Ironías de nuestra vida política

Munido de una encuesta que hasta sus autores desvirtuaron por la torpe manipulación de sus resultados, Tuto Quiroga se ha creído el cuento propio de ser el candidato de la oposición que derrotará al MAS en las próximas elecciones. Semanas previas, participó del show de visitas a Luis Fernando Camacho, preso, para exhibir un desprendimiento del que estuvo, está y estará muy lejos de sentir: porque, en la politiquería criolla, todo vale a la hora de ganarle la partida al vecino…

Odiador de todo lo que es antiimperialismo y que huela a Cuba, a Rusia, a Palestina y a pueblo insurgente, Tuto ha demostrado en su ya dilatada pero poco exitosa vida política, una vergonzosa sumisión a los mandatos del imperialismo yanqui. Quedan todavía en la retina las imágenes de aquella embajadora gringa que, un 4 de julio, organizó una fiesta de celebración de su aniversario patrio en predios del bunker de la Av. Arce. Con insolencia propia de un virrey que habla a sus vasallos, dijo públicamente que nadie entraría a su fiesta si no lo hacía disfrazado de cowboy. Y allí se vio a un Tuto Quiroga, con sombrero tejano, dos pistolitas ridículas a la cintura, creyéndose uno de esos héroes del oeste que mataban a cuanto indio rebelde que se resistía a entregar sus tierras a los nuevos colonos.

Siguiendo con la tradición, Tuto ejerció múltiples funciones, mostrándose como un eficaz chico de los mandados de la embajada americana, jugando un papel de primer orden en el golpe de Estado de noviembre de 2019. En esa oportunidad, sin más autoridad que la que le confería ser mensajero del poderoso del norte, emitió órdenes obedecidas incluso por los uniformados golpistas. Recién ahora es comprensible su rabieta cuando se enteró de que la autoproclamada Jeanine Añez decidió ser la candidata para las elecciones a las que estaba obligada a convocar. ¡Obvio! Era él y nadie más que él quien debía asumir ese papel para enterrar definitivamente al Proceso de Cambio.

Pero la historia le tenía reservada una broma pesada. Ha terminado siendo candidato de un Frente que lleva en su denominativo la palabra Izquierda. ¡Qué sapos y culebras te obliga la ambición a tragar! Ese FRI, nacido otrora de un Encuentro Nacional de Izquierdas, inició el periplo de la traición con Motete Zamora que, de maoísta y toma tierras, acabo siendo funcional al MNR de Paz Estenssoro, la carta elegida por Estados Unidos que inventó la leyenda de Estado fallido y que el jefe histórico de ese partido repitiera con quejumbrosa voz: “Bolivia se nos muere”.

Tuto tiene un camino similar. Ungido como su delfín por el propio Hugo Banzer, devenido en demócrata con su partido Acción Democrática Nacionalista (ADN) eligió a Tuto como su vicepresidente. Llegó éste de Estados Unidos con la aureola de jóven profesional capaz de enderezar el entuerto del neoliberalismo. Al poco tiempo de la muerte de Banzer, decidió armar tienda aparte, dejando plantados a sus ex compinches banzeristas. Le fue como en la guerra; no sacó nada. Pero, porfiado como es, pensó que el asunto se arreglaba con nuevo cambio de sigla y –¡la mano es más rápida que la vista!– se quedó con la sigla del Partido Demócrata Cristiano, al que llevó también a un desastre electoral con más penas que glorias. Ahora, haciendo tripas corazón, se hace con la sigla devaluada del FRI a expensas del ingenuo de Carlos Mesa Gisbert, a quien no sólo Manfred Reyes Villa le birló a varios de sus parlamentarios; peor aún, el socio de no hace mucho termina dejándolo literalmente en la calle, sin partido ni sigla ni nada, en un desbande que lo aleja de la pugna interna de la oposición.

Con ideas resfriadas que ya probaron su funesto resultado, Tuto quiere achicar el Estado para que las transnacionales vuelvan a hacer su agosto con las riquezas de Bolivia. Nadie duda de que es el candidato ideal para el imperio, deseoso de hacerse de litio y otras riquezas que considera propias. Pero el candidato prematuro, al que la sabiduría popular le ha bautizado como Quico, por su natural similitud con el antipático personaje de Chespirito, nunca ha sido, no es ni será prenda de garantía de ningún triunfo electoral.

Habrá que recordarle a este pirata moderno la lapidaria sentencia que le obsequió el ex ministro de Agricultura de Banzer, Mauro Bertero, al enterarse de la creación de PODEMOS y su alejamiento traidor de ADN: “La vida es demasiado corta para andar cambiando de camiseta a cada rato”.

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