Las plumas racistas
La “prensa” es una abstracción, lo que realmente existe son periodistas de piel y hueso, por lo tanto, poseedores de ideologías, complejos y subjetividades. En momentos de crisis, las cosas se muestran como realmente son, nos dice Rene Zavaleta y la comprobación de esta afirmación se encuentra en los periodistas que en esta crisis prolongada, demuestran sus arquetipos racistas.
El periodismo se encuentra herido de muerte porque los encargados de mantener la credibilidad, principal requisito del oficio, ha sido dilapidado de la manera más vil y miserable. Lo que vemos a diario nos muestran: titulares amarillos, vociferaciones dramatizadas, selección de entrevistados, ponen en sus revistas a los mismos “caseritos”, apoyo directo y con alfombra roja condescendiente, a los miembros del gobierno de facto.
Pero también, exclusión de datos de la realidad teñidos de ponchos, guardatojos y machetes, esas son las tareas diarias de muchos “periodistas” que reflejan sus complejos coloniales antes que los datos de la realidad concreta.
Están lejanos en el tiempo y la práctica periodística, los recuerdos de una prensa interesada en la búsqueda de una sociedad justa, una democracia verdadera y una libertad con dignidad. Hoy inclusive los furibundos cuestionadores del poder, justificando su labor golpista, perdón, periodística durante el gobierno de Evo Morales, se han olvidado de ese su principio que justificaba sus ataques a todos los actos de gobierno.
Los estratos racistas de la sociedad boliviana han sabido mimetizarse en la agitada vida política boliviana, desde 1952, muchos ex patrones se incrustaron en el MNR para transformarlo en una maquinaria que responda a sus intereses, el símbolo de esa transformación es Gonzalo Sánchez de Lozada.
Los racistas también militan en partidos de izquierda, llegado el momento descubren su verdadero rostro, una larga lista de ex militantes comunistas, ex trostkistas, ex PS-1, ex miristas es más que elocuente respecto a este tema.
Volviendo al tema de los periodistas, en algún momento, su racismo, tuvo que estar escondido, pero cuando encontraron a sus pares que comenzaron con discursos racistas en el campo político, no tardaron en ser sus portavoces y finalmente sus incondicionales servidores, lejos de cualquier consideración moral o axiológica.
El buen periodismo está agonizante, su muerte lenta es producto de las plumas no vendidas al capital, solamente como en tiempos de los “barones del Estaño”, sino a las conductas guiadas por su incapacidad de entender un país complejo como Bolivia, donde la única viabilidad de realización como Estado, es teniendo el respeto a la diferencia, primer valor en sociedades como la nuestra que no ha podido superar este complejo tan humano como es el racismo.
El cuarto de hora de fama que tienen estas verdaderas ‘plumas amarillas’ que destilan odio racial, tienen fecha de vencimiento y ese día ocuparán los tinteros de roja sangre que contribuyeron a que sea derramada.
*Camilo Katari, es escritor e historiador potosino