Para seguir sembrando solidaridad
Hoy de mañanita, encontré a tres amigos entrañables sentados alrededor de una mesita del mercado Abasto, allá donde te sirven api con pastel y otras delicias. Mochila al hombro, estaban de regreso de Vallegrande, a donde fueron convocados por sentimientos de solidaridad con Cuba, a un Encuentro con mayúsculas, al que asistieron participantes de diferentes departamentos del país. Y no pude menos que quedarme a compartir el refrigerio, apenas me contaron que el evento llevaba el nombre de Alejando Dausá, ese apóstol gigante del amor y la fraternidad entre los seres humanos, idealista sin par que, al igual que el Che Guevara, nació en Argentina, se hizo cubano por afecto y vino a Bolivia a construir sus sueños.
Imaginé esos tediosos encuentros llenos de discursos y palabras lindas que luego terminan en nada; pero ellos volvían pertrechados de otras ilusiones. Así, me contaron que el Encuentro fue un evento de trabajo, en el que se dividieron en comisiones para abordar diferentes formas de optimizar la solidaridad con el pueblo y el gobierno de Cuba y de su Revolución, hoy más que nunca asediados por el criminal bloqueo económico agravado por la inclusión en una infame lista de países patrocinadores del terrorismo. “Hemos trabajado con fervor para tener planes concretos de apoyo; pero lo más importante es que allí convivimos compañeros y compañeras unidos por el amor y la solidaridad y no divididos; no permitimos que se contaminara nuestro evento con alegatos a favor o en contra de nadie, sino todo lo contrario”, me dijo sonriendo Silvia. Para mis adentros, me dije que es tan fácil unirnos, pero siempre nos gusta recorrer el camino más difícil.
También me contaron que les cayó casi de sorpresa, el embajador de Venezuela; cuya pequeña hija, de pocos meses de edad, se robó el show con la anuencia de todos y de todas. Que en su declaración política, aprobada de forma democrática y consensuada, contemplaron un valioso párrafo de adhesión a la resistencia del pueblo y del gobierno de la patria de Bolívar, hoy también vilipendiada por la propaganda de los grandes medios de (des)información que, luego del triunfo electoral de Nicolás Maduro, gritaron como nuestro inefable Carlitos, “¡fraude monumental!”. Y que también condenaron enérgicamente el genocidio de Palestina, donde asesinan a diario a niños y a mujeres, mientras nuestra civilizada democracia occidental mira para otro lado, haciendo muecas de rabia a Putín y a los chinos, las nuevas encarnaciones del diablo en nuestra era….
Las anécdotas abundaron; sobre todo, el encontrarse con jóvenes que toman la posta y se lanzan decididos no solo a secundar a las generaciones que, como Alejandro Dausá, van marchando hacia la eternidad con la satisfacción del deber cumplido; sino a ser artífices de sus propias palabras, redactadas en su declaración final y sus conclusiones. Todo ello, bien nutrido por el amor, expresado en los ojos húmedos al recordar el homenaje a Tania, esa mujer guerrillera vilipendiada en su época, y que fue una adelantada de aquel siglo para constituirse en el ejemplo de las jóvenes que estuvieron en Vallegrande, contemplando su tumba y alimentándose de su epopeya para ser tan valientes y dignas como ella. Y también refirieron a las canciones de Silvia y de sus músicos argentinos que recorrieron miles de kilómetros para estar presentes, y de las bromas a los tarijeños que peregrinaron días y días por caminos difíciles para llegar, aunque un poquitín tarde, para decir ¡Presentes!
Rememoraron el estreno de un capítulo de una serie de la televisión cubana, filmada no hace mucho, que recoge el asombro de las nuevas generaciones que recorren por vez primera esa ruta del guerrillero heroico en Bolivia. Y me mostraron con orgullo los libros adquiridos. Uno, Mundo Che, de un argentino que narra esa increíble vida de aquel muchacho que, antes de su apodo universal, era Ernesto Guevara, el jovencito asmático cuyos padres maravillosos alimentaron su convicción de que nada puede detener la voluntad humana, cuando de sentimientos puros y altruistas se traba. Y del Informe de la Comisión de la Verdad, titulado El asesinato de Ernesto Che Guevara, que recoge la forma brutal, inhumana y despiadada en la que fueron asesinados a mansalva los guerrilleros, con el Che al frente, y la conclusión final que exhorta al Estado Plurinacional a cambiar la versión oficial que miente sin escrúpulos, asegurando que el Che murió a causa de las heridas infligidas en combate y no por la mano asesina del imperialismo yanqui que le hizo apretar el gatillo criminal a un miserable alcoholizado del que ahora nadie se acuerda.
Y lo más emotivo para ellos (y, por supuesto, para mí), fue ser parte de esa convocatoria a preparar un maravilloso Cuarto Encuentro Mundial Che Guevara que, como en 1997, abra el corazón de Vallegrande a la humanidad digna a rendirle homenaje a la vida, a decirle a los que una y otra vez asesinan cuerpos inútilmente, aquí y en Palestina y en todo territorio que alberga corazones rebeldes, que el Che resucita cotidianamente en los jóvenes corazones de los que, como él, tiemblan de indignación ante cualquier injusticia, en cualquier parte del mundo.
¡Allí estaremos!