Izquierda, verdades que duelen

La izquierda boliviana, otrora referente de lucha y transformación social, atraviesa hoy una profunda crisis de identidad y liderazgo. Aunque el Movimiento al Socialismo (MAS) logró consolidarse como una fuerza política hegemónica en las últimas dos décadas, su ascenso no estuvo exento de contradicciones. Hoy, más que nunca, se evidencia la falta de claridad teórica y formación ideológica en sus liderazgos, así como la persistencia de prácticas que distan mucho de los principios que alguna vez defendió. El caudillismo, la reproducción del poder y el pensamiento colonial siguen siendo lastres que impiden a la izquierda construir un proyecto político coherente y con visión de futuro.

El caudillismo es uno de los mayores obstáculos para la renovación de la izquierda boliviana. Aunque el MAS surgió como un instrumento político de las organizaciones indígenas y campesinas, con una estructura basada en la rotación de liderazgos y la representación de las nacionalidades, esta lógica fue rápidamente desplazada por la centralización del poder en la figura de Evo Morales. Este fenómeno no es exclusivo del MAS; en Bolivia, la política tiende a personalizarse, y los partidos suelen depender de caudillos que concentran todo el poder y la toma de decisiones. Cuando estos líderes desaparecen o pierden influencia, las organizaciones quedan vacías, sin proyectos ni liderazgos capaces de sostener su rumbo.

Este caudillismo no solo limita la renovación generacional, sino que también refuerza la política del poder por el poder. En el caso de la izquierda, esto se ha traducido en una práctica prebendal y corporativista, donde lo importante no es construir un proyecto colectivo, sino garantizar la supervivencia política de unos pocos. Ejemplos de esto sobran: desde la alianza con sectores como los cooperativistas mineros, cuyas demandas muchas veces chocan con los derechos sociales y ambientales, hasta la flexibilización de normas clave, como la Ley 348 contra la violencia hacia las mujeres, en aras de mantener cargos políticos y/o bases electorales. Esta lógica, lejos de fortalecer la izquierda, la debilita, ya que la convierte en una fuerza más interesada en conservar el poder que en transformar la sociedad.

Otro problema fundamental de la izquierda boliviana es su falta de claridad teórica y formación ideológica. Aunque el MAS llegó al poder con un discurso descolonizador y de reivindicación indígena, su proyecto político nunca terminó de definirse con claridad. El llamado «socialismo comunitario» quedó en una consigna vacía, sin un desarrollo teórico profundo que lo sustentara. Esto ha llevado a que muchos de sus líderes, especialmente los más jóvenes, carezcan de una base ideológica sólida y solo repliquen prácticas y discursos que poco tienen que ver con los principios de la izquierda. Andrónico Rodríguez, por ejemplo, ha sido criticado por su posición conservadora frente a la Ley 348 y por promover políticas que benefician a sectores extractivistas, en detrimento del medio ambiente y los derechos sociales.

Esta falta de formación ideológica no es casual. En Bolivia, la izquierda ha tendido a reproducir un pensamiento colonial, copiando modelos y discursos ajenos a la realidad del país. Aunque el MAS surgió como una fuerza indígena y popular, su acercamiento a la izquierda tradicional —de raíz marxista y eurocéntrica— terminó por diluir su carácter originario. Este «entronque histórico», como algunos lo han llamado, no permitió el desarrollo de un pensamiento político propio, capaz de dialogar con la plurinacionalidad y ofrecer soluciones viables a los problemas del país. En lugar de eso, la izquierda boliviana ha terminado por adoptar prácticas y discursos que poco tienen que ver con las demandas de las mayorías.

En este contexto, la izquierda boliviana se encuentra en una encrucijada. Por un lado, necesita superar el caudillismo y construir organizaciones sólidas, con liderazgos rotativos y proyectos colectivos. Por otro, debe recuperar su claridad teórica y su formación ideológica, construyendo un pensamiento político que dialogue con la realidad boliviana y ofrezca soluciones viables a los problemas del país. Solo así podrá dejar de ser una fuerza más interesada en la reproducción del poder y convertirse en una alternativa real de transformación social.

La izquierda boliviana tiene una deuda histórica con el país: construir un proyecto político que trascienda a los caudillos y se enfoque en la construcción de un Estado Plurinacional verdaderamente inclusivo y descolonizado. Si no lo hace, corre el riesgo de convertirse en un espectro del pasado, incapaz de conectar con las nuevas generaciones y las demandas de un país en constante transformación.

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