Crece la indignación de los bienaventurados
Pese a la censura impuesta a la prensa, no dejan de filtrarse a través de diferentes canales, las expresiones de protesta de la población humilde de Bolivia, en contra de los continuos desatinos de la dictadura de Jeaninne Añez, Carlos Mesa y Fernando Camacho. Esta vez, los medios masivos y los medios alternativos de comunicación no han podido ocultar, al menos, dos de las más recientes expresiones que son síntoma del cansancio nacional: los sendos bloqueos de pobladores de Quillacollo, Cochabamba y del norte de Potosí.
El conjunto de medidas impuestas a punta de bayonetas y amenazas de castigo divino por la dictadura no ha dado remedio a ninguno de los graves problemas que cotidianamente debe enfrentar la población, en particular, aquella de condición humilde, que se caracteriza por llevar el pan al hogar con el trabajo diario en el mercado, en el taller, en la carpintería, en la movilidad de transporte público, en el pequeño solar campesino, en la tienda de barrio…
De policías y soldados en las calles sabe de sobra el pueblo; cada día, los estigmatizados “motines” –sinónimo de desalmados mercenarios que balean por la paga del mejor postor– son objeto de desprecio colectivo, cuando no de insulto y enfrentamiento en vía pública.
Pero de las amenazas de castigo divino poco o nada se habla. La alta jerarquía católica, comprometida con el golpe de Estado contra el gobierno legítimo, democrático y constitucional presidido por Evo Morales, no ha dejado de darle una mano a la autoproclamada presidenta, cada vez que puede. Este fin de semana, en su homilía dominical, ha vuelto a censurar a quienes promueven enfrentamientos, dizque, sin identificar las causas reales que promueven en la gente movilización y protesta. “No es el momento de las divisiones y enfrentamientos por el poder o los intereses de cualquier tipo, sino el momento de unirnos alrededor del objetivo prioritario de preservar la salud y vida de todos los bolivianos», ha dicho el arzobispo de Santa Cruz, compartiendo el libreto de los golpistas, que pretenden a una población sumisa ante cada uno de sus desatinos, abusos y negociados.
“Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, que de ellos será el reino de los cielos”, enseña la palabra divina. Pero nada dice el prelado, que debiera alinearse con los pobres como lo hiciera Jesús de Nazareth, de la situación de los injustamente apresados, de los condenados por la “justicia” comprada y manipulada por el poder, del hambre que pasan los niños en las barriadas populares, de la inseguridad de miles de trabajadores en salud que arriesgan cada día sus vidas por salvar la de otros y otras. Nada dice el arzobispo de los negociados del régimen, a costa de la vida de los demás. Ni una mención, censura o condena a estos modernos mercaderes del templo que juegan con los sentimientos y las necesidades del ciudadano.
Nuestro pueblo creyente y mayoritariamente católico oye, pero no escucha esos sambenitos que nada resuelven. Del brazo de frases que ya se vuelven injuriosas contra el sentido común, la autoproclamada Jeaninne Añez vuelve con todo cinismo a convocar a una jornada de reflexión y oración, a manera de echar una cortina de humo sobre los negociados criminales en los que incurren sus más próximos colaboradores, desatando la crítica de quienes fueron, en su momento, sus aliados y firmes subversores del orden constitucional por encargo del gobierno de Estados Unidos.
Frente a tanta hipocresía de los sacerdotes del Templo, a quienes Jesús reflexionó con su bondad e identidad con los más necesitados (“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios”), está la verdadera fe, que se expresa en la solidaridad entre los pueblos del mundo en contra de los poderosos y los tiranos. ¡Bolivia resiste!