El retorno de la democracia liberal

Aquel llamado retorno de la democracia de 1982, fue un periodo que permitió el nacimiento de nuevos partidos políticos, la muerte de otros tantos y la mutación de muchos otros, dentro del marco de la nueva democracia representativa. Esto no solo vino provisto de una carga ideológica neoliberal en lo económico sino de una práctica en lo político de tipo cupular que circunscribía la toma de las decisiones al cenáculo de cada partido en desmedro de la práctica democrática interna; así el MNR, el MIR y la ADN, además de CONDEPA y UCS, pregonaban un discurso democrático dientes para afuera y una defensa al modelo neoliberal en el corazón.

Todo este proceso tuvo aproximadamente una duración de 20 años, una larga agonía de esta crisis entre 2001 y 2005 devino en: 1ro, la crisis del sistema de partidos; y 2do, la crisis del sistema democrático. Para explicarlo mejor, la crisis en cada partido significó una crisis general, ningún partido podía obtener mayoría en las elecciones y como consecuencia estaba obligado a realizar alianzas y componendas acomodando sus principios ideológicos y su propio programa político de apariencia populista, que terminaban en el fondo tributando y alimentando en lo económico al modelo neoliberal. Aquellos acuerdos como “el pacto por la democracia”, la “mega coalición”, son recuerdos de cómo se puede embadurnar de democrático todo aquello que no lo es.

De esta crisis de partidos, el MAS surge como un vencedor, no solo porque supo vestirse ropajes democráticos, sino porque en esencia su práctica era aquella democracia participativa, devenida de las asambleas y de los sindicatos, donde el debate era lo que primaba, dure lo que dure, tarde lo que tarde porque su esencia más que partido era instrumento político de las organizaciones sociales. Así el MAS supo usar el sistema democrático liberal para destrozarlo desde adentro, mostrando sus limitaciones, y practicando una otra democracia proscrita por la norma y por todo el sistema demoliberal, esa fue su potencia que no solo le permitió plantear una Asamblea Constituyente, sino embanderar todas las conquistas sociales haciéndolas posibles dentro de un nuevo proyecto político.

El neoliberalismo había concluido su ciclo, y con él la democracia liberal llamada democracia representativa, la Constitución de 2009 apertura entonces una nueva forma de entender la democracia, ya no solo existía la democracia representativa, esa vieja forma liberal de elegir representantes y que ellos hablen en nombre del pueblo. Entonces surgía también la democracia participativa y la democracia comunitaria como alternativas al monopolio de la primera, estas segundas surgen desde las bases y de las prácticas políticas de la sociedad civil y de las comunidades, reconocerlas era solo el primer paso para fortalecerlas políticamente y mantenerlas vivas como aquella potencia en el seno del nuevo Estado Plurinacional.

Lastimosamente tanto la democracia participativa como la democracia comunitaria quedaron relegadas a lo formal y en la práctica quedaron disminuidas, la política se concentró nuevamente en la democracia representativa y volvieron a hacerse patentes aquellas viejas prácticas cenaculares de control del poder, de desdemocratización de las organizaciones y de centralización de las decisiones.

Entonces, ¿estamos ante una nueva crisis de la democracia? quizás estamos ante el retorno de la democracia liberal, esa que designa mediante el partido a los representantes y el voto los legitima y no volvemos a saber de ellos hasta dentro de 5 años. Todo cambia, para que nada cambie.

Lo más peligroso de todo esto es que, muchos abogados han salido a defender desde el discurso jurídico, la legalidad de esta forma de democracia, es decir, no han aprendido nada. Si la historia boliviana nos ha enseñado algo, es que los momentos constitutivos de una sociedad marcan la forma de cambio, quizás no irreversible, pero el espíritu del cambio marca a la sociedad tal que no puede retrocederse más allá del aprendizaje de la sociedad.

El tránsito del MAS como partido político desde 2002 hasta 2020 muestra cómo, de ser un partido anti sistémico se ha ido convirtiendo en uno sistémico y en consecuencia demócrata liberal. Aquel Instrumento Político que era parte de las organizaciones sindicales, campesinas y de base, elegía mediante mecanismos propios a los candidatos en todos los niveles para su postulación, en las papeletas electorales de alcaldías, gobernaciones y diputaciones bajo el color y la sigla del MAS, hoy es remplazada por la elección del partido, por su dirigencia y su cúpula, es decir, el retorno del cenáculo al mejor estilo de los tiempos de la democracia liberal, pero esta vez con rostro indígena.

La defensa férrea de la legalidad de estos procedimientos muestra que, el MAS está munido de un gran arsenal de abogados, tinterillos, leguleyos y qhelqeris, personajes que justifican la democracia representativa y con ello claman el retorno de la democracia liberal. Pero cuidado, que con la democracia liberal convive su hermano gemelo, tan unido a él que son siameses, me refiero a la economía liberal o de libre mercado, o en su forma más radical el neoliberalismo. Tanto la democracia liberal y el neoliberalismo solo pueden convivir en un Estado republicano, moderno y capitalista.

Aquellos adláteres de esta forma de democracia liberal, deberían dejar de pensar con la lógica de un abogado tramitador, y empezar a mirar la complejidad de la cuestión política, pues la norma electoral prevé dos figuras novedosas: 1) Las elecciones primarias, como una forma de democratizar a los partidos políticos en su composición interna, además de sus prácticas y formas de designación de candidatos y 2) La segunda vuelta electoral, para elegir entre las dos fuerzas políticas más votadas al presidente del Estado.

Las primarias realizadas en 2019, fueron un experimento fracasado, además de un gasto oneroso para el Estado, puesto que no cumplieron su función democratizadora en el seno de los partidos políticos, pero como era legal debía aplicarse, sin cumplir sus objetivos legítimos.

Una segunda vuelta en Bolivia aún no se ha dado en la práctica, y aunque su posibilidad estuvo cercana en octubre 2019, la crisis de aquel proceso electoral la desterró hasta nuevo aviso. Pero si algo ha demostrado la segunda vuelta en aquellos países que han llegado a ese momento político, es que la polarización de la sociedad no permite victorias mayoritarias, 51 a 49 es el resultado más regular y con ello una difícil gobernabilidad del vencedor, o lo que es en términos prácticos, arriar banderas y hacer acuerdos en nombre de la democracia.

Por eso para aquellos estultos de lo político, no se olviden que a Bolivia le costó transitar del Estado Republicano al Estado Plurinacional, de la democracia liberal a la democracia participativa y comunitaria. No se les olvide que, en 2019 quienes pensaban que lo tenían todo ganado y el camino estaba allanado para la relección, se vieron abrumados y sorprendidos porque descuidaron aquello que era principal, la construcción de legitimidad política. Tarde se dieron cuenta aquellos abogados, que ya sus argumentos leguleyos no servían y que allanaron el camino para un golpe al gobierno, a la democracia y al Estado Plurinacional.

Si la democracia liberal retorna hoy, será en hombros de esos dirigentes y abogados que buscan embadurnar de democrático aquello que no lo es, y que no se dan cuenta que tienen en hombros a Jano, el dios romano de dos caras, que aún no muestra su faceta opuesta, pero que en la práctica ya hace sentir su presencia en la política boliviana.

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