Un lustro con la misma retórica: fraude
Estos días volví a leer en algunos medios escritos, escuché a periodistas, a eternos ‘analistas’ volver a afirmar, que se conmemora un lustro de “fraude perpetuado por el MAS”, sin más argumentación que la descalificación, esa es la fuente de su razón, convertida en su verdad. Inventan y construyen su narrativa, porque un hecho político tiene vigencia en el tiempo por la narrativa desarrollada, a partir de la distorsión deliberada de la realidad, es decir la posverdad, este hecho se ha vuelto en el requisito identitario de los folclóricos, diversos y nostálgicos del republicanismo, que reivindican el pasado añorando el orden social, político, cultural, económico como el paraíso terrenal que se perdió porque un indio anticolonial y campesinos osaron despojarles de su derecho natural de dirigir nuestra patria en dictadura y en democracia a los autobautizados biológicos mestizos, culturalmente exponentes de la blanquitud, ideológicamente adoradores sumisos de los códigos americanos y europeos.
La posverdad tiene incidencia por la narrativa impuesta, no por la relevancia del hecho político al que se hace referencia y se utiliza como excusa, sino por la forma, la intensidad de su divulgación y el contenido ideológico camuflado como sentido común, porque está enunciado por medios y personalidades que aparentan ser la imagen y espejo de la civilización moderna, es decir son los exponentes de la sociedad y las familias de bien.
La descalificación y satanización teológica a las luchas y movimientos de obreros, de los campesinos es una constante como requisito necesario para que la violencia estatal, simbólica e incluso religiosa desplegada sea legítima contra los insurrectos, la violencia policial y militar emerge como autodefensa del Estado y la sociedad.
El primero de octubre del 2019, a 19 días de las elecciones nacionales el periódico Página Siete divulga una encuesta que dice que el 67% de los bolivianos, ojo no encuestados, creen que habrá fraude, inmediatamente los comités cívicos de Potosí y de Santa Cruz sacan pronunciamientos con rótulos sensacionalistas: “resistencia civil al triunfo del MAS porque será producto del fraude”. La fuente de la verdad cívica es un medio de comunicación exponente de las ideas antigobierno de izquierda e indígena.
El día de las elecciones, la Misión de Observación Electoral MOE de la OEA, a las 22 horas, publica un tuiter advirtiendo que la “paralización de Transmisión de Resultados Electorales Preliminares TREP afectaba al cómputo electoral”. La OEA hasta ahora en ningún informe pudo demostrar jurídica, informática y técnicamente el vínculo del TREP con el cómputo electoral y la forma cómo procedió a alterar el resultado electoral. Al día siguiente, estos mismos personajes de la MOE designados por Almagro leen un comunicado en las gradas de un hotel privado donde dicen que “hay cambio de tendencia que afecta al resultado” y lo “más recomendable es segunda vuelta”. Estos ilustres enviados sin tener ni siquiera el resultado electoral preliminar, violando sus atribuciones anuncian la buena nueva: segunda vuelta. Para los salvadores de Disneylandia ese tuit y el comunicado era la constatación de la perpetración del “monumental fraude”, inmediatamente la reacción de la muchedumbre, que para los medios eran jóvenes que defendían la democracia, incendiaban y saqueaban los tribunales electorales de cuatro departamentos.
Mesa proclama la segunda vuelta y Camacho desconoce las elecciones, el valor no está en el argumento, sino en la dramatización sensacionalista amplificada por los medios, la posverdad instalada es fraude.
Pasó un lustro, los creadores de las frases “monumental fraude”, “fraude masista”, repiten su argumento sin presentar una sola acta que valide su información; sin mostrarnos hasta ahora un solo nombre en la Argentina que se inscribió ilegalmente en el padrón electoral como dice la auditoría de la OEA; sin demostrarnos cómo alteró el TREP al cómputo electoral; sin demostrar cuál fue la alteración de las 86 mesas que modificaron el resultado, es decir el discurso que reiteran es la plegaria de su frustración, pero como no pueden admitir que su narrativa es la causante del genocidio étnico de aymaras y quechuas, lo sencillo y cínico es reiterar la fraseología que justifica sus imágenes de defensores de la democracia.
Un lustro donde el asesinato, el dolor, la tortura, la privación de libertad, la persecución es sustituida por el fetiche de la posverdad.
César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda