Una comparación vergonzosa
Cadáver político desde hace muchísimo tiempo, Tuto Quiroga se arrastra, resucitado de cuando en cuando por el aparato mediático, puesto al servicio de intereses tan alejados de los bolivarianos y bolivianos. Aparece en diversos foros y convites, paseando su orfandad política en supuesta representación de Bolivia. El humor popular lo compara con un calcetín: abre la boca para meter la pata. Y, entre sus últimas ocurrencias, ha comparado nada más ni nada menos que a una tal Machado, opositora venezolana y al fascista Milei Simón Bolívar y con José de San Martín, respectivamente. Ni más ni menos.
En el primer caso, se trata de una señora que, al igual que el comparador de marras, sobrevive conectada a un aparato mediático de respiración artificial, sin ninguna chance para competir en elección alguna con el presidente Nicolás Maduro en la patria del Libertador. Es ella otra de las infladas de globo a base de bolsones de dólares robados a los propios venezolanos por Estados Unidos; tal como lo hicieran con un autoproclamado presidente de cuyo nombre ya nadie se acuerda (creo que Juan Guaidó), que se hacía decir presidente “encargado”. Pasaron los años y el muy valiente presidente “made in USA” deambulaba por todo lado, incluido el territorio de Venezuela, clamando por ser detenido para mostrarse como víctima, mas la sabiduría popular hizo lo indicado: lo condenó al oprobio de la indiferencia. Lo malo, en aquel caso, es que el muy democrático gobierno norteamericano se apropió de empresas, dineros y reservas internacionales de un país soberano, dizque en defensa de la legitimidad de un presidente que nadie nunca eligió. Con base en esos recursos dejó resbalar unas migajas a la oposición venezolana para beneficiar, entre otras, a la ahora aupada por Tuto. Nuestro Quiroga ha intentado, de esa manera, congraciarse nuevamente no con los “escuálidos” -así bautizados los opositores por el pueblo desde la victoria de la Revolución Bolivariana encabezada por Hugo Chávez-, sino con el verdadero dueño el circo, el inefable Tío Sam a quien algo debe Tuto. Ninguna de esas bien orquestadas acciones de la oposición en Venezuela tuvo eco alguno en el pueblo venezolano.
En el otro caso, Milei, elegido en una elección donde pasmaba la campaña de desinformación con la que se las contaron a los electores (“con Milei ganarás en dólares”, les dijeron a jóvenes en edad de votar), la comparación resulta mucho más ofensiva. Pues lo primero que hizo el elegido por Washington en reemplazo de un desgastado Mauricio Macri, fue bajarse los pantalones de manera descarada ante el Fondo Monetario Internacional, anunciando la privatización de cuanta empresa le había costado al pueblo y al Estado argentino construir. Al grito de “¡no hay plata!”, a renglón seguido asaltó el salario de trabajadores y procedió al despido masivo, haciéndonos recuerdo al mentiroso aquel que nos decía que Bolivia se nos muere, para hacer exactamente lo mismo.
¿Qué tienen que ver ambas fichas del imperialismo yanqui con nuestros próceres y libertadores? Absolutamente nada; salvo el lugar común de nacimiento, respectivamente. Por el contrario, el antiimperialismo fue una de las razones de la lucha por la libertad de nuestra América emprendida por ambos Libertadores y por las numerosas guerrillas de la primera Independencia. En el caso específico del Libertador Simón Bolívar, sus proféticas palabras afirmando que “No podemos permitir que los Estados Unidos participen en nuestros asuntos hispanoamericanos. Invitar a los Estados Unidos al seno de nuestra organización, donde se debate el destino de nuestros pueblos, es como invitar al gato a la fiesta de los ratones”. No fue una frase aislada; no en vano, afirmó con aplomo que “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad”. Adelantado a su época por esa intuición excepcional para interpretar la historia, el Libertador alertaba a nuestros pueblos sobre los peligros que los acechaban y los acechan.
Don Tuto Quiroga no sorprende con sus fantasiosas comparaciones. A diferencia de nuestros próceres, la historia lo recuerda de otra forma, jocosa de no estar de por medio la dignidad nacional: un buen día de julio, a la embajadora norteamericana de turno se le ocurrió celebrar el día de la independencia de su país con un baile de vaqueros. Instruyó públicamente que nadie entraría a su fiesta si no venía debidamente disfrazado para complacer los caprichos de la virreina enviada desde Washington. Allí estuvo Tuto, con sus dos pistolitas de juguete a los costados y su sombrero de “cowboy”, haciendo cola para entrar a la embajada, junto a otros rastreros de la época.
¡Machado y Milei son como San Martín y Bolívar! ¿Estuvo fumando algo raro, don Tuto?