. Y a donde él vaya, allí estaré yo».

Así expresó Collado a ante un auditorio especial.

El barco hoy es inmenso, navega hacia el futuro, con un pueblo de expedicionarios victoriosos, sigue Proa al sol rompiendo las olas huracanadas del bloqueo genocida, venciendo los intensos vientos que no le harán voltear en su propósito de lograr el regreso de los Cinco Héroes cubanos, encarcelados injustamente en los Estados Unidos. Y si preguntaran:

«¿Y ese barco de quién es?»

Es de Fidel, de Cuba, y de todos los que en el mundo quieran compartir los sueños de justicia y paz.

Por Froilán González y Adys Cupull.

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