Oposición por desgracia
Nuestra democracia parte de principios republicanos, uno de ellos y el fundamental es que la soberanía nace del pueblo, de su decisión emerge la conformación de poderes del Estado y la elección de representantes.
El sistema político está diseñado en función de institucionalidades partidarias, los sujetos políticos de la democracia representativa son las organizaciones políticas, es decir no son solo sigla para tiempos electorales.
Las organizaciones políticas tienen la obligación de representar y expresar una visión de gobierno y país a partir de su concepción ideológica, porque sus propuestas no son un simple eslogan electoral, sino el quehacer político desde el escenario que se encuentren, sean oficialistas u oposición. Esa es la síntesis de la democracia republicana.
Pero contrariamente, aunque las derechas reivindican más a nivel de consigna la República, son la pésima expresión de la democracia republicana.
El sistema político que se estructuró está entre la crisis política, al final del gobierno de la UDP, y el inicio del neoliberalismo sobre un trípode de partidos que alternaban la titularidad del gobierno a partir de acuerdos multipartidarios y no por decisión soberana del pueblo, es decir no tuvimos presidentes y vicepresidentes elegidos por el pueblo, sino designados por el Parlamento, lo que implica que asistíamos a una normalidad democrática de minorías electorales; el pueblo solo votaba pero no elegía, delegando su soberanía a 157 parlamentarios para que decidan el presente y futuro de millones de bolivianos y bolivianas.
Los políticos designaron “creativamente” a la democracia de pactos y consensos entre pares minoritarios para ocultar la ausencia de mayorías políticas; no solo era la trampa como mecanismo, sino el método efectivo para hacerse del gobierno y reproducir el poder.
La huida y renuncia de Sánchez de Lozada y la catastrófica gestión de Carlos Mesa como presidente marcaron el fin de la era de los partidos del viejo sistema, en las elecciones de 2005 el voto democrático del soberano clausuró ese modelo de minorías electorales e instituyó el principio republicano donde el pueblo soberanamente elige a sus autoridades después de 180 años.
La democracia republicana se revaloriza, explícitamente obliga a los actores dejar de depender del acuerdo de minorías electorales en el Parlamento, para subordinarse a la legitimidad del pueblo como condición sine qua non para acceder al gobierno.
Desde 2005 fueron seis elecciones nacionales donde las derechas convertidas en oposiciones, por desgracia hicieron gala constante de su fatalidad trágica. Por tres factores: primero, no son horizonte desde la derecha para la sociedad; segundo, sus líderes representan el pasado y ahora son solo nombres maximizados mediáticamente; y tercero, sus acciones son retrógradas, conservadoras y raciales.
El horizonte de los años 80 y 90 fue impuesto por el norte imperial y el establishment mestizoneo liberal lo asumió como suyo; hoy su orfandad política y desorientación ideológica se perciben más allá de los rayos del sol, su horizonte fue sustituido por el fetichismo del eslogan electoral y la fanfarrea fraseológica discursiva.
Sus líderes se enfangaron en el viejo y vetusto sistema político que pereció, hoy aparentan reinventarse en la pasarela mediática que genera ruido, colores y espectáculo.
Perdieron u olvidaron sus esporádicos momentos de soberbia exitosa neoliberal, se hicieron absorber por la ultraderecha y hoy son parte de la suma de acciones políticas propias de las épocas oscuras del pasado como la violencia racial, política y social; enarbolan las banderas antiderechos y de la familia patriarcal, es decir reivindican el colonialismo retrógrado como práctica cotidiana.
Las derechas viven y disfrutan su miseria ideológica y política diariamente, deambulan en el escenario mediático como la única forma posible de tener vigencia discursiva; se esfumó desde el mesismo el objetivo aparente de ser cabeza de oposición y naufragan las rimbombantes imágenes de Camacho y Arias por la pésima gestión pública, y se cobijan en algunas encuestas que valoran a Manfred.
Su crónica y dramática realidad intentará ser ocultada impulsando cualquier tipo de movilización con alguna excusa coyuntural sin trascendencia, cobijados en los mantos de comités cívicos, de organizaciones de la ultraderecha como el Foro de Madrid o en las opiniones de Bolsonaro, es decir dependen de la brisa para despeinarse.
Son oposición porque no expresan una visión- propuesta alternativa de país, tampoco son opción democrática de gobierno, son oposición porque se autodenominan así, son caricatura republicana, por ello mismo son oposición por desgracia.
César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.