Dios, el KKK y el Estado Plurinacional
Los recientes hechos en la ciudad de Santa Cruz nos obligan una vez más, a revisar las características del golpe de Estado de noviembre del año 2019, debido a la presencia de una constante discursiva que no es otra cosa que el racismo.
El racismo de actitud individual se ha transformado en una ideología, en una postura política y de este modo, tenemos organizaciones racistas en pugna por el poder político porque siempre tuvieron el poder económico.
Entonces el golpe de Estado de noviembre fue un golpe eminentemente racista en una sociedad, que ya se había reconocido como intercultural, el golpe trató de revertir este hecho que es histórico, porque superó la mirada indigenista (que siempre hubo en Bolivia) para aceptar las diferentes identidades originarias como principio de fortaleza.
Las raíces del racismo se encuentran en la continuidad del pensamiento colonial. Cuando Europa invade el Abya Yala impone la supremacía de la raza europea, la supremacía de la religión católica, la supremacía del idioma castellano. No es casual que todos los dictadores justifiquen con Dios sus masacres y rocíen con agua bendita los centros de tortura y sus armas.
Barrientos, Banzer y Añez utilizaron a Dios como el inspirador de sus acciones, incluso una oficial de policía justificó el motín policial como “obra de Dios”.
Las sociedades con profunda espiritualidad, como son las sociedades andinas, han sido cooptadas por varias denominaciones religiosas, que luego han devenido en posturas políticas. Como señalamos antes, reproduciendo la imposición colonial. Las religiones son pues los dispositivos de reproducción del pensamiento colonial.
En un texto dedicado al análisis del sindicalismo boliviano, Zavaleta señalaba que “La COB es el corazón de la sociedad civil y las Fuerzas Armadas el corazón del Estado”. Las Fuerzas Armadas han sido desacreditadas como actores políticos debido al fracaso de sus Golpes de Estado y sus proyectos de largo plazo, sobre todo en el golpe de García Meza; pese a estar desacreditadas mantienen ese carácter de “corazón del Estado” y la nueva Constitución no pudo relativizar esa cualidad.
Las Fuerzas Armadas siguen siendo el factor del poder determinante en la vida del Estado, por lo tanto, son el límite de la democracia. Mientras las Fuerzas Armadas no tengan limitado su poder en la vida política del Estado, la amenaza del golpe sería constante, ya no como protagonista principal, sino como una especie de “contratista” que opera para terceros, además, debemos añadir la presencia de las iglesias evangélicas fundamentalistas, en el interior de las FFAA.
Finalmente el proceso enajenador, que tiene la formación militar, inscribe a los militares como parte de la burguesía.
En cuanto a la COB, ya dejó de ser el “corazón de la sociedad civil” en mala hora. Cuando el neoliberalismo decretó la muerte del sindicalismo minero sabía lo que hacía: La COB como actor político tenía su campo de acción en los centros urbanos movimiento que hoy es imprescindible.
Religión, Fuerzas Armadas y racismo colonial, son el caldo de cultivo para los proyectos políticos de la extrema derecha que ya se manifiestan con ideología fascista. Por el otro lado la COB no ha tenido un sustituto de su impronta; el Pacto de Unidad ha demostrado sus limitaciones de acción, especialmente en los territorios urbanos.
La práctica centralizada de la reflexión y debate político ideológico ha debilitado a la sociedad civil, que se acostumbró a esperar las decisiones y anular su capacidad de iniciativa, estas son tareas pendientes y urgentes para fortalecer la muralla que detenga la ofensiva fascista.
El Instrumento Político debe recuperar la iniciativa, es hora de afirmar con más valentía que nunca las convicciones de defender este proceso, única garantía de reconstruir el Estado Plurinacional.
*Camilo Katari, es escritor e historiador potosino