¿Es el voto el abrazo del reencuentro?
¿Usted que escucha radio o ve la televisión, creyó en la narrativa que difunden los spot o cuñas radiales emitidos por el Tribunal Supremo Electoral, TSE, donde muestran en noviembre de 2019 en el oriente boliviano a: manifestantes asediando a policías, un padre buscando a su hijo, una pedrada a una uniformada y que finalmente la resolución de las diferencias se salda con el voto del 18 de octubre?
Está claro que existe una clara intencionalidad detrás de esa campaña de anuncios , según algunos que se expresan en medios y redes, señalan que estos mensajes no forman parte de una realidad objetiva y ese montaje nos quiere llevar a pensar que los actores del golpe de noviembre, son unos ‘santitos’, puros e inmaculados, los “malos” se convierten en “buenos”, y es más, son quienes inician el “abrazo del reencuentro”.
Muchos no coincidimos con esas imágenes construidas desde una narrativa que pretende mostrarnos miradas ‘conciliadoras’ del pasado, con imágenes forzadas en su actuación y distorsionadas de la historia que hemos vivido los bolivianos en los últimos meses.
Pero además, la caracterización poco objetiva de los buenos y los malos refuerza y legitima acciones de grupos que en la vida real no son nada pacíficos, ejemplos para sostener lo que afirmamos los tenemos a la vista de los últimos 20 años en nuestro país. Solo debemos mirar atrás para que reconozcamos el paso de la historia.
El tiempo de la Asamblea Constituyente puede ayudar a retratar lo que se vivió en actitudes racistas y coloniales que difícilmente pueden llevar a un “reencuentro”, porque estuvieron marcadas de fuerte carga xenófoba, con odio a todo lo que huela indio, campesino indígena por parte de la «clase media”. Recordemos aquellos insultos y gritos con frases como: “masistas llamas”, “engendros de llama en piedra”, “indios salvajes”, etc.
Otro caso que dejó huella por su fuerte componente racista es el que vimos en un video en el que se observa a una mujer en un micro, que no permite que otra se siente a su lado por vestir pollera. La víctima, además, recibe agresiones verbales y referencias peyorativas a su origen. Ahí la sociedad cruceña, no nos mostró un mínimo gesto de “reencuentro” de parte de sus agresores.
Pero la más cruel demostración de este tipo de actitudes que no se puede erradicar con un simple “abrazo de reencuentro”, es lo ocurrido en mayo de 2008 en Sucre, cuando vimos humillados a decenas de campesinos que, desnudos y de rodillas, veían cómo se quemaban la wiphala y sus ponchos, ese episodio de racismo en su máxima expresión, se reavivó el año 2019 en los 21 días de suplicio y aguante -que vivimos- por los violentos de octubre y noviembre.
Es por ello que nadie cree en la narrativa de los mensajes del TSE que falsean la realidad solo para calmar conciencias de quienes no acabaron de desalojar de su propio ser sus genes coloniales y racistas que, hoy más que nunca, rebrotan peor que una pandemia de Covid-19.
Creer que el “voto es el abrazo del reencuentro”, que es el mensaje con el que cierra el video y que es una referencia al conflicto poselectoral de octubre y noviembre del año pasado, no le dice nada a quienes vivieron y viven constantemente el asedio y la violencia de un gobierno que todos los días tiene excusas para perseguir, calificar de sediciosos a todo aquel que proteste ante las medidas de un gobierno que no pacificó el país y que no tiene la voluntad de construir acciones de paz y de un verdadero reencuentro.
¿Será posible que los jovencitos de la resistencia juvenil cochala que están en Sucre causando temor y zozobra en la población, que pintaron las paredes en los edificios lleguen a un abrazo de reencuentro con la gente inocente en las calles de la “oh culta Charcas” y de los que nada tienen que ver con los asuntos de la Fiscalía?
¿O pensar que la unión juvenil cruceñista, UJC, cuyo accionar desde que llegó Evo Morales fue uno más de los grupos paramilitares o de choque del actual gobierno? Estos grupos irregulares, (paramilitares) son organizaciones que no han evolucionado en su pensamiento, mantienen viejos esquemas alimentados por complejos llegados de afuera, pensamientos retrógrados nacidos en Europa e imitados en nuestro país por ese complejo colonial no superado, que justifica históricamente los hechos de violencia racista.
La violencia, el odio racial que vemos y oímos que se desata no sólo en Santa Cruz o en Sucre, no son hechos aislados, se han presentado en varias regiones del país y se manifiestan de diferentes maneras, por ejemplo en los mercados, cuando aymaras o quechuas ofrecen sus productos directamente, cuando estos piden vigencia de derechos o cuando exigen el cumplimiento de preceptos constitucionales como la justicia comunitaria, o la práctica de su economía comunitaria.
Es tiempo de mirar el futuro, si en realidad pretendemos construir verdaderas acciones de reencuentro, debemos luchar por erradicar los complejos racistas, del odio que margina al otro, porque ir al reencuentro verdadero, sin poses ni acciones forzadas es estar consciente que jamás volveremos a dañar la dignidad del otro. Tarea muy dura, pero que podemos empezar si así es nuestro propósito.
*Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe