Coincidencias odiosas
Al momento de escribir esta columna van más de 20 personas muertas en Perú como consecuencia de la represión en las manifestaciones que comenzaron el 7 de diciembre, después de ser destituido el presidente, Pedro Castillo, y que en su lugar asumiera, Dina Boluarte, su vicepresidenta.
Desde ese momento, comenzó la movilización popular que fue creciendo hasta transformarse en un gran movimiento de masas en todo el país que se autoproclaman insurrectas y exigen la liberación de, Castillo, Asamblea Constituyente, cierre del Congreso y la renuncia de, Dina Boluarte.
El Perú, hasta la llegada al poder del partido Perú Libre, el pueblo en general no había tenido una participación política masiva, había sido relegado a la apolitización desde los años 80 y 90 del siglo pasado con la aparición de Sendero Luminoso, y el accionar de fuerzas de seguridad del Estado que cometieron todo tipo de crímenes en nombre de la lucha en contra del terrorismo y dejaron a la población “traumada” por el horror que vivenció mayormente el campesinado en esas décadas.
La izquierda estaba completamente relegada y desprestigiada, todo el actuar de Sendero Luminoso le fue atribuido por antonomasia, aunque no tuviera nada que ver.
Con la llegada del profesor rural, Pedro Castillo, se abrió una nueva era y no parará, el pueblo ha dicho basta al sistema oligárquico peruano, que es uno de los más “rancios”, por usar un término amigable, de la región.
Me llama la atención que han surgido voces como la del excongresista de la derecha, César Combina, quien dijo que “Dina Boluarte podría terminar como Jeanine Añez”. Es decir, procesada y encarcelada.
Y si buscamos, sí hay coincidencias odiosas, Dina Boluarte, a pocos días de asumir su mandato por sucesión, su gobierno tiene un saldo de más de 20 muertos por la represión. Desde ese punto de vista se parece a su homóloga boliviana, que, a los pocos días de adjudicarse la presidencia en noviembre de 2019, sumaba más de una treintena de muertes. Además, Añez, aplicó el Decreto Supremo 4078, que pretendía eximir de responsabilidad penal al personal militar que participara en los operativos para el “restablecimiento y estabilidad del orden interno”. A su vez, Dina Boluarte, emitió a través de un decreto, el Estado de Emergencia que determina -por 30 días- la “suspensión de los derechos de reunión, de inviolabilidad de domicilios, la libertad de tránsito, la libertad de reunión, la libertad y seguridad personal”, para que se haga efectivo, se le dio carta libre al Ejército para actuar.
Sin duda, hay coincidencias, más allá de que ambas son mujeres y que las dos asumieron en procesos en los que se pasó a llevar el voto popular. Por otra parte, Dina Boluarte, a quien no conozco en profundidad, era vicepresidenta de Castillo, militaba en el mismo partido, y no dudó en llamarlo golpista y asumir de inmediato la presidencia mientras a él lo apresaban. A diferencia de Añez, que no venía de las filas del MAS sabía que es una consumada derechista y racista que no escatimó en llamar “salvajes” a los bolivianos originarios, que son mayoría en población y políticamente. Creo que las tristes coincidencias son que las dos son manipuladas por el poder patriarcal y oligárquico de sus países, que usan la fuerza para detener a los movimientos sociales del país.
No sé si, Boluarte, terminará como, Añez. El derechista peruano, que hizo la comparación, lo decía en términos de que debía tener más “mano dura”. En su cuenta de Twitter así lo expresó: “El Gobierno de turno debe estar unido y, a la vez, establecer el orden en el país bajo una estrategia. “¡Con delincuentes no se pacta ni se dialoga!” Los delincuentes, por supuesto, son el pueblo en las calles.
Tal vez, podrían tener un destino común si se impone la justicia en Perú, porque la forma de gobernar para unos pocos privilegiados a costa de masacrar a quienes abogan por cambios reales en un país que ostenta una desigualdad abismante y el racismo está a la orden del día, sería lo que corresponde. Seguramente, Boluarte, estará tan sola como Añez en esos momentos, es decir, sin el apoyo de quienes la proclamaron y usaron para sus intereses personales.
Fuente: Correo del Alba