De la banda de los cuatro al consorcio judicial

En el año de 1989, el país fue sorprendido con la teoría del “triple empate” casó único en el mundo donde el tercer lugar ocupado en las elecciones nacionales fue elegido como “ganador”. Eran tiempos del MIR, MNR y ADN, tiempos de la democracia pactada.

El manejo arbitrario de los resultados electorales, por parte -de la entonces- Corte Nacional Electoral (CNE) no solamente hizo daño a la credibilidad institucional del Estado sino al mismo sistema político, a partir de ese hecho se consolidó el famoso “pasanaku” del gobierno entre los partidos neoliberales. Fue el pueblo y su energía creadora que dio fin al ciclo neoliberal en las jornadas de la Guerra del Gas.

Hoy, hemos retornado a esa destrucción de la institucionalidad del Estado, a la falta de credibilidad en los mecanismos que deberían proteger la democracia y los preceptos constitucionales; en su lugar se ha roto toda coherencia ética en la aplicación de la ley. A cara descubierta y sin ningún pudor se atropella la ley y se somete a la voluntad de una persona (el presidente Luis Arce) a todo el sistema judicial, electoral y legislativo, conformando el cuadro perfecto de una dictadura disfrazada.

Los operadores para este desmantelamiento del Estado de derecho, provienen de la vieja escuela leguleyesca de los “doctorcitos de Charcas” cuya habilidad radica en torcer las leyes para beneficio personal y todo esto en el marco “de la legalidad”. Desde tiempos coloniales se ha formado una especie de casta jurídica que se reproduce y sostiene las relaciones coloniales de poder, unas veces vendiendo sus servicios al mejor postor y otras protegiendo sus propios intereses de casta.

Esta arquitectura jurídica ha sido permitida por el mismo MAS, incorporando en sus filas a miembros de esta casta colonial jurídica y que supo mantener un doble discurso, emulando a su viejo maestro de apellido Olañeta, y poniendo en los lugares claves de la administración de justicia a los más venales, a los más “doble cara”, portadores de una corrupción moral y material.

La historia ha brindado posibilidades al pueblo boliviano para quebrar este sistema colonial, uno de ellos fue la Revolución de 1952, revolución derrotada como dice Liborio Justo, por los mismo “dos caras” que predicaban el nacionalismo y practicaban el más abyecto capitalismo transnacional. La otra posibilidad cierta de transformar el Estado, por medios democráticos fue el periodo de la UDP, que nuevamente fue derrotado por los mismos “dos caras” que predicaban ser de izquierda y operaban para la derecha. Finalmente el año 2003 el país tuvo la oportunidad de autogobernarse, de romper definitivamente con un sistema político colonial y colonizante, pero a falta de un liderazgo estratégico político-ideológico, nuevamente se retorno a la democracia liberal, ese fue el momento para que estos “doctorcitos de Charcas” se incrusten en las filas del Instrumento Político, de esta manera los resabios del MIR, MBL, MNR, ADN, FSB, aparecieron junto a los militantes del PCB, PCML, PS-1, definiendo el curso de nuestra historia. Por lo tanto, no debe extrañarnos lo que acontece en este gobierno que ha hecho exactamente lo que Evo Morales en su tiempo, gobernar con los enemigos de un proceso descolonizador y mantener un Estado burocrático liberal.

Durante el gobierno de la UDP, el pueblo olvidó el pasado de Hernán Siles, olvidó su apoyo al golpe de Barrientos, olvidó su oposición a la Reforma Agraria, en suma, se olvidó de su pasado conservador y su origen hacendatario. Estos olvidos nos hacen repetir la historia de manera constante, porque no se fomenta, en los centros educativos, la memoria histórica de nuestro país, se forman conciencias débiles y manipulables, incluso en los pueblos originarios que ya olvidaron su matriz cultural, para ser presas de esta “modernidad política”.

¿Somos un país inviable? Por supuesto que no, somos un país ubicado estratégicamente, con riquezas naturales ambicionadas por los imperios de todos los tiempos, y son estos intereses imperiales que han ahogado, en sangre, los intentos de construir un Estado soberano, descolonizado, sin “doctorcitos de Charcas”, sin políticos dos caras. No cabe ninguna duda que en el norte se esté brindando por la futura repartija de nuestros recursos, porque un país sin memoria, sin un movimiento político sólido y con un horizonte descolonizador, esta destinado a ser presa de las ambiciones imperiales, que hoy tienen el disfraz de “peleas internas del MAS”, cuando de lo que se trata es de quebrar el Estado Plurinacional y de la fuerza que le dio vida: los pueblos originarios.

El decreto 21060, terminó con el ciclo de la vanguardia minera y hoy estamos asistiendo a la posibilidad cierta de terminar con el ciclo de los “movimientos sociales”.

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