Recuperar el tiempo perdido
Un año perdido resulta en la historia de Bolivia verdaderamente catastrófico. El golpe de Estado de noviembre del 2019 no sólo significó la violación de la democracia; la instauración de un gobierno de facto permitió a los golpistas hacer y deshacer diversas iniciativas del Estado Plurinacional, en su ánimo de retorno a la vieja república neoliberal.
Una de las afrentas que ha enfurecido al pueblo boliviano ha sido precisamente el tratamiento de la pandemia. Negociados con la salud pública equivalen, en la práctica, a negociar con la vida de inocentes ciudadanos, cuyos impuestos se fueron a los bolsillos de los ministros de turno designados por Jeaninne Añez para cometer fechorías de diversa laya. Los resultados se vieron en poco tiempo: personal médico sin los mínimos equipamientos para atender a pacientes contagiados por el Covid; contratos millonarios con hoteles de lujo que nunca nadie supo cuál era el objetivo, si es que lo hubo; falta de personal médico en muchos hospitales y centros de salud, mientras paradójica y aviesamente se descalificaba a los cientos de médicos formados en la Escuela Latinoamericana de Medicina en Cuba y Venezuela; y un largo etcétera que no vale la pena rememorar.
El retorno a la democracia, en materia de salud, ha tenido un traspié: la autoridad inicialmente designada por el Presidente Arce fue duramente cuestionada por sus vínculos precisamente con ese pasado que, en el sector, priorizó a la salud como una mercancía y no como un derecho humano. Dos meses en el cargo, supusieron también una grave demora en la aplicación de una estrategia coherente para enfrentar la crisis, tarea que parte de la constitución de un adecuado y compacto equipo de trabajo en el que tanto autoridades nacionales como regionales y municipales, deben marchar coordinadamente bajo la batuta del Ministerio de Salud y no como feudos intocables.
Esta estrategia debe contemplar, prioritariamente, los derechos no sólo de los y las pacientes, sino también los esfuerzos que realizan otros pueblos y gobiernos azotados por la pandemia y castigados, para colmo, con las medidas de boicot, bloqueo y ataques diversos del imperialismo yanqui, que se ha mostrado insensible al sufrimiento de la humanidad. Cuba y Venezuela, en nuestra América, han enfrentado con muchísimo más éxito que Bolivia la pandemia. Acuciados por la necesidad, incluso han avanzado grandemente en la investigación y producción de medicamentos, amén de una serie de medidas que contemplan, básicamente, la prevención y la movilización de la ciudadanía. Experiencias de las que, por cierto, Bolivia con su gobierno democrático, debería apresurarse en servirse.
Los indicadores internacionalmente usados para medir el impacto de la pandemia y de los resultados en su lucha, muestran a ambos países con ventaja sobre sus similares del continente. Estos logros se explican por diversas acciones emprendidas desde el Estado, que parten del reconocimiento de que la salud es un derecho humano. En Bolivia, al contrario, es oportunidad para buenos negocios para unos cuantos. ¿Alguien recuerda cuánto costaba un balón de oxígeno antes de la pandemia? Al menos, la tercera parte de lo que ahora los defensores de la libre oferta y demanda ganan a costa del dolor ajeno. Otro ejemplo: ¿cuántos centros de salud carecen de personal médico dispuesto a apoyar la lucha contra el Covid? Sin embargo, cientos de profesionales formados con recursos del Estado Plurinacional en el exterior, muchos de ellos con especializaciones de alto nivel, se encuentran en la calle mendigando un puesto cualquiera para llevar el sustento a sus familias.
Urge, en consecuencia, recuperar el tiempo perdido a la brevedad posible. Contrato masivo de nuestros médicos, compra de medicamentos de Cuba y Venezuela, intercambio de experiencias entre nuestros países y fortalecimiento del sistema público, deben ser la base para impulsar, con verdadera decisión política, el Sistema Único de Salud que destierre, para siempre, a los mercaderes de la vida, hoy oficiosamente beneficiados de una crisis que afecta a todos.
A estas alturas, ya no es posible perder el tiempo cuando cientos de compatriotas mendigan un espacio donde aliviar sus males. Lo demás, es simple ineficiencia.