Dos sujetos que no eran santos
El inocultable escándalo de corrupción que ha derivado en la renuncia del ministro de Medio Ambiente y Aguas ha puesto, una vez más, en evidencia el modus operandi del porcentaje que se cobra a las empresas por la adjudicación de obras públicas, para beneficio personal. El arrepentimiento, fingido o no, de una estrecha colaboradora de la ex autoridad y las confesiones públicas que hace, han resultado vitales para transformar las sospechas e indicios en pruebas contundentes. Se repite la historia de la denuncia de los ítems fantasma de la alcaldía cruceña, protagonizado también por una dama despechada, en un ilícito que aún se guarda nuevas revelaciones y sentencias.
Pero este caso hace recuerdo al de otro Santos, que oficiara de alta autoridad durante el gobierno de Evo Morales. Entonces, fue sorprendido prácticamente con las manos en la masa; con el agravante de un atraco al mejor estilo mafioso. Ello desató, inmediatamente, una crisis y la algarabía de la derecha, tal como ahora; pensando que la caída de Evo y del MAS era cuestión de horas. Pero la rápida reacción en ese entonces, que llevó prácticamente al acusado del despacho a la cárcel y a su juzgamiento respetando el debido proceso, transformó el golpe en una fortaleza: aquella vez, sí, se cumplió aquello de “caiga quien caiga”. Porque cayó uno de los hombres fuertes del Proceso.
Hoy, el gobierno presidido por Luis Arce afronta una crisis similar; crisis entendida como una oportunidad. O reacciona de manera contundente, poniendo entre rejas al delincuente ex ministro y a toda la red mafiosa que se tejió alrededor suyo; o el caso queda en el haber de la contabilidad gubernamental. La confesión de partes, que teóricamente asegura el relevo de pruebas, puede en este caso ser usada de manera inmediata. Pero no basta con poner al segundo Santos entre rejas; porque sabido es que, con la fortuna intacta, tipos de esta calaña esperan pacientemente a que el caso se olvide, para salir en libertad y disfrutar de los dineros mal habidos, invirtiendo una suma irrisoria para comprar canonjías dentro de la cárcel para hacer más llevadera la forzada vacación.
Además de ello, debe establecerse qué empresas y con qué montos fueron beneficiadas, de manera tal que, parafraseando a Sor Juana Inés de la Cruz, pague no solo el que cometió el pecado, sino quien pagó por hacerlo. Entonces, sí, se estaría sentando un verdadero precedente; para que próximas tentaciones al respecto, sean pensadas varias veces antes del intento. La corrupción de ese tipo -la coima obligada por adjudicación de obras- es moneda corriente; su práctica es tan antigua como la inversión pública. Lo que ocurre ahora es que, a diferencia del neoliberalismo, por ejemplo, los casos sí se ponen en evidencia y sí hay posibilidades de sanción; lo que no tenía lugar en el pasado, cuando las familias que generalmente ejercían cargos públicos, se pasaban el manto de la impunidad entre sonrisas y suspiros.
Que esta vez, la liturgia apunte a los últimos días de Santos y no al revés, sin ofender a los mormones.