El asesinato impune de periodistas
Un hecho devenido en gran noticia nacional por arte y magia de las cadenas de desinformación que actúan con entera libertad en el país, hace que nuestra hipócrita comunidad de periodistas y opinadores se rasgue las vestiduras. ¡Horror de horrores! Un hacker —de seguro un comunista homosexual de origen iraní asociado a la raza maldita del altiplano— ha osado hackear las páginas del periódico El Deber de Santa Cruz. Al unísono, salen los comunicados de solidaridad y de protesta; se toma el hecho como una clara demostración de que este gobierno, por la vía de la omisión, fomenta estos ataques propios de una dictadura que, como la masista, viene oprimiendo al pobre pueblo boliviano con las más salvajes formas de impedimento a la libertad de prensa.
Los gestos no solo provienen de instancias nacionales; no han faltado los dichosos dueños de la verdad y de la justica mediática que, desde afuera, han lanzado también sus lastimeros llantos, previniendo a Bolivia de mayores desgracias y desastres. Varios medios, también del exterior, se han hecho eco, porque ésta sí que es una grave afrenta a la libertad. Entre tanto, en su nombre, por poner sólo un ejemplo, en España ningún canal de televisión ha reportado la toma de posesión de Vladimir Putin, vencedor holgado en las últimas elecciones realizadas en su país. Ésa no es noticia; además, qué sentido tendría difundir que es un mandatario con altísimos índices de aprobación en su país, a despecho de la propaganda nazi de la OTAN en guerra con Rusia en Ucrania.
Un periodista español reporta datos escalofriantes en torno al tema y; sin quererlo, pone el dedo en la llaga, reportando la doble moral de nuestros medios que ya han dejado de ser medios para pasar a la categoría de enteros mentirosos. Señala el colega ibérico que, durante los siete años que duró la Segunda Guerra Mundial, murieron en el conflicto 67 periodistas. La guerra de Vietnam, sostenida por un pueblo heroico y descalzo frente a Francia, primero; y luego contra Estados Unidos, causó la muerte de 63 periodistas en casi veinte años de resistencia que culminó con la vergonzosa derrota de la primera potencia del mundo a manos de famélicos vietnamitas que se alimentaban con el amor a la patria.
Hoy, en estos momentos en los que esta nota se escribe, sigue el asesinato en masa no sólo de periodistas en Ghaza. Allí, en menos de siete meses de conflicto, han sido asesinados a manos de las fuerzas de ocupación nazi-sionistas, ciento cuarenta y dos periodistas, hasta lo que se sabe. No se trata de víctimas de una bala perdida, de la caída accidental de una bomba, de un error de cálculo en un disparo de misiles… nada de eso. Se trata de asesinatos casi selectivos, realizados por soldados israelíes que tienen la orden de disparar primero y preguntar después, si es que tienen ganas de hacerlo. Así, no sólo periodistas, sino mujeres, ancianos y niños, caen a diario bajo las balas, las bombas y la metralla sionista, dispuesta a todo para imponer la paz romana, ante la complaciente complicidad del gobierno de Estados Unidos.
Ante estos hechos, ni la Sociedad Interamericana de Prensa, ni los gremios de periodistas y opinadores que tanto abundan en nuestro país, emiten el más leve y superficial comentario. Claro está, si una sola de esas muertes acaeciera en Venezuela, Nicaragua o Cuba —para nombrar las peores pesadillas del imperialismo yanqui—, no cabe duda que la CNN y otras cadenas de las que son funcionales nuestros tristes medios, encontrarían sobradas cajas de resonancia. No faltaría algún muy demócrata parlamentario u opositor con pasado periodístico pidiendo poco menos que la pena capital contra esos gobiernos que, curiosamente, emergen de la voluntad popular expresada en las urnas. Ni una sola noticia relativamente equilibrada que, sin herir sentimientos de la audiencia, informe de niños mutilados, de mujeres horrorizadas por la muerte de sus hijos e hijas, de indignación por “la falta de garantías para el ejercicio del periodismo”, como suelen escribirlo, aparece en nuestros medios sobre el drama palestino.
A modo de defender su democracia, abren espacios y generosos titulares para quienes han criticado en su momento la valiente decisión del gobierno de Bolivia, de romper relaciones con el Estado de Israel por tamaño genocidio. Pero no, lo grave, lo gravísimo, lo criminal es lo que han hecho con el pobre e indefenso periódico El Deber de Santa Cruz. El show debe continuar….