La fiesta del poder
Muchísimas personas, muchísimas, utilizan la frase “yo no me meto en política” o “mi política es mi trabajo”, con estas frases dan por supuesto, que son ajenos a esa “practica, asquerosa y corrupta” que sería la política. Malas noticias para estas personas, porque de la política no escapa nadie, un amigo mío suele decir que la política te atrapa desde el momento que naces y sólo termina cuando mueres y ese cordón umbilical que te ata, para toda la vida a la política se llama Certificado de nacimiento y al momento de morir se llama Certificado de defunción, incluso después de muerto eres sujeto de la política.
Los derrumbes, desbordes de ríos, inundaciones que son noticia en estas últimas semanas, son producto de la poca importancia que las autoridades municipales a una calidad de vida necesaria, especialmente en lugares ya conocidos como lugares de riesgo. Pero la culpa no es enteramente de los Alcaldes, sino de ciudadanos y ciudadanas, que “no se meten en política” y con esta actitud dejan que las autoridades dispongan de los dineros públicos, como mejor les plazca; por ejemplo es ya una costumbre que las partidas más infladas, en todas las reparticiones públicas sean las de “comunicación” (propaganda) que disfrazada de “socialización, información y relaciones públicas” condiciona pautas a medios de comunicación para que hagan cobertura de todo acto donde se presenta un Alcalde. En algunos medios de manera descarada hacen “coberturas” de noticias que sólo son propaganda encubierta para la figura del Alcalde y sus pretensiones políticas.
Así pues, el centro de la gestión pública municipal es la imagen del Alcalde, no el bienestar del contribuyente, por eso el descuido en políticas de prevención de riesgos, temas ya conocidos suficientemente como para ser ignorados.
Entre el Alcalde ocupado en promocionar su figura política y la ciudadanía “que no se mete en política” han consolidado un sistema corrupto, extorsionador y de “arreglos” por debajo de la mesa, siendo moneda corriente la intermediación de “tramitadores” o gente que conoce los vericuetos de la burocracia municipal, para cualquier tipo de trámite. Este fomento de un “estado en mal estado” es un cambio cultural respecto a la gestión del Estado en sus tres niveles y el llamado “control social” que por supuesto ha sido cooptado en las redes del poder.
Todo lo descripto, líneas arriba, afirma el acierto de la sentencia de que “los pueblos se merecen los gobiernos que tienen”, por esta razón ya no existen las demandas sociales de un buen gobierno, las denuncias que hace tiempo eran la cara de credibilidad de los medios de comunicación, hoy convertidas en un apéndice de las oficinas de propaganda del poder estatal.
No debe extrañar, entonces, la carencia de genuinos líderes cívicos, preocupados por su vecindario, su barrio, su municipio y su país. El llamado poder vecinal, es solamente el poder extorsionador de un grupo de “vivos”, que engatusan a los vecinos, ocupados en su vida cotidiana y resolviendo su economía de sobrevivencia diaria.
Estas fiestas de fin de año, son una muestra perversa de lo que señalamos, pues se ha se desatado una competencia para demostrar “quién la tiene más alto” con un toque freudiano, se presenta “el árbol de navidad más alto” de Bolivia en los municipios de Cochabamba, El Alto, La Paz, siendo que la tragedia por el descuido de los Alcaldes de Cochabamba y La Paz debería llamar al recato y la austeridad, pero el circo, históricamente aplaca los ánimos belicosos y encubre los charcos corruptos de la gestión del poder.
La política como la práctica, del bien común ha desaparecido, pese a que el Alcalde de La Paz la utiliza como lema de gestión, pero que en la práctica es “el bien de empresas inmobiliarias y ramas anexas”. El poder político como la fuerza del pueblo se ha extraviado en las páginas olvidadas de la Constitución Política del Estado. El silencioso fantasma del retorno a los gobiernos de las elites coloniales se encuentra agazapado, oculto en los pliegues de esta abigarrada sociedad y acunada por quienes “no se meten en política”. Solo queda el consuelo el verso de la canción la Caraqueña: “no hay mal que dure cien años ni pueblo que lo resista”.