Golpe al «autogolpe»

Lo había manifestado en varios artículos que la historia de los golpes de Estado en Bolivia es la historia de los límites de la democracia liberal, cuando afecta los intereses del bloque colonial oligárquico. El golpe de Estado del año 2019, fue la confirmación del límite de la democracia liberal y el intento de restaurar el viejo régimen.

La acumulación histórica en sucesiones presidenciales mediante golpes de estado, nos confirma la desesperación de la búsqueda en la lucha por el poder, como se evidenció aquellos cruentos episodios del 21 de agosto de 1971, con Hugo Banzer, con Natusch Busch en 1979 o el que nos quitó a Marcelo Quiroga Santa Cruz, como fue en 1980 de García Meza y su junta de comandantes.

Habíamos creído que con el golpe de García Meza, habían acabado los ciclos de dictaduras y golpes de estado, gobiernos que violaron la Constitución e interrumpieron procesos democráticos. El último episodio trágico estuvo cerca ahí también vimos que pese a la resistencia del pueblo, se consumó un golpe en noviembre de 2019.

Llegamos a los últimos días de junio y surge la figura de un milico despistado Juan José Zúñiga, que tras pugnas por el poder en las Fuerzas Armadas, en su desesperación, sobre la base de un plan inconsistente, junto a un puñado de trastornados que acataron sus órdenes y unos cuantos civiles extraviados, intentaron lo que era imposible desde el principio: un golpe de Estado sin un mínimo de condiciones para que se consuma y sea un éxito.

Los que manifiestan y echan al ruedo la narrativa de “autogolpe”, como insiste el propio Evo Morales, tal como fue ese relato de hace 4 años, “No fue golpe, fue fraude, no fue golpe, fue fraude”, con el asunto de autogolpe, están jugando a la política barata de siempre, sin entrar en los causales y motivos que lo llevaron.

No faltaron otros en diversos tonos, como el diputado charlatán y gritón Héctor Arce en su clásico estilo irónico y suelto de cuerpo, señaló que fue un teatro armado, un circo, un show y varios adjetivos. A todos ellos habrá que decirles que esto es más simple de lo que parece: el psicópata Zúñiga traicionó al presidente Arce que confiaba en él, se aferró como algunos a la búsqueda del poder en una aventura golpista sin saber sus consecuencias.

Esos que juegan a tratar de imponer la narrativa de autogolpe, no recuerdan ni asumen el verdadero sentido que llevó el último episodio de noviembre de 2019, interrupción al proceso democrático, muerte y violación de los derechos del pueblo, porque jamás se sentaron a analizar sus causas, mucho más, ni prepararon mecanismos para que no se vuelvan a repetir.

Cuando éstos culpan sobre el rol que jugaron esos días los ministros Novillo o Del Castillo, eluden recordar, viven la amnesia del momento y no recuerdan que, muchos ministros del tiempo de Evo Morales, que también sabían con 3 meses de anticipación que venía un golpe en 2019, no hicieron nada para detenerlo.

El recurso más fácil por el que optaron en ese momento fue refugiarse en la Embajada de México en La Paz desde donde no quisieron que se sepa de sus quehaceres, esos grandes estrategas de los que se sabía eran la protección y seguridad del ex presidente Morales, entre ellos Juan Ramón Quintana, Javier Zabaleta, de quien se dice, lo vieron en plaza Murillo en la tarde del miércoles ¿Qué hacía el ex ministro de Defensa de Morales?

En la misma línea los clásicos opositores como Carlos Mesa, Jorge Quiroga fueron los pregoneros esta vez de la defensa de la democracia a ultranza, con el mejor amigo de la Embajada de Estados Unidos que tiene la política boliviana: el dos veces derrotado por el MAS, Jorge Tuto Quiroga.

Gritar a los cuatro vientos que fue un autogolpe, es reafirmar su desmemoria, su poca capacidad de refrescar la historia, es también eludir las señales que conducen al anuncio probable de un nuevo golpe que puede llegar más temprano que tarde, como aquellos que la historia nos reveló a fines del siglo XX.

Uno de esos episodios sangrientos estuvo en Chile en julio de 1973, cuando militantes de “Patria y Libertad” asesinaban al edecán naval del presidente Salvador Allende, comandante Arturo Araya Peeters. Este sufrió un disparo de un francotirador frente a su domicilio. Luego se desencadenarían otros hechos que condujeron al golpe de septiembre de ese año con Augusto Pinochet.

Por lo tanto, insistir en el relato de un autogolpe, aun ello les siga poniendo en duda por los móviles en los que se dio el anuncio de un golpe, no puede quedarse en lo meramente especulativo porque será siempre la historia la que nos revele realidades insospechadas.

*Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe

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