La derecha de las derechas
La derecha de las derechas es la extrema derecha profascista, tiene presencia en varias partes del mundo. Hasta hace un par de décadas eran referenciales y del lumpen político, hoy son los que están imponiendo ritmo e intensidad a la política.
Los hijos putativos de las dictaduras son las derechas reconvertidas en demócratas, emergieron en y de las dictaduras para dirigir y liderar lo que éstas proscribieron: la democracia.
Las derechas que dirigieron Estados en democracia son referencias negativas. En nuestra Bolivia, las estructuras partidarias posdictadura que enarbolaban las banderas del neoliberalismo se derrumbaron por su propia inviabilidad, hoy son un mal ejemplo a no seguir por la extrema derecha.
Los expresidentes —entre los que está Tuto Quiroga— de derecha y extrema derecha de Iberoamérica que no tienen legitimidad ni popularidad en sus países, pero tienen el padrinazgo del Tío Sam y el título a perpetuidad de expresidentes, crearon el Grupo Democracia y Libertad, utilizan la simbología como plataforma identitaria y discursiva para oponerse a los movimientos y gobiernos de izquierda en la región.
Esta fraseología es utilizada también por la extrema derecha europea, que en su lógica colonial y racial identifica al principal enemigo: el migrante latino.
Las derechas eran el referente ideal para la “modernidad capitalista” porque tenían el monopolio político estatal, representaban el paradigma civilizatorio de fines e inicios de siglo, al extremo que el filósofo nipón-norteamericano Francis Fukuyama escribió a finales de la década de los 80, coincidente con el derrumbe y la desintegración de la ex Unión Soviética, anunciando la nueva era de El fin de la historia y el último hombre, presagiando una aldea mundial bajo la égida capitalista y el tutelaje unipolar imperial.
Las derechas criollas se consideraban a sí mismas el Estado, eran el establishment y los paradigmas de la política y el poder, no podía existir nada al margen de este círculo selectivo.
Esas derechas fueron derrotadas en sus reglas de juego liberal republicanas por movimientos populares, indígenas y organizaciones de izquierda, inaugurando el ciclo regional soberano sin subordinación al poder imperial del norte.
Los gobiernos antiimperialistas y los progresistas enfrentaron tensiones, presiones, movimientos de desestabilización y golpes de Estado, presidentes destituidos, perseguidos, detenidos, proscritos a nombre de la democracia y la libertad.
Las derechas “democráticas” ya no eran el medio o vehículo para enfrentar democráticamente a las izquierdas en la región, afloró el fundamentalismo ideológico, político, económico, religioso, de genero de extrema derecha, y los íconos son Trump, Bolsonaro y ahora Milei.
Es la derecha de las derechas, la extrema derecha, sus valores no son la democracia y la libertad, son los nombres que utilizan para presentarse públicamente porque sus códigos ideológicos no dependen ni necesitan de la democracia y la libertad, es más, si pueden prescindir de instituciones republicanas lo harían, como lo hicieron en la segunda mitad del siglo pasado a través de las dictaduras militares.
Esas derechas “democráticas” han sido subsumidas ideológicamente por la extrema derecha, hoy transitan sin sonrojarse por la misma vereda, al extremo que hacen suyas sus banderas.
Todas las derechas en coro saludaron el triunfo de Trump en 2017, de Bolsonaro en 2018, ahora sin demoras aplaudieron a Milei, callan sobre el genocidio contra el pueblo palestino y respaldan cínicamente al primer ministro israelí que ha sido denunciado ante la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra.
La extrema derecha exalta los sentimientos raciales, religiosos, anticomunistas, antiderechos, la ideología de género, la familia patriarcal; tiene adherentes, fanáticos, se sienten identificados, interpelados y representados por los outsider, electoralmente son multitud, están polarizando la sociedad, incubando la violencia como forma de manifestación social e imponiendo agendas políticas.
Abrazan coincidentemente al capitalismo como forma de vida, reclaman armar a la sociedad legalizando la violencia, condenan el derecho a tener derechos, implícitamente reivindican un Estado vertical, violento y gendarme de la sociedad, explícitamente buscan proscribir la democracia y la libertad.
(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda