Solidaridad, hoy más que nunca

Santa Cruz de la Sierra ha sido escenario para un nuevo acto de solidaridad contra el pueblo y gobierno más odiado por Estados Unidos: la Cuba revolucionaria de Fidel Castro, del Che Guevara, de Playa Girón, de José Martí y de cientos de miles que hoy viven el horror del más cruel bloqueo que se haya hecho en la historia de la humanidad. A esta agresión permanente, se ha sumado en días precedentes en el propio territorio cubano, la movilización de algunos pagados por las agencias del imperio, para causar la impresión de cansancio que estaría atravesando la Revolución Socialista, indomable durante décadas.

Médicos y médicas formadas en Cuba, gente llana y sencilla que recibió de forma gratuita atención médica de profesionales que vinieron a mitigar dolores y curar enfermedades en barrios y municipios alejados de Bolivia, organizaciones, activistas de derechos humanos y militantes políticos se dieron cita otra vez en la plaza José Martí de la capital oriental, para alentar a sus hermanos y hermanas de la Isla de la Libertad a continuar la resistencia conta el imperialismo, a no rendirse ni desmayar nunca. Ha sido una expresión de sentimientos de amor, de solidaridad y de profunda admiración por aquellas madres que, como dijo Lupe, tienen el coraje diario de mandar a sus hijos e hijas a la escuela, para que sigan educándose con valores dignos y amor a la patria donde nacieron. Es el sentido homenaje a quienes, en el día a día, deben ajustarse el cinturón porque el imperio yanqui resume odio por sus fauces, impidiendo que, incluso en tiempos de pandemia, la legada de medicinas solidarias a Cuba. Hoy, el imperialismo intenta matar de hambre a ese pueblo heroico. ¿Qué explica ese odio criminal que ya dura decenios? La respuesta es inequívoca: el temor pánico a que ese ejemplo de dignidad cunda por los demás pueblos de América y del mundo, para poner fin a siglos de explotación de nuestras riquezas naturales y de opresión a nuestros pueblos.

No les falta razón a los verdugos de la humanidad. En ese mismo acto, se levantaron banderas de Palestina, para denunciar, una vez más, el terrible genoci9dio que llevan a cabo tropas sionistas en Gaza y en todo el territorio de aquel sufrido y valiente Medio Oriente. Se ha reflexionado sobre esos grados extremos de crueldad contra una población inerme, que no tiene aviones ni tanques, y que sólo resiste con su tozuda dignidad a los designios del mismo imperialismo yanqui que mueve los hilos de la masacre en abierta complicidad con el gobierno israelí. Y la solidaridad del pueblo boliviano se ha manifestado frente al horror, con la exigencia a viva voz de que acabe el intento de exterminio.

Se ha dicho que, si se es solidario con un pueblo como el cubano, deber es de todos serlo con todos los pueblos del mundo que sufren las agresiones, los bombardeos indiscriminados y el acoso imperial. Ganar las calles y decirlo es la mejor forma, también, de apoyar la valiente decisión del gobierno boliviano que, a la hora de la verdad, se sacudió de todas las presiones imperiales y resolvió, en uso legítimo de su soberanía, romper relaciones con aquel Estado sionista que no es otra cosa que una máquina de asesinatos a mansalva.

El ejemplo ya cunde; en otras ciudades se preparan para los próximos días, actos similares de coraje y dignidad. La Paz, sede de gobierno, será en su histórica plaza de San Francisco, escenario de un nuevo grito por la libertad, contra el bloqueo criminal a Cuba, por el cese de las masacres de niños, de bebés, de madres y ancianos de cuyas muertes hoy se ufana ese sionismo inclemente. Este siete de abril, Bolivia confirmará que sus pueblos están del lado de los pueblos, que la autodeterminación es un derecho y no un delito. Frete a tanto odio insensato, la voz de los pueblos proclama puentes de amor.

No habrá descanso.

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