Hacia la revolución cultural
En Bolivia nos encontramos en puertas (que pueden cerrarse) de las elecciones generales y todas y todos nos encontramos atrapados en la ya desatada campaña electoral. El escenario no es muy auspicioso pues la derecha boliviana está intentando, por primera vez, tener un solo candidato “para no perder contra los masistas”, pero como van las cosas por lo menos existirán tres candidatos de filiación neoliberal. En la otra acera se encuentra lo que podemos denominar “la Izquierda” representada por el Frente Para la Victoria, que de ser un partido ligado a las iglesias evangélicas ha devenido en ser la organización que cobija a los seguidores de Evo Morales. ¿Es el FPV una organización de la izquierda boliviana? Es muy difícil realizar una categórica afirmación, pues bien sabemos que el entorno actual de Morales es muy variopinto, sin que exista una presencia determinante de hombres o mujeres ligadas a una tradición de izquierda.
Asumiendo la duda como método, nos arriesgaremos a considerar que en el seno del FPV existe un “espíritu revolucionario”, no para hacer “más de lo mismo”, sino que, corrigiendo los errores, se pueda proyectar un proceso de transición hacia el socialismo, que en nuestro caso ese horizonte revolucionario no esta separado del Suma Qamaña o el vivir bien.
Poniendo de lado los obstáculos para una elección que incluya al FPV, afirmamos, de manera contundente que esta es la oportunidad de mantener y recuperar el “ajayu” con el que se construyó el “Instrumento Político” y junto con ese reencuentro volver a salir con la victoria electoral.
En varios otros textos hemos señalado los errores cometidos y que hoy, cuando se está elaborando el “Programa de Gobierno” es una obligación señalar algunos aspectos. La izquierda tradicional en Bolivia ha sido siempre muy cautelosa a la hora de asumir medidas verazmente revolucionarias, su práctica embebida en los viejos manuales de la extinta URSS, no le ha permitido conjugar el marxismo con la formación colonial de nuestro país y ese sujeto histórico emergente de esta matriz que hoy es actor fundamental, nos estamos refiriendo a los pueblos y naciones originarias.
Desde Mariátegui, pasando por Haya de La Torre, Tristan Marof y Roberto Hinojosa, se ha demandado asumir las particularidades de nuestra formación económica social, para luego, sobre esa base y teniendo como guía al marxismo, construir un pensamiento propio, revolucionario, que se enfrente al capitalismo y su “etapa superior” imperialista. Los primeros documentos de propuesta para construir el IP tienen ese horizonte: “nuestro instrumento político que surgirá desde las mismas raíces de las comunidades originarias hasta convertirla en un verdadero poder político anticolonialista, anti-imperialista, libre de la intromisión, de los intereses mezquinos de los partidos políticos y en base a la recuperación de las ideas políticas de nuestros héroes originarios como: Tupak Katari, Apiwayky Tumpa, Wayocho, Laureano machaca, Juan Lero, Bartolina Sisa y otros, hasta alcanzar la constitución de la gran nación originaria con su propia autodeterminación” (El V Congreso de la CSUTCB julio 1992).
En el intento de una complementariedad creativa, hemos trabajado el tema en el texto “Guevarismo y Vivir Bien” (2023) recuperando las propuestas del Comandante de América, para transitar esta crisis y transformarla en un proceso revolucionario y ese eje central es la creación del hombre nuevo y la mujer nueva, eso se logrará en la medida de una auténtica reforma educativa, que hoy es una de más efectivas maquinarias de reproducción del pensamiento colonial. En esta batalla cultural que nos encontramos es bueno recordar la apreciación que hace Cecilia María Hart Santamaría, en el prólogo a la 30 edición del libro “El pensamiento Económico del Che Guevara” de Carlos Tablada, dice Hart: “Aunque por supuesto Gramsci fue quién por primera vez le confirmó importancia decisiva a la cultura en la construcción del socialismo, el Che es quizás pionero en entender que sin una nueva moral, un nuevo espíritu en el productor de bienes naturales, no se construye la nueva sociedad”. Claramente estamos hablando del fortalecimiento ideológico de los sujetos históricos de la revolución, fortalecimiento necesario para resistir los embates del imperialismo y sus agentes internos, y como condición para la conducción y reproducción del proceso revolucionario.
Para no repetir “mas de lo mismo” es necesario una buena dosis de audacia, esa audacia que genera la crítica y como dice el Che: “En el curso de nuestra práctica y de nuestra investigación teórica llegamos a descubrir un gran culpable con nombre y apellido: Vladimir Ilich Lenin. Tal es la magnitud de nuestra osadía.” y para terminar estas notas citaremos las palabras precisas y necesarias en esta coyuntura, el Che señala: “No podíamos dejar de hacer errores, porque estábamos haciendo algo nuevo para nosotros, en condiciones difíciles; no es pecado cometer errores; el pecado es volverlos a cometerlos, el pecado es ocultarlos y no analizarlos.” Ese es el desafío.
Antonio Abal O.
A 25 años de la Guerra del Agua