¿Oposición? Fascismo cruceño
La izquierda boliviana debe tener muy presente que no está enfrentando apenas a la “oposición”, al “pitismo”. La correlación de fuerzas actual no se da apenas entre el gobierno y el Comité Cívico de Santa Cruz. Estamos enfrentando al fascismo cruceño y con él a sus expresiones institucionales por excelencia, los comités cívicos departamentales de todo el país. Sin embargo, tampoco enfrentamos apenas a una forma institucional. En realidad enfrentamos a un movimiento populista que enarbola un discurso sobre el sentido de la historia que anuncia un horizonte o proyecto civilizacional típicamente fascista y que logra una fascinación arrasadora en el sentido común del ciudadano urbano.
El objeto de la disputa no es la realización temprana o tardía del censo. El censo es una excusa para justificar en buenos términos esta disputa. Tampoco creo que estemos ante una repetición de eventos típicos del neogolpismo latinoamericano. Ni los mass media están completamente alineados, ni las fuerzas represivo-defensivas del Estado muestran signos de conspiración, ni existe una movilización popular similar a la del 2019; Morales, no es el actual presidente y por lo tanto no puede ser tampoco empleado como chivo expiatorio. Estados Unidos, al fin, está muy ocupado con Rusia, China y buscando la manera de no perder a sus aliados históricos y estratégicos en Medio Oriente; todos los países de peso de Latinoamerica esta siendo liderados por presidentes progresistas.
Más bien creo que existe una concentración de demandas sociales que fueron manejadas imprudentemente por el gobierno (y aquí hablo de prudencia en su sentido político, o sea como sabiduría practica); un escenario internacional determinado por una inminente recesión que ya nos está impactando y el desgaste propio de sucesivas gestiones, la melancolía por un líder ideal del pasado que nos produce parálisis de la imaginación utópica. Agrego a este último factor el siguiente, el actual gobierno tiene una composición predominante de clase media. Son las clases medias solidarizadas con un proyecto popular las que ahora administran el Estado. Son los llamados pititas (clasemedieros) del MAS. La historia latinoamericana ya nos ha mostrado en varias ocasiones que su talón de Aquiles radica en su fidelidad a un institucionalismo tecnocrático como mediación confiable para el progreso económico. Se obvia la necesaria e inexcusable mediación política que debe existir con los sujetos populares. La política aparece como gestión de la economía del Estado, principalmente y no como un campo de disputa por formas de vida.
Por tanto, no creo que estemos ante un golpe de Estado. Más bien sostengo que estamos ante una debilidad política estratégica de un MAS clasemediero y tecnocratizado. Esa debilidad se traduce en su incapacidad para entender a los sujetos realmente populares y un abandono de las coordenadas radicales del proyecto de transformación civilizacional inicial: la reconstitución de los pueblos originarios en base a la constitución de un Estado, democracia y economía plurinacionales.
El fascismo cruceño y sus acólitos departamentales no han hecho más que reconocer esa situación y de manera progresiva fueron preparando un escenario que busca a mediano plazo, primero, su rearticulación y posteriormente, la postulación presidencial ante un gobierno debilitado. Esa parece ser su estrategia.
En el nivel táctico inmediato, sin embargo, buscan exponer ante la opinión pública la incompetencia del actual gobierno para lograr consensos. Puesto que los consensos no han podido ser logrados con sectores populares entonces, tampoco podrán ser logrados con el Comité Cívico. Luego el gobierno no es democrático ya que no resuelve los conflictos, solo los obvia. Así el gobierno aparece como una entidad abstracta programada para ocuparse solo de la economía. Y el gobierno actual cae una y otra vez en ello debido a su lógica tecnocrática e institucionalista.
Con todo, la trampa está en lo siguiente. De ninguna manera se pueden dialogar con el fascismo porque el fascismo no dialoga, no quiere dialogar. Con el fascismo no se negocia. Al fascismo se lo combate. El fascismo celebra la violencia, no el dialogo. Y si se dialoga con él será siempre en sus propios términos asimétricos de subordinación: “Suspendan el decreto 4546, luego hablamos”. El vocero presidencial debe ir a dialogar con los movimientos sociales, no con Camacho ni Calvo.
Por esa razón la convocatoria a la concentración masiva en el Chiriguano me sorprende . Es algo que debería haberse realizado hace mucho tiempo atrás. Y ello porque Santa Cruz es ya el centro económico de Bolivia y exige ser también el centro político de un país que, tal vez, este viendo como su eje de poder va mudando una vez más en su historia. Si deseamos combatir el fascismo en las calles no es La Paz el lugar donde debemos hacerlo, es Santa Cruz. Cualquier concentración popular masiva y antifacista deberá ser llevada de aquí en adelante en Santa Cruz. Y ello marcará también el surgimiento ya definitivo de un nuevo horizonte, el que Jaime Mendoza postulaba cuando planteaba la conveniencia de «mirar hacia el Atlántico» y la necesidad de pensar Bolivia más allá de sus montañas.
De ningún modo sostengo que debido al cabildo popular desde mañana bailaremos, beberemos y comeremos juntos como hermanos en la mesa del Señor. No hay que bajar la guardia. El MAS y los movimientos sociales están obligados a ocuparse más de Santa Cruz en el futuro. Y hay muchos frentes de batalla, la calle es uno de ellos pero también corresponde ocuparse de los medios digitales, la deconstrucción crítica de la historia y la geografía de Tierras Bajas, la reorganización del partido en una lógica democratizante y mucho menos corporativa-carismática, la formación política crítica, entre otros.
Estamos obligados a ello so pena de perecer bajo la ola fascista que asola el mundo.
Fuente: Perfil Felipe Limarino