Los mañudos que defienden a la golpista
Me indigna ver a Juan del Granado como abogado de oficio de Jeanine Añez. Es el mismo Juan del Granado que, en diciembre de 1996, no hizo nada para enjuiciar al gobierno de Sánchez de Lozada por la “Masacre de Amayapampa y Capacirca”, también llamada “Masacre de Navidad”. No hizo nada porque el partido del que era parte entonces (el Movimiento Bolivia Libre, MBL) era parte de la coalición de gobierno del gonismo. Ya desde entonces Del Granado, que venía de ser parte del grupo que enjuició a García Meza, anteponía sus cálculos políticos partidarios a la defensa de los humildes, porque los 11 trabajadores mineros y campesinos que perdieron la vida en esa masacre en el norte de Potosí eran gente humilde.
Por estas cosas creo que Del Granado es un abogado lleno de mañas y dobleces. Hoy anda por aquí y por allá, con recursos de la National Endowmet for Democracy (NED) estadounidense, promoviendo una “reforma judicial”. ¿Será parte de esa reforma judicial dar impunidad a golpistas y masacradores?
Rafael Puente es otro que ahora volvió a ponerse la camiseta de Jeanine Añez. La tenía puesta en diciembre del 2019 cuando escribía columnas (en Página Siete, el periódico que apoyó el golpe) en las que negaba que lo sucedido –el derrocamiento violento de Evo Morales- fuera un golpe de Estado. Cuando ocurrió la masacre de Sacaba-Huayllani el 15 de noviembre de 2019, Puente no dijo nada y eso que la masacre ocurrió allá en Cochabamba donde él vive. ¿No se enteró? Por supuesto que estaba enterado, pero prefirió callar porque eso hacen los sacerdotes (Puente alguna vez fue sacerdote): callar cada vez que pueden (le llaman voto de obediencia). El único que no calló porque prefería decir siempre la verdad y denunciar las injusticias fue mi maestro Luis Espinal, sacerdote también pero este sí de los buenos.
Poco después, el 19 de noviembre de 2019, ocurrió la masacre de Senkata, en la ciudad de El Alto, y Puente siguió callado, sin escribir una sola palabra sobre las muertes en su columna de Página Siete. Eso lo pinta de cuerpo entero.
Hace dos días este señor escribe nuevamente en su columna lo siguiente: “A la señora Jeanine se la puede acusar de incapacidad ideológica, de ingenuidad política, de todo, menos de golpismo”. ¿Quién se cree que es este hombrecillo para dictaminar semejante cosa? ¿Estuvo en el lugar de los hechos? ¿Estuvo ayudando a los heridos o levantando cuerpos ya sin vida cuando todavía los caños de los fusiles de los policías y militares seguían calientes de tanto disparar? A mí me tocó por circunstancias de la vida estar en esos momentos en El Alto; esas imágenes quedarán imborrables en mi mente y en mi alma; por esto puedo decir que aquello sí fue un golpe, no podía ser otra cosa lo que estaba viendo.
Rafael Puente por supuesto que no estuvo allí junto a los humildes que resistían el inicio de la dictadura de Añez-Murillo. Él estaba en la otra vereda, la de los que hace tres años ejerciendo violencia decían que estaban luchando contra el autoritarismo y terminaron encumbrando a Añez, Murillo y López.
Rafael Puente acaba su vida política convertido en un defensor de oficio de los golpistas. Sólo en una cosa su columna tiene razón: Jeanine Añez no actuó sola. Luego de la sentencia que en justicia le corresponde tendrán que ser investigados los demás golpistas: Camacho, Quiroga, Mesa y un largo etcétera.