Los medios, Elecciones y Pacificación?
En días pasados tuvimos noticias que han tenido repercusión nacional, y en algún caso internacional, que nos han impactado; cada día nos sorprendemos con noticias que nos abruman, noticias que no sabemos si son ciertas o no y que, sin embargo, nos afectan casi siempre en forma negativa. En los últimos días el lenguaje empleado para juzgar, calificar, expresar el descontento y rechazo por las movilizaciones populares aún desde los gobernantes, se ha hecho altamente agresiva; se emplean términos como: asesinos, criminales, terroristas, canallas, salvajes, ignorantes, violentos, delincuentes, etc. ¿Acaso con el uso reiterado de esos calificativos se puede contribuir a pacificar o resolver los conflictos vigentes en el país? ¿Acaso en la responsabilidad del gobierno de facto, aun cuando ocasional y transitoriamente tiene el poder, no está “buscar el bien común”? La autoestima de nuestro pueblo tan maltratada, desde los tiempos de la colonia, sigue siendo machacada por la discriminación, la arbitrariedad, el desprecio de la élite nacional que, europeizada o yanquinizada, tiene el corazón y la cabeza en esas regiones, por lo que, enajenada espiritual e intelectualmente como está, pretende que Bolivia siga siendo el abastecedor de materia prima y el que tenga siempre la mano extendida para recibir las migajas y el desprecio de las potencias que se enriquecen con nuestra pobreza.
Desde hace algún tiempo (años atrás) escuchamos la palabra “corrupción” (e irregularidad”) como igual a “masistas”; esta palabra: corrupción, que al principio caía como un balde de agua fría para sorprendernos y alarmarnos, se fue haciendo cotidiana y normalizando. Con el cambio de gobierno, la palabra “corrupción” surgió para caracterizar a miembros del gobierno autoproclamado que, en instituciones del estado como Entel, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, Ministerio de Salud y otros, muy rápidamente se dedicaron a llenarse los bolsillos aprovechando la función que desempeñaban. Los que acusaban de corrupto al anterior gobierno, en poquísimos meses de su ascensión al poder con sobreprecios o comisiones se enriquecían con dineros del pueblo cuando éste requería atención absoluta para luchar contra el Covid 19.
La confrontación política, que tiene su base en la determinación del principal objetivo del actual gobierno que es convocar a elecciones, “por eso es transitorio”, se ha convertido en una lucha electoralista o de prorrogarse en el poder con el pretexto de la pandemia y pretende derrotar a su oponente a partir de una aplanadora verbal y amenazante llena de adjetivos; más que una lucha ideológica parece una lucha cultural y racista, que divide al pueblo entre los buenos y los malos, entre los blancos cultos y los indios ignorantes. De forma machacona se acude a palabras como “ignorantes”, “delincuentes”, “criminales”, “asesinos” “terroristas”, “cárcel”. Las amenazas de persecución, detención, juicios penales, se han vuelto cotidianas, se están “normalizado”; e intentando a través de ellas instalar el miedo, la culpa, la duda, la desconfianza, pero sabemos que tienen como objetivo la desmovilización de los trabajadores y los movimientos sociales y la postergación de sus demandas.
Los medios de comunicación y su inclinación al discurso oficial, por su parte, amplifican y reiteran hasta el cansancio las noticias que están direccionadas o que parecen estar orientadas, reiteramos, a generar sufrimiento individual y colectivo, temor, incertidumbre, desconfianza, el rechazo, la paralización y tal vez el autoaislamiento de los afectados.
Desinformar es una forma de controlar el consciente y el inconsciente de la población, pone a la gente frente a un ataque cultural permanente, descalificador, a veces demoledor con el oponente, y convierte el problema no en una lucha ideológica sino en un enfrentamiento discriminador atacando zonas vulnerables del oponente como es el rechazo a sus símbolos, el desprecio de sus prácticas culturales, se ignoran sus demandas y se sancionan sus valores como la defensa de la vida, la solidaridad, el trabajo, el derecho a tener agua y vivir en un ambiente sano, que son parte de los derechos colectivos. Quienes tienen el poder en sus manos, seguirán usando la desinformación para doblegar la voluntad de lucha de las mayorías con noticias y palabras de efecto desproporcionado.
El discurso presidencial del 6 de agosto, 195 aniversario de la fundación de nuestra amada Bolivia, fue simplemente frustrante. La falta de escolaridad o de profesionalización no nos impide tener capacidad crítica y darnos cuenta que el discurso presidencial sonó vacío cuando afirmaba que: “que le gustan las palabras: UNIDAD, SOLIDARIDAD, DIALOGO, GENEROSIDAD”. ¡QUE PENA QUE NO LAS PRACTIQUE!
Finalmente decirle a la presidenta, al gobierno, que sabemos que no tenía un plan para gobernar por lo circunstancial de su ascenso, pero tenía tareas concretas que ejecutar: “Pacificar el país y convocar a elecciones”. Su afán de mantener el poder le hace implantar un plan de gobierno que no le corresponde y que no es suyo, que no lo queremos, porque los bolivianos, queremos ser parte de la construcción de un país, con respeto, con igualdad, con derechos, con dignidad, con soberanía y sin opresores.
Cochabamba, agosto de 2020
Movimientos Guevarista Célula Cochabamba