1990, primer triunfo del pueblo contra el neoliberalismo

  1. La ilusión de romper con el ciclo de la dependencia.

Potosí 1990, a casi 500 años de la inauguración de la invasión española a América, el pueblo potosino movilizado logra el primer triunfo contra el neoliberalismo, 11 años después vendrá la guerra del agua que pondrá fin a su privatización. Más de 30 años después el pueblo boliviano toma conciencia del valor estratégico del litio y de su industrialización, excepto, paradójicamente los actuales dirigentes de COMCIPO que dopados de su antimasismo sufren de delirium tremens.

Durante el predominio quechua, en Porco, yacimiento minero cerca de Potosí, ya se explotaba minerales, principalmente la plata, que se utilizaba en el ornato de templos, construcciones y en la indumentaria. En la colonización, como en todo el continente, la minería se transforma, se impone la explotación industrial que cobra la vida de inmensa cantidad de mano de obra a través de la mita e incorporándose al mercado internacional con la provisión de plata. La consecuencia es que desde entonces tenemos dependencia a poderes extra nacionales: españoles, ingleses y norteamericanos.

El movimiento cívico de Potosí en 1990 se plantea romper con la desdicha de la plata y el estaño, que ha generado inmensas riquezas, primero, para la expansión del naciente capitalismo en Europa hace más de 500 años, o para la emergencia de multimillonarios como Simón Patiño, Hoschild o Aramayo, los 3 propietarios de minas en este departamento, mientras su población, principalmente proletaria e indígena, estaban sometidos a la pobreza o a la silicosis. En la actualidad Potosí es base de las empresas mineras transnacionales que siguen explotando sus vetas abiertas para beneficio de otras economías.

La resistencia de 1990 que logró impedir que el salar de Uyuni sea entregado a la transnacional LITHCO, expresaba la voluntad de romper con esta tragedia histórica, así lo manifestaba el presidente de COMCIPO de entonces, Facundo Gómez:

Lo único que me veo obligado a expresar como cristiano, es que por primera vez pude constatar en la conducta del pueblo boliviano, particularmente potosino, un rápido crecimiento de su conciencia para oponerse al tradicional saqueo de sus recursos naturales; un convencimiento casi natural e intuitivo de que la producción de estos recursos tiene que generar desarrollo socioeconómico para nuestra región; en otras palabras, el pueblo dijo: “o se explotan estos recursos para lograr el bienestar (elevando su nivel de vida) de sus pobladores, o si no es así se los deja como están, hasta que los bolivianos seamos capaces de lograr este objetivo”.

  1. El despojo del litio en favor de los norteamericanos.

El tema del litio en la década del 80 comienza a generar preocupación en las organizaciones sindicales y cívicas de Potosí, habiéndose generado foros y otros espacios de debate, de donde sale la propuesta de que sea el Estado que debe crear una instancia para encarar la explotación e industrialización de litio; precisamente en esa línea, el gobierno de Hernán Siles, crea el Complejo Industrial de Recursos Evaporíticos del Salar de Uyuni (CIRESU) a través de la Ley 719 de 15 de febrero de 1985, con las siguientes atribuciones:

  1. Desarrollar la exploración, explotación, beneficio y comercialización de los recursos minerales metálicos y no metálicos, yacentes en la Cuenca Evaporítica del Gran Salar de Uyuni.
  2. CIRESU representa al Estado para llevar a cabo licitaciones, asociaciones y suscripción de contratos, en las fases de exploración, explotación, beneficio y comercialización(1).

La existencia de esta norma legal, que daba lugar a la participación de organizaciones de la sociedad en la composición del directorio, tenía la virtud de ser un mecanismo de seguridad para que el Estado no actúe de manera arbitraria en el destino de las riquezas del salar de Uyuni. En el Directorio estaban representados los Ministerios de Planificación, Finanzas, Defensa Nacional y la Corporación Desarrollo de Potosí (CORDEPO) por parte del Estado, y las organizaciones cívicas de Potosí, Provincias Quijarro, Daniel Campos, Nor Lípez, la COD y la Universidad Tomás Frías.

Los gobiernos neoliberales desde 1985, buscaron por medios directos e indirectos, anular o modificar la ley que daba existencia a CIRESU, sin haberlo logrado por la férrea oposición del pueblo potosino y de sus organizaciones. Por ello, violentado toda la legalidad existente, primero el gobierno del MNR – ADN, y después el Gobierno de MIR-ADN, se subrogaron los derechos y funciones de CIRESU para negociar directamente con la LITHCO y entregar vasto territorio del salar de Uyuni a dicha empresa.

La posición de COMCIPO, la COD de Potosí, la FSTMB, la Universidad Tomás Frías, FRUTCAS y otras organizaciones provinciales y del Departamento de Potosí, asumen la posición de defender los recursos del salar de Uyuni frente a la política de saqueo, entreguismo y privatizadora de Víctor Paz Estenssoro y Jaime Paz Zamora, a su turno, tío y sobrino fueron presidentes obedientes a los designios del Consenso de Washington, que recomendaba no sólo la privatización de las empresas estatales, sino también privatizar la educación y la salud, recortar los presupuestos de las universidades, la privatización de la seguridad social vía AFPs; el tema del litio no era diferente, estaba oleado y sacramentado entregar este recurso estratégico a la empresa Norteamérica LITHCO.

En noviembre de 1989 se revela, lo que posteriormente serían los términos del contrato convenido entre el gobierno de Jaime Paz y la LITHCO, que establece una inversión de 40 millones de dólares para la explotación de 20.000 toneladas métricas al año en los yacimientos concesionados, para luego trasladar a Carolina del Norte, EE. UU. donde se desarrollaría la industrialización, es decir, se repetía el ciclo de exportar nuevamente sólo materia prima. Las otras cláusulas eran más leoninas, el Estado no participaba del proceso de producción y mucho menos de las ganancias que podía producir el proyecto, su participación se reducía a percibir regalías e impuestos; pero, las regalías serían sólo para el nivel central y no así para la región productora y el Departamento de Potosí. Además, se establecía la exclusividad de explotar el salar de Uyuni a la LITHCO, el Estado no podía otorgar concesiones a otra empresa nacional o extranjera, tampoco se establecía la transferencia de tecnología.

Estos detalles resaltados de este contrato suscrito por los gobiernos neoliberales, muestran el alma antinacional y entreguista, pero sobre todo sirve para comparar las actuales condiciones que se propone para lograr la industrialización del litio, que es de soberanía y buscando el desarrollo tecnológico, y que los resultados económicos vayan en beneficio del país y de los potosinos.

  1. En defensa del litio y la integridad territorial.

Como en ninguna etapa de la historia, Potosí sufrió un proceso de destrucción cruel y sistemático por el modelo neoliberal: El aparato productivo minero que estaba en manos de COMIBOL destruido, fueron cerradas las míticas minas de Siglo XX en el norte, de Unificada en el centro y las del Consejo Central Sud y con ellas ingenios y complejos industriales mineros como el de Pulacayo, los centros mineros se convirtieron en pueblos fantasmas; como consecuencia, supresión de mercados para la producción agrícola y pecuaria, que a su vez, generó un éxodo de su población al extremo de ser reducido cerca de un 50%; los niveles de pobreza eran extremas, el promedio de vida en las minas alcanzaba apenas a los 40 años. El cataclismo neoliberal dejo destrucción para Potosí y sus habitantes, pero está realidad de la historia no hizo mella en la conciencia de los cívicos actuales, que se han convertido en adoradores de los dioses que destruyeron su tierra, al extremo, que en su proyecto de Ley del litio insinúan levantar la reserva fiscal del salar de Uyuni.

Pero, no a todos les fue mal, las transnacionales se quedaron con las minas más ricas, Porco, San Cristóbal, San Vicente, Capasirca o los desmontes del Cerro Rico que siguen produciendo grandes riquezas; y, las minas marginales sufrieron un proceso de privatización a través de las cooperativas mineras, que explotan caóticamente los yacimientos mineros y despiadadamente la fuerza de trabajo. Hoy es una deuda pendiente del proceso de cambio recuperar las riquezas mineras para que estén bajo control del Estado, es necesaria una segunda nacionalización de las minas.

Estas condiciones adversas creado por el neoliberalismo hizo madurar la conciencia de la población para defender uno de los recursos que se iba a constituir en fundamental para impulsar el desarrollo económico e industrial de la región y el país. Pese a esta conciencia popular, en los niveles de dirección existían dos maneras de enfrentar la decisión entreguista del gobierno:

  • Por una parte, estaban algunos dirigentes cívicos y de las regiones, principalmente autoridades de Uyuni, que si bien rechazaban la negociación directa entre la LITHCO y el Gobierno, se limitaban a realizar observaciones formales, pero tenían la predisposición a legitimar el contrato logrado por el gobierno aprobando con una resolución de CIRESU.
  • Al frente estaban organizaciones como la COD de Potosí, la FSTMB, FRUTCAS, sectores de la UATF y de la UMSA, COMCIPO, principalmente Facundo Gómez, que interpretaban y expresaban el sentimiento popular de rechazar cualquier contrato que entregará las riquezas del salar de Uyuni a la empresa norteamericana LITHCO, además creando un enclave económico en territorio nacional.

El debate que se dio al interior de las organizaciones cívicas, sindicales, sociales y las universidades (UATF – UMSA) en el periodo de 1989 hasta abril de 1990 hizo madurar la conciencia de la defensa de las riquezas del salar de Uyuni para que no se repita el ciclo de saqueo de la plata y el estaño, la defensa de la Ley 719 que daba atribuciones a CIRESU para firmar los contratos a nombre del Estado, rechazar el contrato directo con la LITHCO y exigir que se convocará a una licitación internacional fueron los puntos que aglutinaron a las organizaciones para emprender una lucha en pleno auge del neoliberalismo, que contaba con todo el poder del Estado y una correlación de fuerzas favorable, todo esto sustentado con el apoyo de su amo imperialista, EE. UU., que en realidad manejaba los hilos de las marionetas para tener el control de uno de los recursos estratégicos, que ahora es indispensable para tratar de reconstituir su poder geopolítico.

La huelga que salvo el litio para Bolivia.

Cuanta más arena ha escapado del reloj de nuestras vidas, más claramente se debe ver a través de él. Tal vez por ello, los acontecimientos que parecían confusos se aclaran a lo largo del tiempo. Potosí durante las dos décadas de neoliberalismo sufrió no sólo por las políticas crueles del neoliberalismo, sino por el desprecio y la ironía de los gobernantes de esa época, que cada vez que se reclamaba o se exigía atención del gobierno, solían responder que “Potosí era pobre, porque no se había permitido el contrato con la LITHCO”, nos enrostraban porque habíamos impedido un enclave extranjero en nuestro territorio. No tuvimos la fuerza ya para impedir la privatización de las minas, por ello las riquezas de los socavones fueron entregadas a empresas transnacionales que sólo aportan regalías exiguas mientras aprovecharon todo este tiempo con saturadas utilidades por importantes periodos del auge de los minerales.

La consigna de la movilización de abril de 1990, con la huelga de hambre de los dirigentes de COMCIPO en la ciudad de La Paz, y la huelga general indefinida en el Departamento de Potosí, fue: o se explota el litio para el bienestar de Potosí y de Bolivia, o se lo deja como está, hasta que los bolivianos seamos capaces de lograrlo.

La consigna no salió de la nada, salía del pasado de saqueo y destrucción, pero también de la advertencia que, desde el seno de las universidades, desde profesionales comprometidos con su pueblo nos decía que el futuro del litio iba a venir después de 20 años (entonces dentro las aulas universitarias existían posiciones patrióticas, hoy ellas se han convertido en templos de fariseos). El COMCIPO de entonces tenía un profundo carácter popular, su esencia estaba aún representada en la clase obrera minera, que tenían presencia en la COD y en la propia entidad cívica; en las organizaciones eclesiales de base y de barrios populares; en el patriotismo de las poblaciones del suroeste potosino expresado por FRUTCAS, y otras organizaciones campesinas, es decir, fue una movilización popular que no tenía intenciones escondidas, sólo una demanda que unía a todos: la defensa del litio.

Este movimiento popular llevó adelante esta batalla titánica, es cierto que hubo contradicciones y vacilaciones para plantear los objetivos, fue el empuje del pueblo que permitió esclarecer el conflicto, que, valga la precisión, fue un paro que comprometió de manera unánime a las tres regiones de Potosí, la capital y sus provincias tenían la misma voz. Esa unidad permitió la contundencia de las medidas, que obligó a Jaime Paz Zamora, presidente de turno del ciclo neoliberal, ha anunciar la nulidad del contrato con la LITHCO y ordenó la licitación internacional; las palabras de él expresaban el sentimiento de derrota: “Muy a pesar mío, he decidido desestimar…”, pero a su vez demostraba que el neoliberalismo no era invencible, que se le podía derrotar.

En octubre de 2018, cuando el entonces presidente Evo Morales inauguraba la planta de Carbonato de litio empezando la era de la industrialización de los recursos evaporíticos del salar de Uyuni, siendo ministro de Trabajo, no pude contener la emoción porque entonces vinieron a mis recuerdos el sacrificio de esos y esas vendedoras de comidas y hamburguesas que supieron sostener el paro de 8 días, es decir todos los que se sostienen con la venta del día; las reuniones en los barrios y las iglesias con vecinos y organizaciones populares; el debate con los diputados, muchos de ellos de derecha que no podían sostener la posición entreguita del gobierno; las amenazas de Soriano Badani, porque se estaba frustrado un negociado de él y todos sus compinches, este desfile de los acontecimientos en la mente fue un repaso histórico, que justificaba esa declaratoria de que “Potosí, es la capital de la Dignidad Nacional”. Entonces sentí el orgullo de haber sido el Presidente del Comité de Huelga de COMCIPO en 1990, y, dentro de mí, en ese momento rendí homenaje a un hombre sencillo pero consecuente con su pueblo, Facundo Gómez. Hubo muchos hombres a quienes mencionar por esta lucha, no quiero ser injusto con nadie que haya sido consecuente con ese sentimiento regional y patriótico, pero tampoco vale la pena hacer referencia a quienes decidieron un camino distinto, este es un tema para investigadores e historiadores.

Este episodio, resume la importancia histórica de la huelga general del pueblo potosino en 1990, que permitió preservar las riquezas del salar de Uyuni para que Bolivia pueda desarrollar la industrialización de litio y de las otras riquezas, en un momento geopolítico donde el litio es clave para las transformaciones tecnológicas en el mundo. En este momento los bolivianos, particularmente los sectores populares, debemos ser vigilantes para que este proceso sea en condiciones de soberanía, independencia y tomando en cuenta el bienestar del conjunto de los bolivianos. Debemos estar siempre atentos ante cualquier posibilidad de enajenación del litio, más aún cuando EE. UU. A través de la Jefe del Comando Sur, ha señalado su interés por controlar el “triangulo del litio”, por ello se alimenta a la derecha fascista para desestabilizar el gobierno y clausurar definitivamente el ciclo de transformaciones en el país, pero el imperialismo, también utiliza métodos sofisticados para apoderarse de las riquezas del país, como incitar a la corrupción a funcionarios de gobierno; en todos los casos el pueblo boliviano debe estar vigilante para defender los recursos naturales, como el litio.

Héctor Hinojosa R.


1.- Gaceta Oficial 1985

Publicado en la Revista N° 3 «Nuestra Lucha» de la FSTMB

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