Golpes a la democracia, por dentro y por fuera

La historia de los golpes de Estado en Bolivia es la historia de los límites de la democracia liberal, cuando afecta los intereses del bloque colonial oligárquico. El golpe de Estado del año 2019, fue la confirmación del límite de la democracia liberal y el intento de restaurar el viejo régimen.

La acumulación histórica en sucesiones presidenciales mediante golpes de estado nos confirma la desesperación de la búsqueda en la lucha por el poder, como se evidencio desde el 21 de agosto de 1971, cuando el entonces Coronel Hugo Banzer llega para apoderarse del país por siete nefastos años que culminaron por presión popular con amnistía general irrestricta en 1977.

La consolidación de ese golpe de 1971, ya vino con esos vientos del Cono sur que arreciaban golpes con el apoyo de los EE.UU y que llegó para consolidar lo que después se llamaría el Plan Cóndor con muy casualmente de otra muy nefasta y la memoria nacional pone en evidencia para recordar uno de los episodios más sangrientos de la historia del país como fueron los gobiernos de Jorge Rafael Videla en la Argentina, Alfredo Stroesnner en Paraguay y Augusto Pinochet en Chile.

El golpe de Banzer que este 21 de agosto, cumple 52 años de su ejecución, se instaló como una verdadera dictadura porque hubo masacres, desapariciones forzadas, torturas y exilio. Episodios a recordar y que no podremos olvidar fueron las Masacres del Valle Villa Tunari, el abrazo de Charaña con Pinochet y la devaluación de la moneda, entre otros.

En la coyuntura actual el haber permitido ser candidatos a quienes fueron autores de esos golpes, nos da la señal de la fragilidad de la democracia, reconquistada por la fuerza popular en octubre del 2020, esta rebelión tenía la suficiente fuerza política para imponer condiciones al proceso electoral.

El discurso repetitivo de “defensa de la democracia”, que todavía ventila la oposición a la hora de hablarnos de los hechos de octubre y noviembre de 2019, se esfumo por si sólo al conocer los vaivenes de los políticos de ayer que, conjugando con los actores de la dictadura, paradójicamente se combinaron con sus propias actitudes intolerantes e incluso de tintes racistas, muchos de ellos ahora están cumpliendo su condena.

La democracia, con todas sus limitaciones, ha sido remplazada por la ambición de poder y para mantener este sistema, seguirán armando situaciones que alteran racionalmente el sentido de la democracia, tal como se vio en el Congreso reciente de la CSUTCB al tratar de imponer otra dirigencia paralela a la de Lucio Quispe.

Estas prácticas por el “poder absoluto” han llegado incluso a utilizar a las organizaciones sociales, a sus ex autoridades que están muy lejos de entender y respetar el momento actual, esos como muchos antiguos seguidores se han visto frente a la realidad de la creación revolucionaria sin una adecuada orientación de partido.

Estamos entonces entrampados entre las conjuras, conspiraciones y la batalla por el poder absoluto, siendo que el sostén ideológico que da vida al instrumento ideológico se encuentra en la ideología de las naciones originarias que no propugna el “poder absoluto”.

La historia es el resultado de la voluntad humana y nos ha tocado, como ciudadanos y ciudadanas ser protagonistas de la historia, no esperemos a los acostumbrados salvadores, o en promesas de quienes “dicen una cosa y hacen otra”.

Los reiterados llamados a la subversión de la oposición boliviana, ya han fracasado. Recordemos otros escenarios de las plataformas y cívicos violentos el pasado año. Muchos atribuyen esos fracasos a intereses particulares de los candidatos y las búsquedas de cuotas de poder.

La tarea de construir un Estado Plurinacional, pasa por esta dura resistencia y el pueblo tiene que estar preparado, para ello, primero es la defensa de nuestra democracia, el voto del 20 de octubre de 2020 ya fue una clara señal.

El escenario boliviano nos desafía doblemente a esa disyuntiva de recuperar el Estado para la diversidad de naciones y pueblos que habitan el territorio boliviano, o por el contrario volver al Estado indigno y pobre del siglo XX, donde abundaron los Sánchez de Lozada, Paz Zamora, Tuto Quiroga y Carlos Mesa.

La recuperación de la democracia en su verdadera esencia, es la consigna para quienes están convencidos que no se puede transitar entre gobiernos que utilizan fuerza, la violencia y desmantelan el Estado, como lo fue Añez, se envuelven en graves delitos de corrupción y nos conduce a una crisis económica que llevó a graves consecuencias.

Pero la reflexión es también oportuna para este tiempo de quiebres, de luchas internas es necesaria una madurez de los que ya tuvieron oportunidad de ser responsables de dirigir el Estado, se comprometieron en las luchas del pueblo y señalaron que el único camino es respetar los procesos democráticos en sumisión al pueblo.

*Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe

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