Los “Angelitos” de Murillo
Recordemos aquel episodio en Francia hace unos años atrás cuando se dieron denuncias y rechazos al asesinato de los periodistas de Charlie Hebdo y que en un artículo de la manera más hábil y atinada, había escrito el periodista mexicano Fernando Buen Abad con el título: “Los angelitos de Charlie”.
Esta nota es casi similar pero refiere a otros que, según los medios de comunicación y un grupo de políticos (Creemos), califica a los miembros de la Resistencia Juvenil Ckochala como “Angelitos”, y que, según éstos, solo se “defendieron de los fraudulentos masistas del 2019 y que nunca cometieron acciones violentas”.
¡¡De aberrante y hasta indignante han calificado los mayormente afectados al pronunciamiento que hiciera la agrupación política Creemos de ponerse a la defensa de ese grupo de delincuentes, con genes de fascismo, de alma racista y violenta que dicen ser para ellos, unos “pobres angelitos” a la llamada Resistencia Juvenil Ckochala!!
Bolivia después de los años de la dictadura de los setenta experimentó a una casta racista que estuvo al servicio del régimen violento que montó el Ministro Arturo Murillo con la ayuda del grupo paramilitar asentado en Cochabamba que, al no tener argumentación política ni ideológica su característica fue atemorizar, perseguir, detener y crear miedo en la población, bajo el nombre de ‘Resistencia’.
Son expresiones con el mismo tinte de lo que fueran esas jornadas previas a la realización de los estatutos autonómicos en las regiones del oriente del país el año 2008, movimientos similares a las guarimbas de Venezuela que trataron mediante la violencia, hacer arder ese pueblo el año 2015.
Estos nuevos paramilitares, muy citadinos, con la ayuda de sus medios, la Iglesia Católica jerárquica y otros, se reclamaban de abanderados de la democracia. Estas agrupaciones nos recuerdan al tiempo de la conspiración abierta de los años 2007, 2008, que trataron de partir el país, bajo la tutela de la Unión Juvenil Cruceñista sembraron violencia.
Vienen de esa vertiente radical que nació en Santa Cruz con el Comité Cívico Pro Santa Cruz y su ala dura, la Unión Juvenil Cruceñista, ligadas a las logias cruceñas, empresariales y políticas de ultraderecha con el respaldo, en algún momento, de la misma Embajada estadounidense.
La llamada “nueva guerra fría” se calentó desde noviembre de 2019 en nuestro país con el ensordecedor rugir de motos en calles de Santa Cruz, Cochabamba, Sucre y La Paz. Seguramente ya habrá quienes se atrevan a escribir un nuevo “Best Seller”, filmar una película, o un documental basadas en las acciones violentas de la RJK. En esta guerra mediática los muertos también son una mercancía.
Nosotros no podemos dejarnos llevar por las “lágrimas de cocodrilo” de políticos como Creemos, que se puso a las órdenes de su Jefe (Luis Fernando Camacho) para colaborar con el golpe de estado el 2019 y ahora mediante un comunicado trata hipócritamente de ‘salvadores’ a esos “angelitos”.
El racismo contemporáneo viene ahora revestido de ese grupo de psicópatas, que no le bastaron humillar a mujeres, golpearlas, burlarse de ellas ante la gente, siempre estuvieron en actitud de apronte para escupirles en la cara a campesinas, ya que su único delito es vestir una pollera y llegar del campo.
De ahí que, en ese proceso de la Asamblea Constituyente, los espíritus del pasado, todos ellos racistas de color blanco, renovaron su discurso violento y racista y, mimetizaron sus delirios de superioridad.
Aunque traten de negar muchos de sus activistas dicen que su acción política está al margen de los políticos que buscan reflotar en el futuro escenario electoral. Estos grupos muestran una actitud pacífica en su discurso, pero sus acciones violentas, como en los días del golpe, evidenciaron lo contrario.
Hace unos días la Fiscalía General ha solicitado 20 años de cárcel para el líder de este grupo irregular, Yassir Molina y para otros tres integrantes por los desmanes ocasionados en la capital en 2020 cuando exigieron la renuncia del fiscal general, Juan Lanchipa.
Veinte años serán pocos, como también remarcaba la hoy senadora Patricia Arce, quien en 2019, fue vejada y ultrajada por las huestes racistas de este grupo irregular, porque en el juego de las chicanas jurídicas pasará siendo menos, lo necesario es sentar las bases para que, como mandato de la GIEI, estos grupos desaparezcan del escenario nacional como principal logro de quienes quieren hacer justicia y se sancionen a esas expresiones fascistas.
Yassir Molina y sus afines no son pues “angelitos” como tratan de hacerlos ver los medios vinculados a la derecha que apoyó el golpe, ellos enfrentan dos juicios, uno instaurado en Cochabamba y otro en Sucre. El primero es por los desmanes que se produjeron en noviembre de 2019, la denuncia fue presentada por la exdiputada, Juana Quispe.
El segundo proceso es por los destrozos que se produjeron en la capital en 2020 y la Fiscalía General es la parte civil denunciante. Según el Ministerio de Gobierno, los acusados estaban organizados entre noviembre de 2019 y 2020.
El miedo puede ser una vez más el recurso que utilicen los desesperados y sedientos de poder y manejaran a esas expresiones del terror y asedio a un pueblo que, pese a ello, no perderá su capacidad de enfrentarlos.
La lucha contra el racismo, de la recuperación de la democracia y del miedo han servido para que plebeyos destronen a las noblezas, la ruptura del miedo ha servido para que en Bolivia se recupere el estado de derecho que fue siempre arrebatado por los poderosos.
*Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe