Una solidaridad que crece día a día

Este 29 de octubre, último domingo de mes, no sólo Santa Cruz se alborotó con la movilización de amigos y amigas de Cuba, reunidos en la ya histórica Plaza José Martí del cuarto anillo, para expresar una vez más su rechazo al bloqueo económico impuesto por Estados Unidos al pequeño pero aguerrido Estado caribeño. El ejemplo cunde y en La Paz, un grupo de activistas también se congregó en la plaza José Martí de la ciudad del Illimani, para expresar idénticos sentimientos de amor hacia sus compatriotas de la Patria Grande, agredida desde hace más de sesenta años por el imperio. Lo destacable de esa jornada han sido sendos pronunciamientos que demandan la exclusión de Cuba de una infame lista de países supuestamente patrocinadores del terrorismo y; de aliento a su gobierno y a su Revolución ante una nueva votación que se llevará acabo en la Asamblea General de las Naciones Unidas en los próximos días.

En el primer caso, la justificada indignación nace de un arbitrario juicio hecho por el Departamento de Estado yanqui, devenido en juez supremo y gendarme mundial, que se arroga la potestad de decir quien es quien en este sufrido mundo. El país que más invasiones ha protagonizado en la historia de la humanidad, aquel que destruyó hasta las ruinas a un país por tener supuestamente armas de destrucción masiva y que luego, muy suelto de cuerpo, admitió que nunca las encontró y declaró que tal invasión fue “una mancha en el uniforme del general Powell”, su representante en la ONU al momento de iniciar la invasión a Irak; ese mismo imperialismo que mandó tropas a Panamá y Haití, entre otros países que no representan ninguna amenaza para nadie, es quien afirma que Cuba es un estado patrocinador del terrorismo. Si algún asidero tiene dicha acusación, debe partir de las enfermedades y pandemias que, de tener alma, deben sentir terror ante los ejércitos de batas blancas que manca Cuba a distintos países para aliviar las carencias en materia de salud.

El segundo tiene que ver con el escarnio que hace Estados Unidos con su único corifeo en el concierto de las naciones, que es el estado sionista de Israel. Son históricamente los dos únicos votos que se mantienen para persistir en un bloqueo cuyo propósito inicial, hace sesenta años, fue doblegar la voluntad del pueblo para derrocar a una revolución que se le hacía adversa. De cuando en cuando, algún gobierno hecho a mano por los golpes de Estado que propicia periódicamente EE.UU. se desmarca del clamor universal para alinearse con la postura norteamericana. En todos los casos, además del rechazo generalizado, la persistencia del bloqueo es una bofetada a la opinión del mundo entero; un “me da la gana de hacerlo”, típico de las sucesivas administraciones yanquis que responden, en realidad, al poder detrás del trono integrado, entre otros, por los grandes empresarios del crimen y la guerra.

Frente a ello, los pueblos no tienen más armas que la solidaridad. Y ella se ha expresado esta vez en dos ciudades de Bolivia, ganando adeptos para esta causa justa. Quienes adhieren a este movimiento de solidaridad han considerado oportuno, además, expresar también idénticos sentimientos de amor con sus hermanos y hermanas de Palestina, desplazados de su patria ancestral por los sionistas que, día a día, desde hace décadas, avasallan tierras que les son ajenas, con la aquiescencia norteamericana. La bandera de Palestina ha ondeado en nuestras calles, augurando con horas de anticipación una decisión que enaltece al gobierno boliviano, que ha roto relaciones diplomáticas con Israel, en un ejemplar ejercicio de dignidad humana.

¡La solidaridad crece, la impunidad tiembla!

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