Terrorismo, demonios y ángeles
Con generosos espacios cedidos a las ahora “victimas”, se reflota el caso del abatimiento de terroristas en el Hotel Las Américas acaecido en Santa Cruz de la Sierra hace quince años. De pronto, el paso del tiempo es el prestidigitador que quita el tridente y los cuernos a los diablos, para dotarles de alas y liras de angelitos divinos… ahora quienes intentaron en su momento dividir Bolivia en una Bolivia oriental enfrentada a la Bolivia andina, reclaman justicia y piden exorbitantes indemnizaciones al Estado, amenazando trasladar sus casos a tribunales internacionales.
Los medios juegan su rol aparte. Olvidan deliberadamente aquellos aciagos momentos que se vivían en el país. Los cambios que se producían en aquel entonces no afectaban significativamente a las élites de poder en Santa Cruz; es más, el denominado proceso de cambio favoreció ampliamente a estos sectores, tanto, que la banca se ufanaba de no haber ganado nunca tanto dinero como en ese periodo. Pero, pese a ello, el odio incubado contra la “raza maldita” por esa derecha radical que aún pervive en Santa Cruz, podía más que los cálculos de ganancias y beneficios. ¡Había que acabar con el intento! Por supuesto, nada de ello se hacía sin la venia, planificación y recursos de los muy demócratas gobiernos norteamericanos.
Quienes vivimos en Santa Cruz en aquellos días negros, recordamos las pobladas de lumpen contratados por los cívicos y sus elegantes damas que clamaban al cielo la erradicación del comunismo. Entonces, se produjeron las tomas de instituciones del Estado, mismas que fueron quemadas y reducidas a cenizas. Los gritos de autonomía e independencia eran aplaudidos por el ahora alcalde de Cochabamba, a la sazón alineado con las huestes de la anti patria. Esos grupos violentos no han sido desmantelados hasta el día de hoy. Siguen actuando y lo seguirán haciendo mientras la ley se los permita. Por citar sólo los últimos casos conocidos, durante el paro violento de los 36 días, se asesinó en Puerto Quijarro a Julio Pablo Taborga, un funcionario que cumplía su deber de trabajar. Los cívicos entonces detenidos, gozan de buena salud. Aquel olvidado boliviano no merece, por supuesto, ninguna conmiseración ni recuerdo de los hoy fogosos defensores de los derechos humanos.
Pero, volviendo a aquellas épocas aciagas de la asonada fascista que pretendía partir en dos al país, los ahora angelitos terroristas hacían gala de su armamento, del dinero que gastaban a raudales para reclutar adeptos, de los entrenamientos que hacían, de los juramentos y alardes de superioridad racial y militar, con fotos incluidas que, en su momento, fueron publicadas. Las armas y municiones decomisadas no eran de caramelos; estaban destinadas a matar a quien se opusiera a los designios de quienes hoy, en boca de Branco Marinkovic, deben ser premiados por el Estado. Acaso hemos olvidado que estas armas fueron transportadas y acopiadas en COTAS y otras cooperativas e instituciones cruceñas, manejadas por las elites.
Frente a la asonada, era lógico que el gobierno tomara los recaudos correspondientes. La inteligencia del Estado detectó en su momento que el grupo de mercenarios estaba alojado en el Hotel Las Américas, donde no estaban precisamente de pacíficos turistas. Llevaban el armamento de rigor, dispuestos a matar y enfrentar a las fuerzas de seguridad del Estado. Los terroristas hacían gala de su entrenamiento en fuerzas nazis de organizaciones croatas; no eran, para nada, las inocentes víctimas que hoy se nos quiere mostrar con el alevoso maquillaje de un aparato mediático que calla lo que le conviene.
El grupo paramilitar fue abatido y disuelto. De esa forma, se salvó a Bolivia de ingresar en una espiral de violencia que, en el cálculo de los Camacho de esos años, debía conducir a un alzamiento de la “nación camba” para independizar a la denominada “Media Luna”, en alusión a departamentos cuyos prefectos eran parte de la oposición de derecha. La oportuna y decidida intervención puso fin a la aventura; pero los culpables de cuello blanco, aquellos que ofician hasta el día de hoy de “´cívicos” y “empresarios”, se mantienen impunes en las sombras, organizando y promoviendo secuencialmente, actos violentos para desestabilizar al país, volverlo ingobernable y propiciar la intervención extranjera, tal como lo hicieron hace quince años.
Hoy, por encima de circunstanciales cálculos electorales, urge refrescar la memoria popular. La historia enseña que, cuando sectores populares se alían con la derecha, es la derecha la que gana…