Apuntes para un análisis polémico
¿Golpe o autogolpe? ¿Intento de ruptura del orden constitucional o tramoya fingida desde el Ejecutivo? Un nuevo elemento de división se instala en el campo de batalla criollo, enfrentando a griegos y troyanos con renovada furia y apasionamiento. El enfoque que tiene este hecho violento de nuestra historia reciente no es baladí; importa no sólo la forma, sino, fundamentalmente, el fondo de la cuestión. Como muestra, habrá que exhibir el cuidadoso uso del lenguaje que hace el aparato mediático nada nacional que domina el manipuleo de la información en el país: ha borrado de su léxico la palabra “golpe” y uniformado el término “ataque militar” para señalar el suceso. Y es que el fondo de la explicación de todo intento de subvertir el orden en un Estado, tiene raíces que va más allá de las apariencias.
En el caso no sólo boliviano, pero particularmente nacional, no se apagan los ecos de la invocación que hiciera una jefe militar del Comando Sur de Estados Unidos. La señora advirtió que, en la pugna entre una propuesta de mundo multipolar contra la hegemonía norteamericana, ellos no podrían permitir que riquezas como el litio boliviano —al que consideran de su propiedad—, caigan en manos de los rusos y/o de los chinos. Pocas semanas después, ese imperialismo que tiene bajo su férula a la Europa occidental, convocó con bombos y platillos a una conferencia de “paz” en Suiza, en un nuevo intento por aislar a Rusia y mostrarla como país agresor que debía sujetarse, esta vez sí, a los dictámenes de la “comunidad internacional”. En esas circunstancias, sólo Argentina con Javier Milei a la cabeza acudió con entusiasmo y en solitario a una cumbre a la que, comprobado el universal rechazo que producía, ni el presidente Biden se dignó visitar. Bolivia no sólo que desairó la invitación, sino que dio una señal muy clara con la visita del presidente Arce a su homólogo en el Kremlin. No es descubrimiento afirmar que esto exaspera al imperio y lo motiva a mover fichas, aunque sea anti democráticas, porque primero están sus intereses y luego también están sus intereses.
En lo interno, resultó llamativa la primera reacción de Añez y Camacho, repudiando la ruptura del orden constitucional (¡¡!) para, horas más tarde, cambiar la fingida adhesión a principios democráticos por la narrativa de fraude y de adhesión y felicitación a la interpretación que hace del hecho el mismísimo Javier Milei desde Argentina. Ha resultado también extraño que el ex presidente Evo Morales, anticipadamente advertido porque informantes tiene y por todo lado, no hubiera dado la voz de alarma expresada en una instructiva inmediata de movilización en contra del “ataque militar”, por hacer una concesión a la terminología de la gran prensa. Y más aún, que luego, la derecha en pleno, se sumara palabras más o palabras menos, a esa narrativa que intenta minimizar la gravedad de los hechos.
No cabe duda de que, como ocurre en todo alzamiento armado, por la naturaleza de la acción subversiva, no todos estaban enterados del alcance y la profundidad del movimiento encabezado por el general Zúñiga. La certeza se apoya precisamente en esas contradicciones fácticas que se ponen de manifiesto en las acciones ulteriores. La historia de los golpes militares enseña que aquellos que han terminado victoriosos, incluido el que llevó a Añez a la presidencia bajo el aplauso de toda la oposición de derecha, han sido precedidos de un ensayo general que permite a los verdaderos protagonistas del acto subversivo —léase la administración norteamericana— tomar en cuenta las capacidades de reacción que produce el hecho. En el caso último, una relativa tranquilidad debe aliviar a los gestores de la circunstancialmente fracasada asonada; a la poca organizada respuesta popular se suma la confirmada por confesión propia de su protagonista principal quien afirmó, horas más tarde, que otras unidades militares comprometidas en la aventura tardaron mucho en llegar a la Plaza Murillo. Es plausible pensar que ello, junto a la actitud decidida del presidente Arce, hubiera acobardado al general de marras.
Pero, quizá la explicación mas certera a esta polémica no salga del contenido de las explicaciones, sino de quién las hace. Y es que aún abofetea nuestra dignidad la socarrona y desafiante mirada de un funcionario argentino que no sólo no disculpó a su presidente por la vergonzosa injerencia en nuestros asuntos internos, sino que confirmó tales expresiones afirmando que se ajustan a una descripción de lo sucedido. Y lo dijo con nombre y apellido, para que no quedaran muchas dudas: “nos basamos en la información pública hecha por el señor Evo Morales, conocido personaje boliviano”.
Se seguirán tejiendo conjeturas; pero no debemos olvidar que, luego de todo ensayo general, viene el concierto en vivo…