El retorno del Mallku

“Como en el futbol, el MAS ya tiene tarjeta amarilla y puede tener una tarjeta roja”, con estas frases mas o menos literales, un vocal del Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha definido el destino de uno de los partidos históricos más importantes de la azarosa vida política de Bolivia.

El Estado son sus instituciones, por eso afirmamos que el Estado actual no es más que la continuación del Estado colonial con formas de apariencia democrática. Comparar la vida política, que desde nuestro punto de vista es la realización de una vida plena, con un partido de futbol, es poco menos que una perversidad de quienes, con el poder concedido replican los gestos de la nobleza feudal. La forma de gobernar desde una cómoda posición burocrática, sabiéndose parte de la cohorte del rey, es pues una demostración del habitus colonial.

El rol de todas las instituciones estatales es la de reproducir su naturaleza, por eso en santa cruzada se entrelazan los intereses de jueces, militares, empresarios, curas, médicos, etc., que denominamos “clase media” en contra de la emergencia de los indios como gestores de su propia historia. Si escarbamos debajo del ropaje “democrático” de nuestro Estado encontraremos esa contradicción profunda que cada vez se expresa, con la claridad que los tiempos exigen.

El TSE es una institución que tiene que “cuidar” no la democracia sino la reproducción de ese Estado colonial, y como sabemos esta actitud es fortalecida con buenos incentivos desde el imperio made in USA y para “marear la perdiz” promocionan un vocero de raíces andinas, que entusiasta se ha plegado a la claque colonial del TSE.

El “Estado aparente” se va desnudando poco a poco, la transformación del Estado colonial-republicano hacia el Estado Plurinacional se encuentra en pleno trabajo de parto y el riesgo de un aborto está presente, porque los progenitores se han desentendido del importante cuidado de la criatura, dedicándose a pleitos y juergas para definir la legítima paternidad.

Todo proceso revolucionario tiene sus vicisitudes, tiene sus errores, sus traidores y sus quintacolumnistas, sus aduladores y sus “contras”. Desde nuestro modesto, entender este proceso tiene una doble tarea: terminar con el Estado colonial y construir una sociedad nueva sin explotados ni explotadores, son tareas que combinan cada coyuntura, cada batalla, cada acto concreto con el horizonte histórico; en este escenario se irá depurando la “resaca” que ha visto en la política la oportunidad de un rápido enriquecimiento, alejado de todo precepto ético que es la condición básica para quién quiera transitar por el sendero revolucionario.

La descomposición de las instituciones, es la señal inequívoca de la descomposición del mismo Estado, y de sus operadores, que son la representación de su condición de clase y nación, por esas consideraciones no podemos esperar milagros en ninguna instancia operativa del Estado, especialmente en lo jurídico-legal, porque nosotros; como sociedad también hemos naturalizado la corrupción y la ruptura de un orden moral de la justicia.

La incertidumbre que es el sentido común de la coyuntura no debe llevarnos a equívocos, porque de nuestras acciones depende el réquiem para el Estado Plurinacional o para el Estado colonial. En esta dirección, de manera vigorosa los hermanos aymaras se han puesto a la vanguardia de la batalla con propuestas concretas y con la intención de coordinar las acciones de resistencia a nivel nacional, pensamos que el ajayu de Felipe Quispe se encuentra en movimiento. ¿Será el momento de retomar en pachakuti? ¿Será que ha llegado el momento de recuperar el ajayu perdido y enajenado por las personales ambiciones, de quienes se encaramaron sobre las espaldas de los constructores del Instrumento Político?

Septiembre, puede ser la antesala de los octubres que con luminosa claridad construyeron una agenda de los pueblos y que poco a poco fue olvidada, enterrada. Recuperar la memoria, que pretenden borrar señalando que “ha fracaso el modelo masista y es tiempo de otra economía” es la tarea que se echaron al hombro los wila ponchos, los ayllus del Norte de Potosí y algunas centrales del pueblo quechua de Chuquisaca. El desafió está planteado: Estado plurinacional o retorno al neoliberalismo. La endeble arquitectura de poder cimentada en el prebendalismo y la corrupción tiene que llegar a su fin, podrá ser hoy, podrá ser mañana, pero su fin ha de llegar, producto no de los mesías salvadores sino de la imparable fuerza de pueblos y naciones, que de pie, nuevamente levanten la voz telúrica y señalen: No pasarán.

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